Simplemente, Muriel
Su capacidad negociadora y su inteligencia para relacionar a gente de posiciones muy distantes hacen que la muerte de Casals sea una gran p¨¦rdida
Cada vez con m¨¢s frecuencia, a mi alrededor se suceden muertes absurdas, est¨²pidas. Hay muertes naturales, esperadas, a las que te has ido haciendo a la idea. Es verdad que, en muchos casos, son las m¨¢s amargas, sobre todo cuando por edad no tocaba. Pero despu¨¦s est¨¢n las muertes s¨²bitas, por enfermedad o accidente, a veces espectacular, a veces nimio, la sociedad del riesgo.
Muriel Casals ha muerto cuando a¨²n no le tocaba, a consecuencia de un atropello absurdo, muy cerca de su casa. Mil veces hab¨ªa pasado por ah¨ª, nunca calculamos que cada d¨ªa, por una mera distracci¨®n, corremos graves peligros. Se dio la noticia hace un par de semanas, tras el primer susto; no parec¨ªa ser cosa grave, m¨¢s todav¨ªa estando al cuidado de un servicio m¨¦dico de confianza. Pero el desenlace ha sido el peor posible, el m¨¢s temido. Siempre sucede as¨ª, y da mucha rabia, en personas que para nada lo merecen.
Muriel Casals era, simplemente, Muriel, nadie en Barcelona deb¨ªa a?adir su apellido a este nombre tan bello y tan franc¨¦s, tan adecuado a su cautivadora personalidad. Muriel fue una mujer de belleza delicada en su juventud y, a pesar de las canas que avanzaron r¨¢pidas en su madurez y nunca quiso te?irse, continu¨® si¨¦ndolo en sus ¨²ltimos a?os, ya en edad de jubilaci¨®n. No era una gran dama, como se ha dicho, esa ampulosa denominaci¨®n no le iba, sino alguien con encanto, una seductora muy especial. En aquel mundo progre de finales de los sesenta, creo que fue la primera persona que me hizo valorar algo que entonces se sol¨ªa despreciar: la buena educaci¨®n, entendida como unas formas que expresaran respeto mutuo, sensibilidad hacia el otro sexo, se?ales de amistad, incluso gestos de ternura sutil y contenida. Me convenci¨® y as¨ª lo creo yo tambi¨¦n desde entonces.
Este rasgo seguramente forma parte de algo que se ha subrayado estos d¨ªas: su capacidad mediadora, su inteligencia para relacionar a gente con posiciones muy distantes. Mejor ir¨ªamos si existiesen muchas personas como Muriel, respetuosas con las personas pero firmes en las ideas, sin pretender mezclar amistad con partidismo. Cuando Manuel Sacrist¨¢n hablaba de alguien cuya palabra no se pod¨ªa poner en duda, el ejemplo siempre era Muriel, dec¨ªa que la honestidad la llevaba grabada en sus trasparentes ojos azules.
Muriel form¨® parte de un grupo de economistas formados en el gran momento de la Facultad de Econ¨®micas de la Diagonal barcelonesa. Aquellos a?os en los que Jordi Nadal, Manuel Sacrist¨¢n y Fabi¨¢n Estap¨¦ ten¨ªan una idea clara y l¨²cida de lo que deb¨ªa ser una universidad, de lo que era ense?ar, de aquello que deb¨ªa aprenderse, de que la ciencia no debe ser incompatible ni con la vida, ni con la sociedad o la historia. Las universidades, o se parecen a un bar o se parecen a un aparcamiento, las primeras est¨¢n vivas, las segundas muertas.
Pues bien, Econ¨®micas era entonces un bar, no s¨®lo repleto de clientes sino, sobre todo, de ideas y debates, con profesores tan estimulantes como los patriarcas antes citados y otros m¨¢s j¨®venes, conversadores ingeniosos, incansables hasta el agotamiento, entre ellos Ernest Lluch y Jacint Ros Hombravella. Bajo la tutela de los patriarcas, estos ¨²ltimos formaron su escuela: Antoni Montserrat, Eugeni Giralt, Joan Clavera, Emili Gasch ¡ªprimera pareja de Muriel, padre de su hija¡ª, Francesc Roca, Carme Massana, los Artal y otros muchos.
Muriel, la encantadora Muriel, era y ha seguido siendo pieza central del grupo. La mayor¨ªa eran entonces del PSUC, quiz¨¢s tanta era la fascinaci¨®n por Sacrist¨¢n, despu¨¦s han ido virando hacia el nacionalismo. Como presidenta de Omnium, Muriel ha ejercido un gran papel p¨²blico en esta ¨²ltima etapa independentista. Ella lo era desde siempre, por lo menos desde 1981 en que, en una comida junto a Jes¨²s Rod¨¦s, ambos dijeron a la par: ¡°Bien, ahora que tenemos ya autonom¨ªa, tenemos que ir a por la independencia¡±. Me qued¨¦ s¨®lo defendiendo la autonom¨ªa pero aquel d¨ªa entend¨ª ciertas cosas que me han servido para comprender el presente.
Desde el punto de vista personal, el inesperado fallecimiento de Muriel me ha causado una pena infinita. Pero incluso desde el punto vista pol¨ªtico m¨¢s general, creo que es una p¨¦rdida: para el entendimiento, para la concordia, incluso para el seny, si es que todav¨ªa queda.
Francesc de Carreras es profesor de Derecho Constitucional.
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