El doctor Corach¨¢n hace un chequeo a Livingstone y a Stanley
El especialista en medicina tropical y escritor desmonta en un nuevo libro los estereotipos sobre los dos grandes exploradores de ?frica
Era inevitable: "?Doctor Corach¨¢n, supongo?". Con Manuel Corach¨¢n nos conocemos perfectamente, pero qu¨¦ mejor forma para saludarlo en la librer¨ªa Bernat, donde est¨¢ tom¨¢ndose una cerveza, que la inmortal frase lanzada por Henry Morton Stanley a David Livingstone en su famoso encuentro en Ujiji, junto al lago Tanganika.
Resulta que el m¨¦dico, pionero en Espa?a (desde el Hospital Cl¨ªnic de Barcelona) en el tratamiento de enfermedades tropicales y africanista ¡ªcon un libro ya en su haber, Historia del ?frica negra precolonial (2013)¡ª, acaba de publicar Livingstone & Stanley, ni ¨¢ngel ni demonio (Edicions + Bernat, 2016), un ensayo entretenid¨ªsimo e iluminador consagrado a desmontar los estereotipos sobre los dos exploradores. "Ni Livingston fue tan bueno ni Stanley tan malo", sintetiza Corach¨¢n despu¨¦s de revelar su sorprendente pasado como medio mel¨¦ del equipo de rugby del Universitario.
Seg¨²n los estereotipos forjados desde ¨¦poca victoriana, el m¨¦dico y misionero escoc¨¦s fue pr¨¢cticamente un santo mientras que el periodista de origen gal¨¦s era poco menos que un s¨¢dico cruel y sanguinario ensombrecido a¨²n m¨¢s si cabe por su trabajo en el Congo para el rey Leopoldo II de los belgas. "A Livingstone se le ha tenido siempre por un gran hombre altruista, abnegado y caritativo, mientras que al pobre Stanley se le retrata como un mal tipo. Me pareci¨® que hab¨ªa mucho que indagar en la realidad de ambas figuras, los dos grandes exploradores ic¨®nicos".
"Entre bastidores, en el coraz¨®n de ?frica, sucedieron cosas poco ejemplares"
Corach¨¢n ha hecho un aut¨¦ntico chequeo a Livingstone y Stanley a partir de la mucha documentaci¨®n nueva, dice, aparecida en los ¨²ltimos a?os, y las nuevas biograf¨ªas sobre los exploradores.
Intentando reajustar la balanza, lamenta que a Stanley se le ha colgado el sambenito de malvado, "e incluso de cabronazo, como dijo alguien del p¨²blico el otro d¨ªa en la presentaci¨®n del libro".
Ya de entrada, deplora, no se lo enterr¨® en Westminster con Livingstone, como ¨¦l considera que se merec¨ªa Stanley, mientras que el centenario de su muerte, en 2004, pas¨® sin pena ni gloria.
"Significativamente, la documentaci¨®n prueba que Livingstone y Stanley fueron grandes amigos", se?ala Corach¨¢n. "Si hubieran sido tan distintos de car¨¢cter¡±, medita, ¡°no hubieran congeniado tanto".
De la colaboraci¨®n de Stanley con Leopoldo en la atroz empresa del rey de los belgas en el Congo, puntualiza que hay cartas del explorador que prueban que deploraba y criticaba los criminales excesos que se produc¨ªan. "Leopoldo apart¨® a Stanley de las tareas administrativas y le prohibi¨® realizar contratos de cesi¨®n de tierras porque el explorador insist¨ªa en explicarlos y en advertir a los nativos propietarios de que en realidad significaban la expropiaci¨®n. Stanley estuvo al servicio de Leopoldo, cierto, pero el rey no le dejaba escribir ni publicar nada sin pasar antes por su censura¡±.
En buena medida, se?ala el m¨¦dico y escritor, fue la inquina de la Inglaterra victoriana la que molde¨® el estereotipo negativo de Stanley, que, hijo ileg¨ªtimo de una prostituta, se hab¨ªa cambiado la identidad, puesto al servicio de los EE UU (y luego del rey de los belgas), cosechaba fama en un campo, la exploraci¨®n, que se consideraba coto cerrado de Gran Breta?a, y hac¨ªa uso de m¨¦todos que no se consideraban dignos de un gentleman, como trabajar para los peri¨®dicos estadounidenses. Que encontrara ¨¦l a Livingstone, portando la bandera de las barras y estrellas, y no una expedici¨®n inglesa (la de Verney Lovett Cameron) pareci¨® un insulto al orgullo imperial.
Stanley, pese a lo que se ha pretendido, recalca Corach¨¢n, no es el Kurtz de El coraz¨®n de las tinieblas. ¡°Conrad no se inspir¨® en ¨¦l. Las fechas no coinciden. Cuando el novelista visit¨® el Congo, en la peor ¨¦poca de la explotaci¨®n del territorio, con sus b¨¢rbaras mutilaciones, Stanley ya no estaba".
Livingstone en cambio, se?ala Corach¨¢n, ha salido de rositas pese a que su biograf¨ªa presenta aspectos oscuros. "Entre bastidores, en el coraz¨®n de ?frica, sucedieron cosas poco ejemplares". El m¨¦dico escritor, que pas¨® consulta varios a?os en Tanzania, le reprocha a su viejo colega (sin discutirle su grandeza), por ejemplo, haberse apropiado de los descubrimientos de otros, como el del lago Ngami, en Botswana, que en puridad corresponder¨ªa al cazador William Cotton Oswell. O las cataratas Victoria, bautizadas por Livingstone pero que, apunta Corach¨¢n, ya hab¨ªa documentado el explorador h¨²ngaro Laszlo Magyar tres a?os antes. Tambi¨¦n se aprovech¨® el avispado misionero de las exploraciones de los portugueses Pinto y Ferreira.¡°Y minti¨® en el caso del lago Nyasa¡±.
Pero hay m¨¢s manchas en el historial del buen Livingstone. Tir¨® a menudo de pistola, denuncia Corach¨¢n, incluso contra sus m¨¢s fieles colaboradores negros, trat¨® de manera ruin a su gente (hasta a su familia) y se mostr¨® a menudo poco solidario, ego¨ªsta y majaderamente tozudo.
Bueno, ?y con qui¨¦n estar¨ªa m¨¢s a gusto Corachan tomando un caf¨¦? ¡°Si pudiera, con los dos. Hicieron ambos cosas admirables. Pero si me preguntas cu¨¢l de los dos fue mejor explorador, creo que Stanley. Ha tenido que cargar con ese apodo de Bula Matari, el rompedor de rocas, en kikongo, que siempre se ha visto como alusi¨®n a su brutalidad con sus porteadores y con los africanos en general, pero que en realidad creo que se refiere a su indome?able af¨¢n por abrir caminos¡±.
?Y de salud c¨®mo andaban Livingstone y Stanley, doctor? ¡°Sin duda ten¨ªan que tenerla muy buena para aguantar todo aquello; explorar el coraz¨®n de ?frica requer¨ªa una salud de hierro¡±.
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