Deseo de ¡®apartheid¡¯
El campo de refugiados ha dejado de ser un lugar excepcional para convertirse en una condici¨®n planetaria cuando se presagiaba la llegada de un mundo sin fronteras
Hassan Blasim es un escritor iraqu¨ª que en el a?o 2000 emprendi¨® la ruta que hoy siguen los refugiados sirios para llegar a Europa. Autor de poco m¨¢s de cuarenta a?os, sufri¨® la violencia y el terror de las guerras que asolan Irak desde hace d¨¦cadas. Ten¨ªa seis a?os cuando estall¨® la guerra con Ir¨¢n. A esa edad sol¨ªa ver en la plaza de enfrente de su casa las ejecuciones p¨²blicas de soldados que desertaban del ej¨¦rcito o miembros de la resistencia kurda. Ligaban a las v¨ªctimas en unos postes de madera que despu¨¦s los ni?os utilizaban para crear porter¨ªas y jugar a f¨²tbol. Desde entonces, su vida en Irak fue una pesadilla. Escrib¨ªa poes¨ªa y empez¨® a estudiar cine cuando el miedo a la represi¨®n del r¨¦gimen lo llev¨® al exilio. Emprendi¨® la ruta por Turqu¨ªa y Bulgaria en un itinerario de tres a?os y medio que culmin¨® en Finlandia. Cuenta Blasim que, durante el trayecto, se sum¨® a un grupo de refugiados iraqu¨ªes y nigerianos, entre los que hab¨ªa una mujer que ten¨ªa dificultades para caminar. Los hombres del grupo acordaron que la llevar¨ªan a cuestas por turnos, mientras andaban bajo la lluvia por caminos llenos de barro. Al llegar a la frontera entre Turqu¨ªa y Bulgaria, fueron detenidos y apaleados por la polic¨ªa b¨²lgara, que viol¨® a la mujer en una habitaci¨®n contigua. O¨ªan sus gritos mientras lloraban en silencio. Hab¨ªan transportado a una mujer durante toda una noche para que acabara violada por un ej¨¦rcito europeo.
Hassan Blasim da voz a los rostros de dolor y desesperaci¨®n de los refugiados que estos d¨ªas pueblan los medios de comunicaci¨®n. Mujeres que dan a luz en el barro, ni?os que han perdido a sus padres y hombres que llevan a sus familias a cuestas componen la fotograf¨ªa del mayor movimiento de refugiados y la peor crisis moral de Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Hemos visto las im¨¢genes de destrucci¨®n de Siria, como en su d¨ªa observamos las de Irak. Sabemos menos qu¨¦ pasa en Libia o en Nigeria. Pero la falta de voz de los refugiados dificulta la empat¨ªa con la profundidad del dolor del pasado que llevan encima. Los relatos de Blasim recuerdan en primera persona esta historia mientras permanecen atrapados en un limbo del tiempo y del espacio.
Los improvisados campos de refugiados de Idomeni son el ejemplo de la proliferaci¨®n de espacios sin ley que cada vez m¨¢s dividen a los seres humanos entre los que tienen la protecci¨®n de alg¨²n Estado y los que est¨¢n privados de todo derecho. Son lugares extraterritoriales que se han convertido en el s¨ªmbolo de la frontera entre los que merecen vivir y los que pueden morir. No se trata de un fen¨®meno nuevo. La plantaci¨®n durante la esclavitud, el campo de concentraci¨®n en el nazismo o el compound bajo el apartheid tambi¨¦n fueron espacios de jerarquizaci¨®n entre humanos que difuminaban la frontera entre la vida y la muerte. Hoy, el campo de refugiados ha dejado de ser un lugar excepcional para convertirse en una condici¨®n planetaria precisamente cuando se presagiaba la llegada de un mundo sin fronteras.
La apertura econ¨®mica, financiera y tecnol¨®gica no fue acompa?ada de la libre circulaci¨®n de personas, sino de la reinvenci¨®n de todo tipo de fronteras que demuestran que lo que hoy mueve el mundo es el deseo de apartheid, en expresi¨®n de Achille Mbembe. Esta pulsi¨®n por la segregaci¨®n se remonta a la colonizaci¨®n europea, basada en jerarquizaci¨®n racial y la deshumanizaci¨®n sistem¨¢tica de los ind¨ªgenas. Hoy, la divisi¨®n tiene lugar en pleno coraz¨®n de Europa, donde la frontera se traza con los extranjeros, los inmigrantes, los solicitantes de asilo y todo tipo de poblaci¨®n considerada intrusa o superflua. El campo y el control de la movilidad es la nueva forma de gobernar el mundo para separar, contener o rechazar lo que molesta.
Los refugiados, como los ataques del Estado isl¨¢mico en suelo europeo, son una se?al de que la libertad y la seguridad de Europa dependen cada vez m¨¢s de la libertad y la seguridad en el resto del mundo. La democracia siempre consisti¨® en imaginar c¨®mo vivir juntos y pensar lo que los seres humanos tienen en com¨²n. El acuerdo entre la Uni¨®n Europea y Turqu¨ªa sella el deseo de apartheid de Europa y culmina su renuncia a un mundo basado en la igualdad y la dignidad.
Judit Carrera es polit¨®loga.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Apartheid
- Crisis refugiados Europa
- Crisis migratoria
- Crisis humanitaria
- Refugiados
- Catalu?a
- Conflictos raciales
- Pol¨ªtica migratoria
- V¨ªctimas guerra
- Cat¨¢strofes
- Racismo
- Migraci¨®n
- Pol¨ªtica exterior
- Ideolog¨ªas
- Delitos odio
- Discriminaci¨®n
- Sucesos
- Uni¨®n Europea
- Prejuicios
- Delitos
- Espa?a
- Problemas sociales
- Justicia
- Pol¨ªtica
- Sociedad