Besando el santo
El protagonista de ¡®Expediente X¡¯ sale m¨¢s que airoso en su estreno musical
Qu¨¦ cachondo. David William Duchovny cumplir¨¢ este verano 56 a?os, pero decide irrumpir en el escenario de la Joy Eslava al comp¨¢s de Young Americans, los J¨®venes Americanos de Bowie. ¡°Soy David. Ellos son el Ma?ana Club. ?V¨¢monos!¡±, anuncia con ese castellano exiguo al que sacar¨¢ c¨®mico partido durante toda la noche. Y funciona.
Su primera visita madrile?a se salda con media entrada, pero los aullidos excitados de la audiencia en la pista nos remit¨ªan a, pongamos por caso, Springsteen en el Bernab¨¦u. Como si de un involuntario homenaje a San Isidro se tratara, lo del agente Mulder de este d¨ªa 15 fue besar el santo nada m¨¢s llegar. Y resulta divertido reparar en que entre sus reflexiones de la velada se maravill¨® por lo mucho que nos besamos en sus conciertos espa?oles ¡°en lugar de esa tonter¨ªa de hacer manitas¡±.
Es imposible sustraerse a la idea de que nuestro sobrevenido cantante del domingo ha protagonizado Expediente X y Californication, y siempre queda la duda de si su tard¨ªo despertar como cantautor no responder¨¢ a un capricho de millonario que huye de la molicie. Los primeros tres o cuatro temas abonaron las sospechas, con un Duchovny avasallado por sus seis excelentes m¨²sicos e inmerso en gestos y movimientos aer¨®bicos que recordaban m¨¢s a Eva Nasarre que a una estrella del rock. Cosas de la impericia, tal vez, pero no se f¨ªen. 3000 es genuino rock americano de ra¨ªz, estupendo y desmelenado. Y si escuch¨¢semos Let It Rain en cualquier garito para almas noct¨¢mbulas, nos pondr¨ªamos como locos con el Shazam hasta averiguar el nombre de su firmante.
A Duchovny le encantar¨ªa ser Jeff Tweedy, y palabra que en su condici¨®n de p¨¢rvulo disc¨ªpulo no lo hace nada mal. Es f¨¢cil recordar las pavorosas incursiones musicales de algunas estrellas de Hollywood, desde Kevin Costner a Bruce Willis, o el soponcio que experimentamos hace unos a?os cuando nos encontramos con un Tim Robbins torpe e imp¨¢vido en la Caracol. El hombre que encarn¨® a Hank Moody es otra cosa. Tiene encanto, se maneja bien en el cuerpo a cuerpo con el p¨²blico y escribe con la solvencia de quien lleva muchos a?os garabateando canciones a hurtadillas. Le falta entrar en calor desde el principio. A los tres cuartos de hora, recreando el Stay de David Bowie con un par de garbeos por todo el local, era el mism¨ªsimo amo de la pista. Con el santo y los besos de cara.
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