?Big Data para el cambio?
El problema es que no podemos controlar qu¨¦ ocurre con la informaci¨®n que hemos generado. Nuestros actos de hoy pueden volver para acecharnos. Las bases de datos sobreviven m¨¢s all¨¢ de nuestras buenas intenciones
Hace unos d¨ªas, en la conferencia final de un interesante proyecto de investigaci¨®n sobre tecnolog¨ªas para la democracia directa y la participaci¨®n, se debati¨® la posibilidad de poner el Big Data al servicio del cambio social. El Big Data se refiere a la posibilidad de manejar y analizar enormes bases de datos, pero es m¨¢s una marca que un concepto. No est¨¢n definidos qu¨¦ datos, qu¨¦ volumen ni qu¨¦ procesos de an¨¢lisis son propios del Big Data, por lo que no es un concepto t¨¦cnico. No obstante, funciona bien como marca, para definir el procesamiento de datos que incorpora grandes vol¨²menes de entradas de diferentes procedencias. Como definici¨®n de andar por casa, pero ¨²til, el Big Data es todo aquello que ya no nos cabe en la hoja de Excel.
La posibilidad de cruzar tantos datos relacionados con actividades humanas abre las puertas a unos niveles de an¨¢lisis de procesos sociales y pol¨ªticos abrumadores. La mercadotecnia hace tiempo que lo descubri¨®, y desde hace a?os toda nuestra actividad online y en redes sociales alimenta estudios de mercado y campa?as de publicidad m¨¢s o menos personalizadas que buscan generar ingresos en base a la posibilidad de conocer los deseos, necesidades y nivel adquisitivo de los potenciales clientes. Si el Big Data nos dice que alguien va al gimnasio y adquiere productos de diet¨¦tica, ofrezc¨¢mosle esa m¨¢gica p¨ªldora adelgazante.
Tambi¨¦n en el ¨¢mbito policial se ha buscado maximizar las posibilidades del an¨¢lisis de datos masivos, con m¨¢s o menos acierto, desarrollando aplicaciones de geolocalizaci¨®n y mapeo, y bases de datos que se espera que contribuyan a poder predecir delitos en base al an¨¢lisis de factores de riego ambientales o personales y series hist¨®ricas de delitos.
M¨¢s recientemente, la pol¨ªtica ha empezado a descubrir tambi¨¦n c¨®mo los datos personales pueden proporcionar informaci¨®n sobre tendencias y creencias ideol¨®gicas, o derivarlas de otras rutinas. Esta aproximaci¨®n individualizada y geolocalizada puede hacer m¨¢s eficiente la asignaci¨®n de recursos en campa?a, y permitir un seguimiento de la popularidad de los candidatos y medidas pol¨ªticas muy detallado. Aunque los datos no son infalibles ni est¨¢n libres de error al intentar predecir tendencias electorales (como muestra el reciente fracaso del gur¨² de la estad¨ªstica electoral, Nate Silver, en predecir el ¨¦xito de Trump), un adecuado manejo de hip¨®tesis y datos puede llegar a marcar la diferencia.
Entonces, si publicistas, polic¨ªas y pol¨ªticos est¨¢n utilizando el Big Data para ganar m¨¢s dinero, atrapar m¨¢s delincuentes y ganar elecciones, ?por qu¨¦ no poner el Big Data al servicio del cambio? La tentaci¨®n es enorme. Pero, ?se puede poner la sociedad de la vigilancia al servicio de la gente? Los datos no son un recurso cualquiera. ¡°Toda aplicaci¨®n digital que pueda ser utilizada para la vigilancia y el control, va a ser utilizada para la vigilancia y el control¡±, advierte Shoshana Zuboff.
El problema del Big Data es que se basa en el registro constante e individualizado de actividades humanas, generando perfiles de datos que recogen hechos y rutinas, pero tambi¨¦n interacciones, creencias y sentimientos. Nos impone la transparencia sin darnos la posibilidad de opinar o controlar qu¨¦ ocurre con la informaci¨®n que hemos generado. Es una versi¨®n digital, ubicua e inescapable de La vida de los otros. Saber que nuestra presencia en una movilizaci¨®n, un m¨ªtin o una iglesia puede ser registrada puede llevarnos a la autocensura o la autolimitaci¨®n en el uso de derechos fundamentales. Constar en la base de datos de un partido pol¨ªtico porque un d¨ªa votamos desde una plataforma pol¨ªtica puede ser utilizado en nuestra contra en un futuro. Nuestros actos de hoy, registrados por el Big Data, pueden volver para acecharnos. De la misma forma, las infraestructuras de datos creadas hoy, desde la Smart City a las herramientas de participaci¨®n pol¨ªtica, pueden un d¨ªa acabar en manos no deseadas. Las bases de datos sobreviven m¨¢s all¨¢ de nuestras buenas intenciones.
En este contexto, intentar poner el actual Big Data al servicio del cambio emerge como una temeraria ingenuidad. El problema no es qui¨¦n usa el Big Data ¡ªlos buenos o los malos¡ª, sino la normalizaci¨®n del registro de toda actividad humana en democracia. ?Significa esto renunciar a la tecnolog¨ªa para promover el cambio social? No. Lo que s¨ª exige es crear paradigmas tecnol¨®gicos y de gesti¨®n de datos propios, basados en el uso responsable de los datos y su anonimizaci¨®n en origen, en la creaci¨®n de mecanismos cre¨ªbles de transparencia y control por parte de la ciudadan¨ªa. Y s¨®lo cuando hayamos definido este nuevo paradigma tecno-pol¨ªtico, cuando contemos con una definici¨®n y herramientas propias para un Big Data Responsable, podremos entrar en las movedizas arenas del Big Data para el cambio.
Gemma Galdon es doctora en pol¨ªticas p¨²blicas.
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