Naipes por pezones y vinilos rayados
El Born debate la censura en la m¨²sica y los libros en La Semana de la Cultura Prohibida
La mayor¨ªa de las veces eran intervenciones muy chapuceras, tipo poner un adhesivo sobre la joven de senos al aire (caso de The Pay Back, de 1973, de James Brown), o un tr¨¦bol o una pica de los naipes en los pezones de la chica, como en el I think I¡¯m going fall (in love) del grupo Supercharge, desgracidamente a¨²n en 1977; en otro casos, se esforzaban un poco m¨¢s, como fragmentar la imagen original como si de un puzzle se tratara y eliminar, precisamente, las piezas de los senos y del trasero (portada de Chakachas, de 1974) o retocar sutilmente la ilustraci¨®n como si de un juego de las siete diferencias se tratara (en el Sabbath Bloody Sabbath, de 1973, hay que fijarse en que desaparece el diablo o su representaci¨®n num¨¦rica, el 666). Sobre las canciones, o bien se quitaban directamente o, si era necesario, se superpon¨ªa un pitido en un momento determinado, como en el American Pie, de Don MacLean (1971)¡
La casu¨ªstica sobre las prohibiciones en el mundo de la m¨²sica y el disco en Espa?a durante el franquismo (y un poco m¨¢s all¨¢) es infinita, como demuestra la tragic¨®mica exposici¨®n Vibraciones prohibidas, en el Born, Centre de Cultura i Memoria, de Barcelona, donde se contraponen portadas de elep¨¦s y singles originales con sus versiones editadas en Espa?a. La muestra es, a su vez, s¨®lo la punta del iceberg de las actividades que desde hoy hasta el domingo acoge el centro en el marco de La Semana de la Cultura Prohibida que, entre conferencias, mesas redondas, exposiciones y actuaciones musicales, aborda el impacto de la censura en el ¨¢mbito cultural.
Unos 12 a?os ha invertido Xavier Vali?o en recopilar la informaci¨®n sobre la censura discogr¨¢fica en la m¨²sica pop, que tradujo en su tesis doctoral, nutrida en buena parte en las catacumbas del Archivo de la Administraci¨®n en Alcal¨¢ de Henares. ¡°Encontr¨¦ al final 98 listados, elaborados desde 1960, que inclu¨ªan 4.343 canciones que no se pod¨ªan programar en las radios; los discos se rayaban hasta inutilizarlos o se les a?ad¨ªa una pegatina recordando su imposibilidad de emisi¨®n¡±, aclara el experto, que controla m¨¢s de 300 discos censurados. La broma dur¨® hasta 1977, si bien a partir de 1966 se amnistiaron 564 canciones, recogidas en 42 listas. Pero era un espejismo: en realidad, a partir de aquel 1966, el a?o de la supuestamente aperturista Ley de Prensa e Imprenta del ministro Manuel Fraga, es cuando la censura trabaj¨® a mayor rendimiento. La m¨²sica rock y pop crec¨ªa entonces. Por ello, cuatro censores de libros pasaron a trabajar tambi¨¦n por las tardes, cobrando las correspondientes horas extras, para recortar textos y portadas.
Vali?o divide la muestra, b¨¢sicamente centrada en la actuaci¨®n inquisitorial sobre los elementos gr¨¢ficos de las portadas, en cuatro ¨¢mbitos de censura, el primero de los cuales corresponde a tijeretazos morales: ¡°Se llevaban el 70% de los cortes¡±, fija el comisario. Es la raz¨®n por la que el Just like a woman (1966), de Bob Dylan, es calificado por el censor de ¡°homosexualista¡±, a pesar de que no hay ni una menci¨®n a eso, pero ve¨ªa ¡°dobles sentidos obscenos¡± en las letras, como reflej¨® en el informe, uno de los casi 50 que acompa?an a los discos damnificados y que pueden consultarse en pantallas t¨¢ctiles. Con esa sensibilidad, la espalda y el trasero de una mujer mudan pat¨¦ticamente en los de un elefante en la ilustraci¨®n de Mama Rock and The Sons of Rock and Roll (1976).
La desaparici¨®n de un inmenso crucifijo en el L.A. Woman (1971) de The Doors entra en el ¨¢mbito religioso, como el milagroso crecimiento de las alas que cubren los cuerpos desnudos de la portada de New skin for the old ceremony, de Leonard Cohen (1974). La provocadora idea de la barra de hach¨ªs sobre papel de plata en la que luce el nombre del grupo, Veneno (1977) desapareci¨®, como lo hicieron los t¨ªtulos de las canciones LSD y Hashish del elep¨¦ Brainticket (1971), de Cottonwoodhill, pero de manera tan chapucera que pod¨ªa leerse perfectamente. Eran intervenciones fruto de la misma alarma social que supuestamente deb¨ªa dar el David Bowie vestido de mujer para la censurada portada de The Man who sold the World (1971).
La pol¨ªtica tambi¨¦n provoc¨® espectaculares tijeretazos: el John Lennon que con casco y mono de obrero y pu?o en alto luc¨ªa en la portada de Power to the people (1971) muta en una anodina foto suya cantando, como en otro elep¨¦ suyo y de Yoko Ono, Some time in the New York City (1972), los desnudos de Mao y Nixon son sustituidos por la Estatua de la Libertad y las letras, tergiversadas para hacerlas ininteligibles. En el caso del espa?ol Doctor Pop se lleg¨® al extremo de cambiar el t¨ªtulo del disco: el single de la canci¨®n era Sof¨ªa, de la que se cantaba su vida desinhibida en 1975, incluso as¨ª la interpretaron en TVE, pero alguien debi¨® caer en que era el futuro nombre de la reina de Espa?a, por lo que el grupo pas¨® a cantar Luc¨ªa¡ Y s¨ª, se suprimi¨® de la contraportada y del disco del grupo alem¨¢n Embrya en 1971 la canci¨®n Espa?a, s¨ª; Franco, no; pero en la reedici¨®n de 1975 olvidaron retocar el texto del interior donde el grupo explicaba esa censura; y luego, entrada ya la democracia, se vengaron: entre las canciones figuraba un Spain, yes; Franco finished¡
¡°A veces se repasa y presenta la censura como una cosa divertida y rid¨ªcula, y podemos caer en la banalizaci¨®n del recuerdo de esa censura, como se ha hecho en programas como ACR que emiti¨® hace unos a?os TV-3¡±, alert¨® ayer el historiador y comisionado de Programas de Memoria del Consistorio, Ricard Vinyes. La Semana no olvida la prohibici¨®n de libros, tema central del a?o pasado con una exposici¨®n, Vermell de censura, que se ha recuperado. As¨ª, bajo el ep¨ªgrafe Nihil obstat, y bajo la tutela la directora del Servicio de Bibliotecas de la Generalitat, Carme Fenoll, se debatir¨¢ la censura en las bibliotecas p¨²blicas, con la presencia de Valerie Nye, especialista en censura en las bibliotecas norteamericanas, o Martine Poulain, bibliotecaria y soci¨®loga francesa, que hablar¨¢ de la experiencia en el pa¨ªs vecino: desde el 2000, 30 bibliotecas han sido atacadas o incendiadas en Francia por motivos sociopol¨ªticos o religiosos, donde tambi¨¦n gobiernos locales de ultraderecha proh¨ªben o ponen trabas a que sus centros de lectura tengan libros sobre islamismo o introducciones a la sexualidad para ni?os peque?os.
La red tampoco se libra del fen¨®meno, como denunciar¨¢ Gabriella Coleman, autora del libro Las mil caras de Anonymus, en su conferencia que abrir¨¢ hoy las jornadas. Un mercado de libros prohibidos el s¨¢bado y el domingo a partir de propuestas de 27 librer¨ªas y un concierto de Gerard Quintana (s¨¢bado, 20 horas) interpretando canciones que sufrieron persecuciones conforman parte de la nutrida programaci¨®n de ¡°un peligro que no es tan lejano: s¨®lo el 13% de la poblaci¨®n mundial vive en pa¨ªses con libertad de prensa asegurada; en 2014 era un 14% y Espa?a ocupa s¨®lo el puesto 34 entre los pa¨ªses con mejores condiciones sociojur¨ªdicas para que la prensa pueda ejercer su trabajo¡±, seg¨²n Llu¨ªs Agust¨ª, comisario de la Semana.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.