San Lorenzo de El Escorial estrena palacio borb¨®nico
Son 18 lujosas estancias de finales del siglo XVIII, la mayor parte de las cuales han permanecido vedadas al p¨²blico durante siete a?os
El monasterio de San Lorenzo de El Escorial acaba de reabrir al p¨²blico el denominado palacio de los Borbones. Se trata de una serie de 18 lujosas estancias de finales del siglo XVIII, la mayor parte de las cuales han permanecido vedadas al p¨²blico durante los ¨²ltimos siete a?os por hallarse en restauraci¨®n y reacomodo. Se abre as¨ª un escenario deslumbrante, que contrasta con el rigor tect¨®nico de la mole monumental escurialense, definida por el poeta como "m¨¢quina colosal de piedra y sue?o".
La zona palaciega reci¨¦n reabierta se despliega por la primera planta del ala nororiental del edificio, explica la conservadora de Patrimonio Nacional Almudena P¨¦rez de Tudela. Tras recorrer el ¨¢rea de la morada de los Austrias, la visita del palacio comienza por la escalera imperial trazada por el arquitecto neocl¨¢sico Juan de Villanueva en 1792 para facilitar el acceso de los monarcas al palacio; prosigue por una enfilada de suntuosas estancias en forma de U destinadas a la alta representaci¨®n regia, entre las que destacan el Comedor de Gala y un Sal¨®n de Embajadores.
Tras un oratorio presidido por un lienzo de Lucas Jord¨¢n, se accede al Sal¨®n Pompeyano, tapizado con telas en la estela iconogr¨¢fica de los descubrimientos arqueol¨®gicos de Pompeya y Herculano bajo el reinado de Carlos de Borb¨®n, antes de reinar como Carlos III en Espa?a; antec¨¢maras, sala de m¨²sica, capilla, comedor y dormitorio del rey; dormitorio, tocador, ba?o y sala de costura de la reina, culminan en el Sal¨®n de Recepciones.
Hoy, este circuito interior reci¨¦n reabierto queda integrado en la visita general al monasterio, que puede recorrerse ahora de forma libre, sin gu¨ªa y sin a?adidura tarifaria. La incorporaci¨®n del palacio al recorrido corrige un trayecto cronol¨®gicamente desordenado, a partir de ahora adecuado desde un punto de vista secuencial y narrativo, pues arranca ya desde los monarcas de la dinast¨ªa de Austria (siglos XVI y XVII), en la zona central y meridional del monasterio, hasta los de la Casa de Borb¨®n (a partir del siglo XVIII), en el ala septentrional.
Villanueva dot¨® al palacio de una impronta neocl¨¢sica muy respetuosa con la traza clasicista otorgada dos siglos antes al monasterio por su predecesor, Juan de Herrera, arquitecto de Felipe?II. Sin embargo, puertas adentro del palacio de los Borbones, la antigua y sobria ornamentaci¨®n adoptada por aquel, con suelos de barro cocido, arrimaderos y z¨®calos de cer¨¢mica blanquiazul, m¨¢s paredes semidesnudas, por orden de Carlos?III se vio sustituida por una decoraci¨®n profusa, rica y suntuosa: surgieron as¨ª mullidas alfombras; siller¨ªas y consolas de maderas nobles, obra del ebanista ?ngel Maeso; relojes suntuosos, mimados por Carlos IV; tapices con cartones pintados por Francisco de Goya, por su suegro Bayeu y Jos¨¦ del Castillo; ara?as de cristal de La Granja; molduras estofadas de oro; plafones de estucos pol¨ªcromos, en cuya exuberante abundancia cabe deleitarse.
En el mobiliario y los ornamentos borb¨®nicos cabe descubrir una secuencia de estilos que abarca desde el neocl¨¢sico puro al rococ¨®, m¨¢s el neoegipcio, el estilo imperio y el neog¨®tico. Se desvanece as¨ª la rigurosa escenificaci¨®n del poder vigente durante el reinado de los Austrias, para dar paso a un relato cortesano, crom¨¢tico, abierto y pluriforme.
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