La inteligencia callada de las calles
El autor defiende la necesidad de cambiar la nomenclatura franquista de Madrid para restituir el honor de los fieles a la Rep¨²blica
Madrid (y toda Espa?a) ha convivido con la metralla de la guerra en los nombres de sus calles. El Comisionado de la Memoria Hist¨®rica, que dirige Paca Sauquillo, abogada que conoci¨® en su familia la terrible huella de la metralla fascista, ha propuesto al Ayuntamiento de la capital sustituir (en muchos casos) la memoria de la metralla de los vencedores por el ejemplo literario o civil de quienes fueron vencidos y adem¨¢s sufrieron persecuci¨®n por serlo.
La propuesta de cambio contiene al menos dos m¨¦ritos. Uno es el directamente relacionado con la memoria, que es el prop¨®sito primordial de la comisi¨®n que preside Sauquillo. Madrid debe arreglar su relaci¨®n con un pasado dif¨ªcil quitando de su nomenclatura callejera el recuerdo de quienes se auparon ah¨ª (y al poder) por las armas. Eso lo consigue, en gran medida, el callejero propuesto.
En segundo lugar, la comisi¨®n convoca a la gente a hacer memoria de algunos personajes olvidados de la historia cultural, social o pol¨ªtica de Madrid. Ochenta a?os despu¨¦s de iniciada la guerra civil que gan¨® Franco, que tuvo el poder de borrar a sus oponentes hasta de los libros de texto, es hora de que la gente se familiarice con nombres como los de Arturo Barea, Max Aub, Manuel Chaves Nogales o Juli¨¢n Besteiro, que de una manera u otra han vivido desde entonces en un destierro real y simb¨®lico a la vez. El destierro del exilio, de la muerte y del olvido.
La propuesta contiene otros elementos que tienen que ver con la nueva conciencia de los problemas viejos. Que Soledad Cazorla, voluntariosa fiscal que asumi¨® por primera vez la lucha contra la violencia sobre la mujer, tenga un recordatorio en las calles de Madrid hace justicia a la vez que hace memoria actual de una ignominia con la que convivimos a diario. Y que Marcelino Camacho, un luchador social y pol¨ªtico que se empe?¨® en ara?ar derechos bajo la dictadura, tenga un homenaje permanente donde antes lo tuvo el general Mu?oz Grandes es saludable para la nomenclatura urbana y, por tanto, para el reflejo de la historia que debe presidir las calles de la ciudad.
El callejero que se propone anula metralla y saca del ostracismo pol¨ªtico a la sociedad civil, republicana o no; una ¡°escritora falangista¡± (como se dice en la propuesta), Mercedes F¨®rmica, sustituir¨ªa a los ¡°Ca¨ªdos de la Divisi¨®n Azul¡±, la plaza de Arriba Espa?a pasar¨ªa a ser, m¨¢s llanamente, plaza de la Charca Verde, y la calle de los Hermanos Noblejas acoger¨ªa la calle de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza, a la que se debe gran parte de la cultura espa?ola que desemboc¨® en la m¨¢s tarde frustrada Rep¨²blica espa?ola y en el abundante exilio subsiguiente.
Y para colmar esa restituci¨®n de la inteligencia frente a la metralla, la calle de la Inteligencia sustituir¨ªa la que ahora honra a aquel militarote brutal que interpel¨® a Miguel de Unamuno (dando vivas a la muerte de la inteligencia) en los proleg¨®menos de la guerra, cuando el viejo fil¨®sofo se atrevi¨®, en el estrado del Paraninfo salmantino, a oponer la inteligencia a la metralla. En la pel¨ªcula que sobre don Miguel protagoniza ahora Jos¨¦ Luis G¨®mez se evoca ese episodio. Que de manera tan simb¨®lica la ley de la memoria hist¨®rica restituya el honor herido entonces de Unamuno es una saludable noticia, como un desplante, que pone en su sitio a la inteligencia y a Mill¨¢n Astray.
Se objetar¨¢ mucho esta propuesta, claro. Se dir¨¢, por ejemplo, que hay que cambiar sobres y tarjetas. Mucho m¨¢s doloroso habr¨¢ sido, sin duda alguna, cambiar entonces sobres y tarjetas para poner metralla donde antes hab¨ªa, por ejemplo, plazas de las charcas verdes u otros nombres que ten¨ªan m¨¢s que ver con la convivencia, la inteligencia y la alegr¨ªa que con los fusiles o con los tanques.
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