Dos sindicalistas muertos, a 1.500 pesetas
Paco Ignacio Taibo II baja al detalle de la Barcelona revolucionaria de 1917 a 1923 con 'Que sean fuego las estrellas', un libro de "historia narrativa"
Reuniones de patronos en Barcelona en casa de un noble de Espa?a en Barcelona y en la que supuestamente estaba Francesc Camb¨®, donde se hace una colecta y se re¨²nen en un momento 1.500 pesetas para pagar la muerte de los l¨ªderes sindicalistas Salvador Segu¨ª y ?ngel Pesta?a. Pasar a exportar a Europa de 10,5 toneladas de mantas (1913) a 4.500 toneladas (1915), gracias a turnos de trabajo en f¨¢bricas y talleres que completaba las 24 horas, con jornadas de 11 horas y media en el textil, diez en la qu¨ªmica o nueve en el mueble. Polic¨ªas corruptos que, sin escr¨²pulo alguno, practicaban la guerra sucia a los anarcosindicalistas mientras extorsionaban tambi¨¦n sin miramiento a los patronos; el servicio de espionaje alem¨¢n encargando asesinatos a la polic¨ªa barcelonesa que ¨¦sta atribu¨ªa a los trabajadores violentos; anarquistas que viajaban a Rusia (sin ¨¦xito) a ver a Trotsky para pedirles armas. Las patatas o el pan o el carb¨®n (cuando se encontraba), subiendo un 50% su precio en menos de un a?o; huelgas que paralizaban literalmente una ciudad como la provocada por los trabajadores de la el¨¦ctrica La Canadiense (1919, 44 d¨ªas); del bando de la patronal o del de los sindicalistas, a casi un atentado por d¨ªa (304) en 1920¡
Ese era el caldo de cultivo de la Barcelona de 1917 a 1923, germen de una revoluci¨®n finalmente fallida pero que ¡°estuvo entre las m¨¢s grandes de la historia de la Humanidad¡±, seg¨²n el escritor, historiador y activista de izquierdas?Paco Ignacio Taibo II, subyugado de peque?o (y de mayor) por los movimientos sociales revolucionarios, desde el de su Asturias natal de 1934 al movimiento zapatista mexicano. Coherente, pues, que haya dedicado 542 trepidantes p¨¢ginas al periodo de eclosi¨®n del anarquismo en Catalu?a, Que sean fuego las estrellas (Cr¨ªtica).
Fueron m¨¢s las bandas patronales las que se nutrieron con gente de los bajos fondos y del hampa que el movimiento anarquista
Solo le faltaba a ese tan vibrante como inquietante y esperanzador periodo el pulso novel¨ªstico de Taibo II y su af¨¢n por los detalles de factor humano para construir ¡°un libro de historia narrativa¡±, como bautiza h¨ªbridamente su rigurosa propuesta. ¡°Es una historia de multitudes con rostro¡±, apuntilla, proyecto que arrastra desde hace 30 a?os, cuando ultimaba una historia sobre la revoluci¨®n de Asturias de 1934. ¡°Lo hice, y me fue muy bien, pero me pregunt¨¦: ¡®?D¨®nde est¨¢ la ¨¦pica proletaria?' Y estaba en el nacimiento real de la CNT en 1917 y en Barcelona y por ah¨ª fui¡±. As¨ª reuni¨® un sinf¨ªn de libros y cajas y libretas de documentaci¨®n, pero no sab¨ªa c¨®mo escribirlo. Tres d¨¦cadas despu¨¦s, le ayud¨® a retomar el tema la pol¨¦mica sobre el independentismo catal¨¢n y la lectura de una novela sobre la ¨¦poca de Andreu Mart¨ªn, Cabaret Pompeya. ¡°S¨ª, en ese tiempo perd¨ª casi todas las fuentes orales pero ten¨ªa un sinf¨ªn de archivos nuevos abiertos y acceso a la colecci¨®n del diario Solidaridad Obrera¡±. Y lo que no sali¨® en tres d¨¦cadas, sali¨® en un a?o, pero en jornadas de 14 horas, como un esclavizado proletario de la ¨¦poca en Barcelona¡
Si una cosa queda clara tras la lectura es la violencia inaudita del periodo. ¡°El culto a la pistola es un tema cabr¨®n en la CNT¡±, dice con deje mexicano Taibo II (Gij¨®n, 1949), que tiene claro que fue el Estado y la patronal catalana los que empujaron al anarcosindicalismo a la lucha armada, ¡°cayeron en su trampa, alej¨¢ndolos de la corriente que quer¨ªa llegar a su objetivo dentro del movimiento pac¨ªfico de masas, aunque siempre hubo un grup¨²sculo muy violento¡±, admite. Las cifras que aporta el propio historiador-novelista son irrefutables: En 1919 se contabilizan 109 atentados en Barcelona; al a?o siguiente, ser¨¢n 304. En menos de seis meses, desde la huelga promovida por La Canadiense, los trabajadores cuantifican en 43.000 los obreros detenidos en Catalu?a, sin juicio en la mayor¨ªa de los casos y con incomunicaciones de hasta un mes. El gobierno de Madrid, aunque rebajaba la cifra a 15.000, reconoc¨ªa incluso que era ¡°muy elevada¡±. Y a¨²n as¨ª, como indica el autor, hab¨ªa diferencias: ¡°Los sindicalistas tiraban a matar; la polic¨ªa, en pleno delirio, torturaba toda la noche y luego tiraba los cad¨¢veres por las calles, sin ojos¡¡±. El somat¨¦n, la ¡°guardia blanca¡± de la burgues¨ªa, como se la conoc¨ªa en Barcelona, pas¨® de 45.000 miembros en agosto de 1919 a 60.000 en enero de 1920¡
El nombre de Manuel Bravo Portillo funciona para Taibo II como paradigma de esa violencia institucional. De facto jefe de la polic¨ªa de Barcelona, creo una escalofriante red de confidentes en la periferia del sindicalismo, pero tambi¨¦n del mundo del hampa, cobraba protecci¨®n a casas de juego y burdeles y es, en su opini¨®n, responsable indirecto de la muerte (50 disparaos de rev¨®lver), en 1918, del empresario metal¨²rgico Jos¨¦ Antonio Barret, que comerciaba con Francia obuses y espoletas de artiller¨ªa. Oficialmente, Bravo Portillo acus¨® al sindicato de Metalurgia del crimen, pero investigaciones judiciales posteriores apuntaron a un confidente suyo: el polic¨ªa habr¨ªa cobrado 15.000 pesetas de la ¨¦poca del servicio de espionaje alem¨¢n para acabar con Barret. Con los a?os, fuera de la estructura oficial, Bravo Portillo acabar¨ªa montando una oficina de ¡°asuntos sociales¡±: apaleos, servicios de guardaespaldas, provocaciones, confidentes... ¡°Era la polic¨ªa particular de la patronal¡±, le define Taibo II.
Los polic¨ªas Bravo Portillo, Arlegui o el gobernador militar Severiano Mart¨ªnez Anido y su? ¡°ley de fugas¡± son, para el autor, ¡°algo s¨®lo comparable a las SS alemana"
El autor, siempre atento a los detalles, est¨¢ especialmente satisfecho tambi¨¦n de haberle puesto rostro a quien coloc¨® la bomba en el cabaret Pompeya del Paralelo (1919: seis muertos, 18 heridos; escribe que fue Inocencio Feced, miembro del sindicato Libre por orden del Director General de Seguridad de la Polic¨ªa de Barcelona, Miguel Arlegui) y por documentar ¡±episodios casi olvidados¡±, como el mot¨ªn de las mujeres por los precios de los productos b¨¢sicos o la huelga de criadas, coordinada por el l¨ªder Pesta?a, ambas en 1918.
Bravo Portillo, Arlegui o el gobernador militar Severiano Mart¨ªnez Anido (1920-1922 y su tristemente famosa ¡°ley de fugas¡±) son, para el autor, ¡°algo solo comparable en la historia a las SS alemana: su idea del orden asusta hasta a un mon¨¢rquico reaccionario como Alfonso XIII¡±. Rompe tambi¨¦n moldes Taibo II al asegurar que ¡°fueron m¨¢s las bandas patronales las que se nutrieron con gente de los bajos fondos y del hampa que el movimiento anarquista¡±. Y en esa l¨ªnea, tambi¨¦n est¨¢ disconforme con la extendida teor¨ªa de que la violencia del anarquismo catal¨¢n era fruto de la influencia de la inmigraci¨®n llegada del campo andaluz: ¡°Es una tesis ahist¨®rica: cuando sigues bien el rastro desde el principio ves que el aluvi¨®n de campesinos es muy anterior a 1917 y que los chicos de las pistolas eran de segunda y tercera generaci¨®n de proletarios catalanes, bien integrados ya en estructuras sindicales¡±.
Para rematar la espiral de violencia institucional, solo falt¨® la sangrienta labor de los Sindicatos Libres, apadrinados por la patronal y bajo las ¨®rdenes t¨¢citas del entonces capit¨¢n general de Catalu?a, el general Milans del Bosch, que dedicaron parte de su estrategia a torpedear a los abogados laboralistas que colaboraban con los cenetistas (hubo letrados de oficio que, para dejar de defender a los sindicalistas, llegaban a pagar la friolera de mil pesetas quienes quisieran su puesto) y que asesinaron a l¨ªderes obreros como Francesc Layret o a Salvador Segu¨ª, el Noi del Sucre, precisamente de los m¨¢s contrarios a la lucha armada dentro del anarquismo.
Que la violencia del anarquismo catal¨¢n era fruto de la influencia de la inmigraci¨®n llegada del campo andaluz es una tesis ahist¨®rica
?El proceso vivido entre 1917 y 1923 lleg¨® a ser propiamente revolucionario? ¡°Sin duda, si entendemos por revoluci¨®n cambios profundos en la sociedad y no solo movimientos armados triunfantes; hay que salirse del esquema de que de revoluciones s¨®lo ha habido cuatro: la rusa, la china, la vietnamita o la cubana; la anarquista de Barcelona est¨¢ con la de la India, la del apartheid sudafricano o la de los derechos humanos norteamericanos¡ La huelga de La Canadiense es un proceso revolucionario de los m¨¢s potentes que ha conocido Europa; acab¨® en derrota, s¨ª, pero su poso ideol¨®gico, subterr¨¢neo, reapareci¨® en 1931 y su esp¨ªritu se quiso recuperar en 1936¡±. Y cita como sustrato ¡°un modelo de comportamiento pol¨ªtico, el asociacionismo, el federalismo y un honor proletario y una pureza ¨¦tica brutal que est¨¢n ah¨ª¡ para quien quiera verlo, claro¡±.
De toda aquella ¡°¨¦pica ¨¦poca¡±, parece quedar poco en la ¡°apat¨ªa¡± actual. ¡°Creo que est¨¢ ah¨ª pero no tiene vigencia, por ejemplo en movimientos como Ocupa Wall Street, pero sin reconocerse como tales¡±. ?Y en el hoy apagado movimiento zapatista? ¡°El zapatismo siempre ha estado entre sombras de ruidos y silencios. Zapatismo, anarquismo¡ estos movimientos siempre campanean¡±. O sea, van¡ y vuelven. No hay que dudar, pues, como en el Hamlet de Shakespeare, de que sean fuego las estrellas.
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