Las penas del penal
La compa?¨ªa segoviana Nao d'Amores?lleva la obra Penal de Oca?a al teatro de la Abad¨ªa hasta el 8 de mayo
La asturiana Mar¨ªa Josefa Canellada (1912-1995) era una joven estudiante de Filosof¨ªa y Letras en el Madrid republicano, cuando le cogi¨® la guerra y decidi¨® dedicarse voluntariamente al cuidado de los heridos de la contienda en hospitales de sangre. As¨ª, de las clases con los gigantes de la cultura de la ¨¦poca como Pedro Salinas, Am¨¦rico Castro, Xavier Zubiri o Men¨¦ndez Pidal, pas¨® a los alaridos, las terribles heridas y amputaciones de los sanatorios: primero en uno de Izquierda Republicana (el partido de Aza?a) en la capital, posteriormente en el toledano Penal de Oca?a, transformado para dedicarse a esos menesteres. "Aqu¨ª hay mucha gente que dice que se est¨¢ muriendo: todos aciertan".?
Penal de Oca?a es precisamente el t¨ªtulo de los diarios de Canellada, que hizo pasar por novela cambiando el nombre del personaje principal (y llegando a finalista del premio de novela Caf¨¦ Gij¨®n en 1954, el a?o que gan¨® El balneario de Carmen Mart¨ªn Gaite), pero tambi¨¦n el de la adaptaci¨®n teatral que ha realizado la compa?¨ªa segoviana Nao d'Amores (normalmente dedicada al teatro medieval y renacentista), dirigida por Ana Zamora, a la saz¨®n nieta de la escritora. Se puede ver en el teatro de la Abad¨ªa hasta el 8 de mayo. "Percibimos mucho de teatral en estos diarios, como lo percibimos en muchas otras cosas, y pensamos que merec¨ªa la pena montarlos, no por obscenidad emocional, sino para transmitir un testimonio de primera mano", dice la directora.
"Cuando se tratan temas relacionados con la Guerra Civil todav¨ªa hay gente que se pone muy nerviosa", continua, "pero esta obra no trata de la guerra, sino sobre el compromiso humano y la importancia de ser consecuente con nuestra propia responsabilidad moral en situaciones l¨ªmite". La actriz Eva Rufo, ahora desatada, ahora intimista, ahora inquietante, en la luz tenue, entre lluvias de octavillas y juegos de papiroflexia, encarna a la protagonista en un mon¨®logo solo acompa?ado por el piano de Isabel Zamora (tambi¨¦n nieta de la autora), que no toca las consabidas melod¨ªas belicosas guerracivilistas, sino aquellas que Canellada refleja en su texto: Falla, Chopin, Coubertin o Schubert.
Y es que la clave de la obra est¨¢ en el desencanto que sufre la estudiante metida a enfermera, optimista y voluntariosa, cuando descubre que dentro del penal (ahora hospital) se produce comisariado pol¨ªtico y purgas entre los enfermos. Una vez m¨¢s, destila la obra, la guerra es un horror se la mire por donde se la mire. "La militancia no era algo tan id¨ªlico como ella se hab¨ªa imaginado", dice Zamora.
Para la directora es este un texto que viene muy a cuento: "Vivimos rodeados de necesidades sociales, este es un texto necesario desde la cuesti¨®n humanitaria hasta la cercan¨ªa con el tema de los refugiados". Y transpira tambi¨¦n la obra cierto aliento del krausismo, la Instituci¨®n Libre de Ense?anza o la Junta de Ampliaci¨®n de Estudios, pilares b¨¢sicos de la culturizaci¨®n de la patria que propon¨ªa la Rep¨²blica. "La obra es tambi¨¦n un homenaje y reivindicaci¨®n de aquella cultura espa?ola, del viejo humanismo espa?ol, m¨¢s solidario, m¨¢s moderno, m¨¢s europeo, que desapareci¨® despu¨¦s de la guerra y se fue al exilio".
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