Europa crea tendencia
Al viejo continente se le va encogiendo el alma a golpe de austeridad, desigualdad y miseria espiritual
A los Erasmus fallecidos el s¨¢bado en accidente. In mem¨®riam.
Qu¨¦ ¨¦pocas aquellas cuando Europa creaba tendencias. Lo hac¨ªa en la filosof¨ªa, en la moda y el dise?o. Estoy hablando, claro, de hechos relevantes que se sucedieron despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial. Despu¨¦s de los millones de muertos en solo cuatro a?os. Y despu¨¦s del Holocausto. Y de los atroces silencios que lo permitieron. Y las voces que lo alentaron. Pero Europa se rearm¨®. Alemania comenz¨® de cero, procurando sobrellevar de la mejor manera posible su responsabilidad en la miseria hist¨®rica en que qued¨® sumida; y cre¨® una literatura incisiva que comenz¨® a hacerse preguntas comprometidas. Francia ajust¨® algunas cuentas muy selectivas con el colaboracionismo. Y fund¨® un cuerpo de pensamiento que hizo furor interrog¨¢ndose por el sentido de nuestras existencias. La lucha descolonizadora de Argelia dej¨® en la metr¨®polis algunas verg¨¹enzas m¨¢s: manifestantes argelinos lanzados al Sena, ese r¨ªo que todos los enamorados del mundo conf¨ªan un d¨ªa en atravesar por sus puentes m¨ªticos. El Mayo del 68 repar¨® en algo la herida lucidez hist¨®rica de los franceses. En Italia el dise?o cre¨® marcas en la industria automotriz y en la moda. Y en el cine lleg¨® a cotas insuperables de belleza y verdad. Para no ponernos demasiados graves, digamos que el pa¨ªs alpino cre¨® tambi¨¦n una de las figuras futbol¨ªsticas m¨¢s se?eras, el l¨ªbero, adem¨¢s del mezquino catenaccio. A Espa?a nadie la anunciaba, ni la esperaba. Europa, en resumen, en menos de cincuenta a?os hab¨ªa vendido su alma al diablo para urdir con incomprensible ceguera dos matanzas con veinte a?os de tregua de por medio. En los siguientes cincuenta a?os, pareci¨® enderezar su agrio destino (con algo de dinero norteamericano, todo sea dicho), con gobiernos de izquierda, otros liberales, pero siempre basados en el respeto al bienestar y a la dignidad de las personas.
Despu¨¦s de ese remanso de paz y bienestar social, las guerras balc¨¢nicas anunciaron fantasmas del pasado. Y el nefasto remake de la escuela de Chicago v¨ªa se?ora Thatcher. Lleg¨® luego la crisis de 2008. La divisoria entre pa¨ªses de primera y pa¨ªses de segunda. Norte y Sur. Y ahora la crisis de los refugiados. Europa vuelve a las andadas. Tambi¨¦n sigue tentando al diablo como lo hizo en la primera mitad del siglo pasado. Le ofrece mercanc¨ªa a precio de saldo pero descubrimos que esta vez el diablo no se la quiere comprar. Esto del diablo lo dijo un escritor italiano por aquellas funestas d¨¦cadas del siglo veinte. Por algo ser¨ªa. Ahora vemos c¨®mo a Europa se le va encogiendo el alma a golpe de implacable austeridad, desigualdad y miseria espiritual.
Hace unos d¨ªas, con motivo de un partido de futbol, unos j¨®venes de nacionalidad holandesa se entregaron a una humillante sesi¨®n de denigraci¨®n humana. Los forofos holandeses consum¨ªan sus dosis habituales de cerveza en plena Plaza Mayor de Madrid. Su entretenimiento consist¨ªa en tirarles monedas a unas mendigas que merodeaban por la plaza. Arrojarles las monedas como un insulto y re¨ªrse de ellas. Las mendigas no s¨¦ si atinaron a descifrar la bajeza moral de los ofensores. Pero s¨ª que probablemente hayan reparado en lo ins¨®lito de lo acontecido. Estaban en presencia de un hecho repugnante con todos los visos de crear tendencia en toda Europa. Tal vez esos chicos ya estaban practicando o ensayando modos diversos e imaginativos de escarnio para infligirles a los refugiados que logren penetrar la tupida malla de legalidades urdidas a ¨²ltima hora con nocturnidad en el coraz¨®n de nuestra Europa. A las pocas horas en Barcelona otros hinchas de f¨²tbol, esta vez ingleses, ofendieron todo lo que pudieron y m¨¢s, la disminuci¨®n f¨ªsica de otro mendigo.
Qu¨¦ ¨¦pocas aquellas cuando Europa creaba el Existencialismo, el nouveau roman, la antipsiquiatr¨ªa. Y qu¨¦ poco tiempo ha transcurrido desde la creaci¨®n del espacio Schengen (a punto de evaporarse con la excusa del terrorismo isl¨¢mico), y de una moneda com¨²n (que comienza a ser un lastre para algunos pa¨ªses perif¨¦ricos). Si una golondrina no hace la primavera, un descerebrado que desfoga su vac¨ªo moral en unas mendigas no hace el fascismo. Pero los fascismos comienzan as¨ª de imperceptibles. Chicos en paro, seguramente la carne de ca?¨®n de una Europa dividida entre los que no saben c¨®mo reaccionar ante la desorientaci¨®n y los que creen saberlo porque ya lo experimentaron una vez, con las devastadoras consecuencias que todos conocemos.
Por suerte nos queda sir John Eliot Gardiner para mostrarnos la plet¨®rica belleza de la m¨²sica de Bach. Las historias de Modiano. Y la frescura esperanzadora de la juventud Erasmus.
J. Ernesto Ayala-Dip es cr¨ªtico literario.
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