La vida en casa de nadie
Un fondo de inversi¨®n compr¨® en 2010 unas viviendas sociales en Moratalaz y ahora los inquilinos viven con incertidumbre lo que pasar¨¢ con ellos
Un retrato de ?ngel Mendieta y su mujer, abrazados y sonrientes, convive en la mesa del sal¨®n con una monta?a de documentos. Tambi¨¦n son parte de su vida. Entre los papeles, perfectamente dispuestos, el primer contrato de la casa en la que viven desde hace 15 a?os. Lo firmaron el 11 de diciembre de 2000 con Metrovacesa, la empresa que construy¨® las 124 viviendas de protecci¨®n oficial que conforman los bloques de ladrillos que se alzan en Laponia, una calle casi des¨¦rtica de Moratalaz. Lazora, un fondo de inversi¨®n surgido de la fusi¨®n de Larcovi y Azora, adquiri¨® el inmueble en septiembre de 2010 en una subasta, en la que se hizo con la propiedad de 630 viviendas. Los propietarios anteriores estaban endeudados y se desprendieron de ellas. Nadie se dirigi¨® entonces a los arrendatarios, en cuyos contratos figuraba una cla¨²sula de adquisi¨®n preferente. "Ni siquiera la Comunidad de Madrid" (las casas eran una promoci¨®n del IVIMA), se queja Mendieta.
"Quedamos muy pocos vecinos de los que comenzamos viviendo aqu¨ª", subraya este vecino que, en 2012, se enfrent¨® a una demanda de desahucio. Lazora pretend¨ªa sacarlo de la vivienda por no querer firmar "un nuevo contrato con nuevas condiciones". Entre ellas se encontraba la p¨¦rdida del derecho a compra. La mayor¨ªa de los vecinos firmaron y poco a poco fueron abandonando el bloque. ?ngel y su mujer, Cristina Rodr¨ªguez, se resistieron a hacerlo. Ganaron el juicio a los propietarios y, desde entonces, consideran que la vivienda debe ser de su propiedad. "He pagado 130.000 euros, tres veces el valor de la casa", asegura.
Cada mes, el banco retira 830 euros en concepto de alquiler de la cuenta de los Mendieta, pero ¨¦l no tiene contrato ni sabe cu¨¢les son sus circunstancias. En la misma encrucijada se encuentran varios vecinos del bloque, entre ellos Santiago L¨®pez, de 57 a?os. Su mujer sufri¨® un ictus en 2012. En abril de ese a?o escribi¨® una carta a Lazora, a los que paga 865 euros al mes, para que acondicionaran la casa a las necesidades de su esposa, que tiene un 83% de minusval¨ªa. Seg¨²n L¨®pez, desde entonces nadie ha atendido su petici¨®n en Lazora. EL PA?S tampoco ha conseguido obtener la versi¨®n de la empresa.
Mientras tanto, la familia Mendieta vive con incertidumbre y tristeza, un estado que refleja Otto, su perro, un Coquer negro que no levanta la mirada del sof¨¢ en el que reposa. En esta casa de 74 metros cuadrados han construido un hogar. Entre sus paredes est¨¢n los recuerdos de los primeros pasos de su hija, que ahora tiene 9 a?os. No quieren perder lo que tanto esfuerzo les ha costado, como han perdido las herramientas que utiliza ?ngel para pintar, que es su profesi¨®n. Estaban en un cuarto que Metrovacesa le cedi¨® en 2006. El 30 de noviembre, el portero del edificio toc¨® a su puerta acompa?ado de tres "matones" para comunicarle que los utensilios hab¨ªan sido cambiados de lugar. Mendieta denunci¨®. "Ahora les llamo y me dicen que han tirado mis cosas, que es como tirar 15 a?os de mi vida".
Juan Carlos Gonz¨¢lez, el portero, asegura que ?ngel Mendieta no ten¨ªa un contrato firmado con Metrovacesa para disponer del bajo en el que guardaba los materiales, por eso los propietarios actuales han llegado al extremo de retirar las herramientas de "un espacio que podr¨ªa estar utilizando cualquier residente".
Lo que no sabe Juan Carlos es si esa decisi¨®n de Lazora es una represalia contra Mendieta, al que acusa de haber ayudado a una mujer con dos hijas, una de ellas menor, de okupar su vivienda contigua hace dos meses. "Se conoc¨ªan, porque la okupa me dijo que ya hab¨ªa vivido aqu¨ª antes. Sus hijas han venido en verano para cuidar de la hija de Mendieta, que le ayud¨® con su furgoneta a hacer la mudanza", asegura el portero. ?ngel lo niega, pero confirma que ahora s¨ª ayuda a Carmen Fajardo, de 45 a?os, por cuestiones de "humanidad". Su nueva vecina ha tenido problemas con su expareja y, adem¨¢s, est¨¢ en tratamiento para superar el c¨¢ncer que padece.
"Ellos no quieren que les ayude, quieren que se vaya, y para ello presionan trayendo matones", relata ?ngel. Y a?ade: "Vi al portero zarandear a Carmen y me tuve que enfrentar a ¨¦l. Luego, uno de los tres guardas de seguridad que puso Lazora cuando se okup¨® la vivienda me dijo que se iba a liar la manta a la cabeza y que le daba igual la polic¨ªa". Otro agente, grab¨® con el tel¨¦fono a la hija adolescente de Carmen. "Se lo dijimos y desde entonces no han vuelto a aparecer", sostiene la mujer, que trabaja ocho horas como limpiadora y apenas gana 650 euros, con los que no puede pagar una vivienda. "Me hicieron saber que iban a hacerme la vida imposible: tolerancia cero", recuerda.
"Esta gente de Lazora trabaja as¨ª, cuando les cuesta desahuciar, manda a sus matones a amedrendar a la gente", opina Adri¨¢n P¨¦rez, de la Asamblea de Viviendas, la plataforma de activistas que encontr¨® un hogar para Carmen Fajardo. Un colaborador les inform¨® de que en este edificio exist¨ªan casas vac¨ªas, comprobaron que no pertenec¨ªa a un particular y se la ofrecieron a Carmen, que lo vio bien porque su hija menor est¨¢ escolarizada en el barrio y no era buena idea cambiarla de centro. "Ella no vivi¨® nunca en ese bloque, es falso. Est¨¢ ah¨ª porque no se puede permitir pagar 900 euros, que es lo que vale un alquiler en esa zona", concluye Adri¨¢n P¨¦rez.
Carmen no tiene donde ir,? aunque fuentes municipales aseguran que Servicios Sociales est¨¢ estudiando el caso para adoptar la mejor decisi¨®n. Ella desea que todo se solucione pronto, no quiere molestar, aunque para ello tenga que volverse a mudar. La situaci¨®n de su vecino es diferente. ?ngel dice que no quiere que nadie le robe el futuro que su familia ha construido. "Yo quiero quedarme en mi casa, pero mi mujer se quiere ir, est¨¢ muerta de miedo. Tiene ataques de nervios y llora mucho".
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