El rey de la playa hace bailar hasta a la arena del Bes¨®s
El ¡®disc-jockey¡¯ David Guetta convierte el Barcelona Beach Festival en una macrodiscoteca
A las 22.05 de la noche del s¨¢bado David Guetta, que hac¨ªa pocos d¨ªas estaba en Par¨ªs como estrella de la final de la Eurocopa, sali¨® al escenario del Barcelona Beach Festival, en la playa del F¨°rum, en Sant Adri¨¤ del Bes¨®s, que en su tercera edici¨®n aument¨® su convocatoria alcanzando las 35.000 personas. Toda la arena se llen¨® de c¨¢maras mientras la melod¨ªa de Encuentros en la Tercera Fase iniciaba el show. Los brazos de la multitud, candidatos a sufrir m¨¢s tarde una tendinitis, golpearon el aire en muestra de aprobaci¨®n, mientras el despliegue de luces y proyecciones llenaba de est¨ªmulos las enormes pantallas del escenario y la multitud tarareaba las sencillas y efectivas melod¨ªas que dan sentido a la propuesta bailable de Guetta, de nuevo rey en una playa donde hace bailar hasta a la arena y que ha visitado los tres ¨²ltimos a?os. Ya es casi, pues, su festival.
Pero la fiesta hab¨ªa comenzado bastante antes, y terminar¨ªa mucho m¨¢s tarde. A las 17.30 ya hab¨ªa una riada de chavales (la edad media del festival es la m¨¢s baja de los que se hacen en Barcelona), dirigi¨¦ndose al recinto. La edad no s¨®lo era perceptible por cuestiones de lozan¨ªa, sino tambi¨¦n porque de vez en cuando se o¨ªan comentarios de todo tipo protagonizados por pap¨¢ o mam¨¢. Pero ellos, aburridos como siempre, no estaban all¨ª, de manera que aquello iba a ser una tarde de libertad que para algunos comenzaba con un notorio botell¨®n justo en el acceso. Y eso que las nubes proteg¨ªan a la chavaler¨ªa del sol, limitando la temperatura y la sensaci¨®n de calor que, a veces, empuja a beber. Muchos iban al festival por vez primera, como denotaban sus dudas sobre el camino a tomar una vez abandonada la parada de metro, y los m¨¢s veteranos sacaban pecho comentando las dos v¨ªas de acceso posible.
Una vez en la playa, superados los controles de seguridad en busca de bebida camuflada no se sabe d¨®nde (el vestuario era tan escueto que ni una caja de cerillas podr¨ªa escamotearse al ojo del vigilante), se percib¨ªan cambios con respecto a las dos primeras ediciones del festival. Ya que los disc-jockeys no cambian de edici¨®n en edici¨®n, que al menos cambie el entorno, debi¨® pensar la organizaci¨®n. As¨ª, de entrada se ve¨ªan m¨¢s barras, algunas de ellas en la propia arena, mejorando de este modo el servicio a la asistencia. El escenario, enorme como de costumbre, ten¨ªa por vez primera un motivo corporativo, el logo del festival, una calavera de la que salen tent¨¢culos muy en la l¨ªnea de las figuras fantasmales de Piratas del Caribe. Sobre el firme del montaje se elevaba una tarima que dejaba el escenario del Papa en Valencia a la altura de un pal¨¦ y all¨ª encima operaban estos sacerdotes laicos que son los disc-jockeys del dance.
Uno de los primeros en actuar fue JP Candela, cuyo nombre no podr¨ªa ser m¨¢s apropiado. A base de house machambrado con temas de Oasis o Coldplay entre otros, su sesi¨®n puso en danza a todo el personal. Pero la estrella fue un acompa?ante suyo, se supone, un hippie con aspecto de estar en otro lugar, que se puso a bailar sobre la mesa del disc-jockey. Ten¨ªa muy poca gracia haci¨¦ndolo, pero el entusiasmo de la multitud lo perdon¨® todo. M¨¢s tarde triunfar¨ªan muchos otros, hasta que Hardwell diese por concluida la fiesta ya de d¨ªa. Ser¨ªa ya hora de volver a ver a mam¨¢. Mejor que a pap¨¢, por lo general menos comprensivo.
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