El a?o 2015 fue terrible para Felipe P¨¦rez. Le pas¨® de todo. Y todo malo. Su negocio fue mal. Afront¨® el fallecimiento de un familiar y tambi¨¦n la enfermedad de un ser querido. Un a?o, en fin, nefasto. Para olvidar. Por eso piensa ya en 2016. Ayer este inform¨¢tico de 56 a?os se acerc¨® hasta la puerta del Sol para despedir este a?o y adelantar, aunque solo sea imaginariamente, las manillas del reloj de la sede de la Comunidad de Madrid. Se reuni¨® con su familia para celebrar las preuvas. Un simulacro de las campanadas que en la noche de ayer volvi¨® a congregar a centenares y centenares de asistentes. Pero uvas, pocas.
Triunfaron las aceitunas, los lacasitos y las gominolas. Porque una cosa es adelantar el tiempo y otra jug¨¢rsela por un qu¨ªtame all¨¢ esas pepitas. "Venimos a la fiesta, pero las uvas ma?ana nos las tomaremos en familia. Las cosas hay que hacerlas como dios manda. No hay que tentar al mal fario¡±, se persignaba Clara, una mujer de 57 a?os, que no quer¨ªa decir su apellido. Esa fe trajo de cabeza a El¨ªas, un vendedor ambulante de 22 a?os que, bajo el anonimato tambi¨¦n, resoplaba: ¡°Mucho preuvas, pero nadie compra uvas¡±. Las vend¨ªa a dos euros la lata. Ma?ana, eso s¨ª, esperaba hacer unos 200 con la celebraci¨®n de las de verdad.
Aunque no todo fueron lamentos. Entre el gent¨ªo hab¨ªa motivos para celebrar el a?o que acaba: Laura Conde, de 23 a?os, estuvo cinco meses echando una mano en Nepal. La mejor experiencia de su vida, reconoc¨ªa. Y Ana Rom¨¢n y Joseph Mosquera, de 23 y 29 a?os, respectivamente, se vinieron a vivir este a?o a Madrid tras conocerse en Granada. Y pasarse ¨¦l, comerciante madrile?o, media vida en un autob¨²s. Les acompa?aba Emmanuel, su peque?o de 10 meses. Que como ellos hizo cola para acceder a la plaza.
Las de ayer fueron las primeras preuvas con desalojo de la Puerta del Sol previo para controlar el aforo de 25.000 asistentes limitado por el Ayuntamiento. El dispositivo pill¨® desprevenido a Nicola Brivio, un estudiante de finanzas de 21 a?os de Mil¨¢n. Que de buenas a primeras se vio cercado por decenas de polic¨ªas. Aterrado, busc¨® una explicaci¨®n. Pero cuando supo la raz¨®n, se sorprendi¨® a¨²n m¨¢s: ¡°?Qu¨¦ cosa! ?Un d¨ªa antes, dices?¡±. Esto en Italia no pasa. Aunque le falt¨® tiempo para convencer a sus amigos de quedarse y buscarse alg¨²n refrigerio. Nada de latas ni vidrios.
Unos y otros brindaron un d¨ªa antes por lo de siempre. Trabajo, salud y amor. Tambi¨¦n Felipe a quien, a pesar de su mal a?o, no se le iba la sonrisa de la cara acompa?ado de los suyos.
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