Orquesta de piano y voz
El ¨²nico concierto en 2015 del fundador de Van der Graff Generator fue una lecci¨®n en solitario de genio impredecible
Existen muy pocos artistas como Peter Hammill, hombre de trayectoria inabarcable, multidireccional y lib¨¦rrima que pisa los escenarios con cadencia imposible de precisar. Tampoco hay demasiados espectadores, por lo visto este lunes en el semivac¨ªo Teatro Lara, interesados en un creador tan radical y ajeno a las categor¨ªas, un hombre solo que se erige en orquesta de piano y voz y consigue evocar el rock progresivo, la herencia oper¨ªstica, la heterodoxia de Bowie y las tendencias de vanguardia en una misma tacada. El de Madrid fue su ¨²nico concierto de todo 2015 y, dentro de la aridez de una comparecencia solista y el alejamiento de las formas convencionales, no par¨® de sugerirnos ideas, sorpresas. Recovecos.
Luc¨ªa cabellera y vestimenta blanqu¨ªsimas nuestro ingl¨¦s ilustre, la estampa fina y huesuda, una fragilidad que solo es banal apariencia. Sus 67 oto?os no han debilitado una voz erigida en patrimonio de la m¨²sica contempor¨¢nea, que arranca en susurro y a menudo desemboca en arrebato. Lo demostr¨® casi al principio con 'Don't tell me', una balada cl¨¢sica que parece evocar 'As time goes by' pero deriva en pura tensi¨®n dram¨¢tica, manos entrecruzadas sobre el teclado, garganta que asciende hasta el bramido. Y todo para rematar en un acorde suspendido en mitad de la nada. Un ejemplo pasmoso de genio compositivo: nunca podremos asegurar con Hammill que los acontecimientos se desarrollen seg¨²n nuestras previsiones.
Las ense?anzas de Van der Graaf Generator, su reverenciada banda de rock sinf¨®nico, laten en esas estructuras intrincadas, los par¨¦ntesis instrumentales, una pomposidad formal ('Just good friends') que tambi¨¦n gustaba a los Genesis de Peter Gabriel (recordemos 'The Battle of Epping Forest'). Pero Hammill llega hoy m¨¢s lejos, maneja la disonancia, gusta de finales bruscos e inciertos como una encrucijada. Y convoca un silencio denso, expectante. Seducidos por esta orquesta de un solo hombre, hasta el crepitar de la madera resultaba un incordio.
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