Trinos que salen de oscuras jaulas
Hay en Estambul una vieja tradici¨®n: varones que cr¨ªan p¨¢jaros cantores. Dos fot¨®grafas entraron en ese mundo
Los hombres p¨¢jaro son unos pocos centenares de amantes del canto de los pardillos y de los verderones que se re¨²nen en algunos caf¨¦s de Estambul para poner a sus criaturas a competir. Es una tradici¨®n ancestral, que se remonta al Imperio Otomano, y que se ha transmitido de padres a hijos, siempre varones.
Y tambi¨¦n ilegal: los mejores cantos surgen de aves capturadas en la naturaleza, una captura prohibida y multada. Aunque arrebatan la libertad a los p¨¢jaros, parad¨®jicamente, estas personas defienden su libertad para continuar con su pasi¨®n. ¡°No toques mi libertad¡±, lleva tatuado uno de estos hombres en el pecho.
El tatuaje est¨¢ en una de las fotograf¨ªas del fotolibro For birds¡¯ sake (Ediciones La F¨¢brica) y la exposici¨®n hom¨®nima, que se puede ver en la galer¨ªa La F¨¢brica hasta el 23 de mayo. Un delicado trabajo entre lo art¨ªstico y lo documental que retrata a este colectivo. ¡°Es una tradici¨®n muy subterr¨¢nea, que no mucha gente conoce¡±, dice la fot¨®grafa turca Cemre Yesil, coautora del proyecto junto a la germano-rumana Maria Sturm. ¡°Lo m¨¢s interesante es que nunca se ve a los p¨¢jaros: los suelen llevar en cajas de madera cubiertas por una funda de hermoso dise?o, siempre est¨¢n con ellos adonde quiera que vayan. Al parecer, en la oscuridad y en ¨¦poca de celo los p¨¢jaros cantan mucho mejor¡±, dice Yesil.
Tampoco en el fotolibro ni en la muestra se ven p¨¢jaros (tal vez solo en un estampado, en un dibujo, en un primer¨ªsimo plano) lo cual es una de las vueltas de tuerca del proyecto: fotografiar lo invisible. ¡°Los p¨¢jaros est¨¢n solo en tu cabeza¡±, apunta Gonzalo Golpe, editor del volumen.
Amar la libertad de quitar la libertad, fotografiar p¨¢jaros sin que aparezcan p¨¢jaros¡ todav¨ªa hay m¨¢s contradicciones: ¡°En este proyecto dos mujeres j¨®venes se introducen en un mundo de hombres, de p¨¢jaros macho en celo, en un pa¨ªs muy masculino. Pero estos hombres p¨¢jaro son a la vez muy femeninos: cosen las fundas de sus jaulas, eligen los patrones, etc¨¦tera. Un mundo que para m¨ª tiene hasta un punto homoer¨®tico¡±, dice Golpe. Tambi¨¦n apunta que la migraci¨®n anual de estos p¨¢jaros sigue cada a?o el camino que siguieron las invasiones b¨¢rbaras: del norte de Europa al norte de ?frica. En la encrucijada del estrecho del B¨®sforo estas aves y estos hombres unieron sus destinos. El documental The birdmen of Estambul, de Ali Naki Tez, es otra buena forma de conocer su historia. Se encuentra en YouTube.
¡°La idea surgi¨® cuando Maria y yo habl¨¢bamos sobre el fen¨®meno de que, aunque los p¨¢jaros canten siempre igual, la onomatopeya con la que se traduce ese sonido a cada idioma es diferente. As¨ª llegamos a un v¨ªdeo sobre estos hombres¡±, dice Yesil. En las competiciones de canto los hombres p¨¢jaros balancean las cajas, susurran a sus animales, siempre tratando de sacar la melod¨ªa m¨¢s hermosa para que sea valorada por un jurado. ¡°Pero para el profano es dif¨ªcil decir si el p¨¢jaro canta bien o mal, o si ha cometido un error¡±, explica la fot¨®grafa. La candidatura de Turqu¨ªa a la adhesi¨®n a la Uni¨®n Europea, que protege a las aves salvajes, o el crecimiento urbano de Estambul (con el consiguiente deterioro de las zonas verdes colindantes), son los factores que en no mucho tiempo pueden acabar con esta contradictoria cosa de hombres y p¨¢jaros.
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