Hacerse de querer
El cuarteto granadino celebra su vig¨¦simo aniversario con una avalancha de invitados en un concierto largo pero ¨¢gil y agitado como un revulsivo
Hay pocos ¡°j¨®venes veteranos¡± tan atractivos como Ni?os Mutantes en nuestra escena independiente. Cuesta creer que el fiest¨®n del s¨¢bado en La Riviera (entradas pulverizadas, docena y media de amigos invitados) sirviera para celebrar su vig¨¦simo aniversario, pero llega un momento en que el tiempo se embala. Y Juan Alberto, Andr¨¦s, Miguel y Nani lo afrontan con gallard¨ªa: suenan vitalistas, compactos, con m¨²sculo, alternando lirismo y rabia, vigor y bailecito, ¨ªntegros como pocos en el sector. Salvo por la floj¨ªsima Hermana M¨ªa, ¨²nico ejemplo en que el efectismo prevalece sobre la musicalidad, la hornada de canciones que desparramaron durante 140 minutos fue una bendici¨®n.
Juan Alberto Mart¨ªnez, letrista rara vez circunstancial y acaso el mejor cantante del gremio indie, acept¨® de buen grado compartir micr¨®fono, metros cuadrados y protagonismo con una ins¨®lita avalancha de aliados, muchos de los que han participado en el disco homenaje Mutanciones. Y, aun a riesgo de incurrir en la retah¨ªla, procede constatar unos cuantos hallazgos: la frescura de un El Imperio del Perro jovenc¨ªsimo para la excepcional N¨¢ufragos, el maravilloso chute psicod¨¦lico de Rufus T. Firefly en Ara?icas, la lectura negra y marciana de Julio y Helena en Errante, el innegociable arrebato emocional de Maga (Todo Puede Ir Mejor) o el desali?o con encanto de Ricardo Vicente en El Pozo, que deriv¨® en el despiporre de Yes, Sir, I Can Boogie.
Sumen la belleza hipn¨®tica de Globo (Le¨®n Benavente), la preciosa voz de Juan Luis (Trep¨¤t) para B¨¢rbara, el arrebato de Pasajero o la inolvidable catarsis final de Errante, esta vez junto a Amaral. A los cuatro Mutantes les qued¨® escaso margen de soledad, pero se reservaron los revulsivos: La Puerta o Todo Va A Cambiar. Andar¨¢n todav¨ªa lejos del mill¨®n de amigos que anhelaba Roberto Carlos, pero se sentir¨ªan, probablemente, bien arropados. Porque se hacen, mucho, de querer.
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