Ferran Adri¨¤ y Juan Diego Fl¨®rez, pura emoci¨®n neuronal
Un experimento registra la reacci¨®n del chef y el tenor a las creaciones del otro
Las l¨ªneas saltaban literalmente de la gr¨¢fica que registraba la respuesta neurol¨®gica del cerebro del cocinero Ferran Adri¨¤ al o¨ªr los agudos del tenor Juan Diego Fl¨®rez interpretando la famosa aria de Rigoletto La donna ¨¦ mobile. ?Y a menos de un metro de distancia? Una respuesta parecida arroj¨® el cerebro del tenor cuando degust¨® uno de los platillos que le sirvi¨® Adri¨¤: un jam¨®n de toro que en realidad era una l¨¢mina de ventresca. La curva del tenor tambi¨¦n se dispar¨® con el miniairbag relleno de espuma de queso manchego. De nuevo, el vibrante O sole mio que interpret¨® Fl¨®rez, acompa?¨¢ndose con la guitarra, moviliz¨® la actividad neuronal de Adri¨¤, quien reconoc¨ªa la excepcionalidad de la experiencia: ¡°tan especial como cuando Miquel Barcel¨® se puso a pintar un d¨ªa en elBulli o cuando se present¨® Robert de Niro. Lo de hoy es para no olvidar¡±.
El singular experimento se produjo ayer en el BulliLab de Barcelona, donde Adri¨¤ tiene su cuartel general. El gur¨² de la cocina y el divo peruano son amigos ¡ªy embajadores de Telef¨®nica pos su proyectos creativos y sociales¡ª y aprovecharon la estancia de Fl¨®rez en la capital catalana ¡ªactu¨® el martes en el festival Jardins de Pedralbes ¡ª para verse y confrontar sus ideas y experiencias creativas. De c¨®mo han evolucionado la gastronom¨ªa y el belcanto con la tecnolog¨ªa. ¡°Mi instrumento b¨¢sico es la voz, la t¨¦cnica es lo que se aprende¡±, comentaba Fl¨®rez. ¡°Para m¨ª, a veces lo m¨¢s dif¨ªcil es componer el men¨², debe ser algo como escoger el repertorio de un concierto¡±, apostillaba Adri¨¤. Si Fl¨®rez acostumbra a grabarse continuamente para escucharse y corregir, el cocinero explic¨® que en cocina se parte de elaboraciones intermedias y es la fase final lo que aporta la creatividad.
Pero lo m¨¢s singular del encuentro fue que los dos se sometieron a un experimento de neurociencia para medir la respuesta neurol¨®gica a las emociones que sent¨ªan: Fl¨®rez degustando siete de las creaciones gastron¨®micas de Adri¨¢ y ¨¦ste escuchando al tenor interpretar seis canciones. Primero fue el tenor el que obedeci¨® disciplinadamente las indicaciones de Mar¨ªa L¨®pez, de la empresa de neurociencia BitBrain: ¡°Cierre los ojos, rel¨¢jese¡±. Su cabeza estaba ya rodeada con un mecanismo de sensores, mientras que un pol¨ªgrafo med¨ªa la respuesta galv¨¢nica de la piel. ¡°Tenemos que hacer una calibraci¨®n del cerebro antes de empezar con el experimento¡±, explicaba la responsable de la prueba.
Experiencias incre¨ªbles
Mientras, Adri¨¤ controlaba c¨®mo iba la preparaci¨®n de la primera de las degustaciones previamente elaboradas en el restaurante Tickets, de su hermano Albert. ¡°Esto nunca ha pasado en el BulliLab; aqu¨ª no se cocina, ni se come. Nos estamos saltando una regla hasta ahora sagrada¡±, ironizaba entre sus idas y venidas a un espacio habilitado en el acceso al BulliLab donde se daba el ¨²ltimo toque a los platos.
A unas olivas esf¨¦ricas ¡ª¡±?no hay m¨¢s?, inquiri¨® Fl¨®rez cuando las prob¨® ¡ª le siguieron otras seis creaciones gastron¨®micas de Adri¨¤: el miniairbag, jam¨®n de toro, Neguiri con salsa de lima, navajas con salsa de Umeboshi, pomelo rosa con jengibre y ostras con salsa de gazpacho y de kumquat. Y en cada una, los sensores dibujaban la respuesta cerebral del tenor a lo que com¨ªa. Luego fue Adri¨¤ el que se sent¨® conectado con los sensores mientras se escuchaba a su compa?ero de experimento calentado la voz al fondo de la nave. ¡°Tiene que relajarse y no pensar en nada¡±, le indicaba la t¨¦cnica. ¡°Ya veremos si lo consigo¡±, bromeaba Adri¨¤, que desconoc¨ªa el repertorio que iba a escuchar.
Si la famosa aria de Rigoletto hizo bailar las l¨ªneas de la gr¨¢fica emocional, en otros temas que interpret¨® Fl¨®rez m¨¢s populares, como La paloma, S¨®lo le pido a Dios, Del puente a la Alameda o el rockero Satisfaction dejaron un registro m¨¢s tranquilo en los sensores. La cara del cocinero no dejaba rastro de duda de la emoci¨®n que sent¨ªa. Al final del experimento, los dos concluyeron: ¡°Tenemos la suerte de vivir experiencias incre¨ªbles¡±.
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