Lo que est¨¢ en juego
El 26 de junio hay que tener en cuenta la desigualdad creciente y la precariedad y la pobreza cronificada. Y ello merece una respuesta contundente
Volvemos a retomar lo que dejamos sin acabar el pasado 20 de diciembre. El escenario pol¨ªtico es definitivamente plural. La conflictividad social est¨¢ ya presente en las instituciones representativas. Sigue siendo verdad que las ¨¦lites de los grandes partidos son renuentes a dar los pasos necesarios para regenerar el sistema pol¨ªtico. Las fuerzas emergentes han ido entendiendo que no es f¨¢cil conectar los ritmos institucionales con las urgencias sociales. Cuesta negociar en serio cuando muchas veces es m¨¢s importante quedar bien o mal frente a propios y extra?os que adquirir compromisos pr¨¢cticos. Todos hablan de la urgencia en afrontar las perentorias necesidades sociales, pero son muchos los que entienden que ello pasa exclusivamente por que sean ellos los protagonistas. Mucho aspaviento, poca concreci¨®n.
Mientras, el "gobierno en funciones", funciona y sigue con precisi¨®n los dictados de los que de verdad mandan. La demostraci¨®n m¨¢s palpable la tenemos en los acuerdos del pasado Consejo de Ministros. La decisi¨®n del gobierno Rajoy de presentar el recurso de inconstitucionalidad contra la ley 24/2015 del Parlament de Catalunya que recog¨ªa medidas urgentes para afrontar el tema de la vivienda y la pobreza energ¨¦tica, en la pr¨¢ctica supone paralizar la vigencia de la misma. Poniendo adem¨¢s en bandeja la venta de grandes stocks de vivienda en manos de los bancos a los fondos buitre que esperaban ansiosos tal decisi¨®n, ya que en el marco de la ley impugnada los negocios no eran suficientemente rentables, al imponerse frecuentemente el alquiler social y penalizarse las viviendas vac¨ªas. Los del PP saben muy bien a qui¨¦n hay que obedecer. Y lo m¨¢s incre¨ªble es que el argumento para hacerlo se basa en que as¨ª se garantiza la igualdad entre los espa?oles. Por lo visto se trata de entender la igualdad como ser "igualmente miserables y vulnerables" frente a los intereses de los que realmente gobiernan sin tener que pasar por las urnas para conseguirlo.
La agresi¨®n es grave y radical, ya que afecta a todos aquellos que siguen atrapados en el c¨ªrculo de desempleo o bajo salario e hipoteca o alquiler inalcanzable. No resulta de recibo tratar de circunscribir el tema a una nueva agresi¨®n de Espa?a a Catalu?a, cuando el problema es general y dram¨¢tico. Son m¨¢s de 700.000 hogares en toda Espa?a en los que no entra ingreso alguno, y m¨¢s de 1'5 millones de hogares en los que todos sus miembros est¨¢n desempleados. Lo que realmente est¨¢ en juego el 26 de junio es la desigualdad creciente y la precariedad y la pobreza cronificada. Y ello merece una respuesta contundente que vaya m¨¢s all¨¢ de desplazar a Rajoy, salvar al candidato S¨¢nchez, ver si Iglesias lidera el sorpasso o acabar de discernir si Rivera es de centro o de derecha.
Dec¨ªa Karl Polanyi en su obra clave, La Gran Transformaci¨®n (ed.Virus), escrita en 1944 y plenamente vigente, que frente al gran movimiento global que preconizaba la liberalizaci¨®n econ¨®mica y la mercantilizaci¨®n de la vida, hab¨ªa surgido un movimiento amplio e interclasista que buscaba proteger a la sociedad de los estragos del mercado aparentemente autorregulado, pero constantemente impuesto y monitorizado por decisiones gubernamentales (como las del pasado Consejo de Ministros). Hoy, setenta a?os despu¨¦s, el primer gran movimiento sigue totalmente en pie y ha recrudecido su presi¨®n aprovechando el paso del capitalismo industrial al financiero. En cambio, hoy tenemos m¨¢s problemas para identificar a los protagonistas del segundo movimiento, y m¨¢s bien observamos un abigarrado y heterog¨¦neo universo de sufridores y opositores a la mercantilizaci¨®n forzada. Incluso, vemos como como algunos que deber¨ªan estar ah¨ª, se han alineado con la austeridad, la reducci¨®n del d¨¦ficit o la "necesaria liberalizaci¨®n y desregulaci¨®n". Para conseguir armar un movimiento contrahegem¨®nico como el que ser¨ªa necesario, coincido con Nancy Fraser en que ya no basta con buscar la referencia de la explotaci¨®n laboral en plena descomposici¨®n del trabajo como componente vital central, y tampoco conviene encerrarse en marcos estrictamente nacionales que a menudo encierran l¨®gicas retr¨®gradas y contrahist¨®ricas. Hemos de ser capaces de conectar los partidarios de la redistribuci¨®n (muchas veces jer¨¢rquica y centralizadora) con los partidarios de la emancipaci¨®n, que buscan reconocimiento a su diversidad sin perder v¨ªnculos ni solidaridades. Avanzar en esa conexi¨®n es hoy central. Es lo que est¨¢ en juego.
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