Las toallitas h¨²medas atascan las depuradoras madrile?as
El a?o pasado se tiraron por el v¨¢ter 27.000 toneladas de toallitas, cuatro kilos por habitante
La cantidad de toallitas h¨²medas y otros productos de higiene personal que se tiran al inodoro en la Comunidad de Madrid ha crecido un 20% en seis a?os, alcanzado las 27.000 toneladas en 2015; lo que significa una media de cuatro kilos por madrile?o. La empresa p¨²blica Canal de Isabel II destina 2,2 millones de euros anuales a la retirada de estos desperdicios que provocan atascos en las bombas de las depuradoras, y el consiguiente vertido de aguas residuales al cauce de los r¨ªos.
Llegan en una procesi¨®n interminable flotando por el colector, una tras otra, desplegadas e inmutables. Entre ellas, alguna compresa, alg¨²n salvaslip, alg¨²n preservativo¡, pero las toallitas h¨²medas dominan, son mayor¨ªa. Han llegado a la entrada de la depuradora que trata las aguas residuales de Legan¨¦s, Pinto, Parla, Fuenlabrada, Parla, Humanes y el sector III de Getafe (1,2 millones de habitantes), pero la estampa es similar en cualquiera de las 156 plantas diseminadas por la regi¨®n que gestiona el Canal de Isabel II. ¡°Y eso que estamos en ¨¦poca seca¡±, advierte Miguel ?ngel G¨¢lvez, subdirector de depuraci¨®n de la empresa.
Los momentos cr¨ªticos se producen cuando comienza a llover de forma intensa tras un periodo sin precipitaciones, por ejemplo, al finalizar el verano. El agua arrastra las toallitas enganchadas por el alcantarillado, en cualquier rugosidad del colector o en tramos con poca pendiente, que aterrizan en tromba en la depuradora mezcladas con otros residuos. La planta se ve desbordada y sin capacidad para retirarlas antes de que alcancen las bombas que impulsan el agua todav¨ªa sin tratar hasta la zona de depuraci¨®n. Las toallitas escapan al control y se van enrollando en unas inmensas madejas, que impiden el funcionamiento correcto de las bombas y que, en ocasiones, provocan la parada de la instalaci¨®n.
Como consecuencia, el agua residual se desborda y sale sin tratar al cauce del r¨ªo (al arroyo Culebro en el caso de esta depuradora). A estos problemas se a?aden las dificultades a las que se enfrentan los trabajadores para solucionar las aver¨ªas de determinados componentes. ¡°Es especialmente penoso cuando los buzos se tienen que introducir en esa agua sucia¡±, explica G¨¢lvez.
La costumbre de arrojar las toallitas higi¨¦nicas al inodoro provoca las primeras consecuencias en las mismas casas de donde parten. En los ¨²ltimos a?os se han multiplicado los atascos en las tuber¨ªas interiores de las viviendas, sobre todo, si tambi¨¦n se vierte aceite y otros elementos como bastoncillos para los o¨ªdos, algodones, salvaslip o compresas, que contribuyen a incrementar el embotellamiento.
Un camino de seis a ocho a horas
Las toallitas h¨²medas, como se indica en los envases, son biodegradables (se transforman de forma natural), pero necesitan un tiempo que depende de su composici¨®n. Las aguas residuales tardan entre seis y ocho horas en su recorrido del v¨¢ter de una vivienda madrile?a a la estaci¨®n depuradora asignada. Un intervalo insuficiente para la descomposici¨®n de las toallitas que, como mucho, se rompen en jirones que facilitan que se enganchen en cualquier recodo del camino.
El papel higi¨¦nico, sin embargo, fabricado con celulosa, no da problemas en ese sentido porque se desintegra en ese intervalo. Las toallitas, adem¨¢s, pueden incluir en su composici¨®n poli¨¦ster o polietileno mezclado con celulosa o tejidos textiles como el algod¨®n, que dificultan su desaparici¨®n. Las peores: las que contienen m¨¢s productos qu¨ªmicos; normalmente son tambi¨¦n las m¨¢s baratas.
En la depuradora es vital atrapar la mayor cantidad posible antes de que alcancen las bombas que impulsan el agua hacia los tanques de depuraci¨®n, donde se inicia un proceso biol¨®gico con bacterias. La ¨²nica forma de contener su llegada es con el empleo de filtros y unos rastrillos que atrapan esos desechos y los dirigen hacia un contenedor al que caen por presi¨®n desde un tubo. Un empleado vigila el proceso. Al final del d¨ªa, un cami¨®n retira la masa que se ha formado (semejante a una bola de miles de trapos viejos y sucios hechos jirones) y los traslada a un vertedero. ¡°Es su sitio, porque se trata de un residuo s¨®lido urbano, y como tal hay que tratarlo¡±, puntualiza G¨¢lvez. Es decir: no usar el inodoro de papelera y arrojar las toallitas a la basura.
Sin normativa a la vista
No existe una normativa que discrimine qu¨¦ productos se pueden tirar al inodoro y cu¨¢les no. La Organizaci¨®n de Consumidores y Usuarios (OCU) advierte en el caso de las toallitas lo ¡°grave es su consumo desaforado e injustificado¡±. Empezaron como un producto dirigido a los beb¨¦s, y su consumo sigue en aumento. Desde la OCU recuerdan que ¡°hablamos de toneladas de toallitas¡±, que seg¨²n EurEau (Asociaci¨®n europea de empresas de abastecimiento y saneamiento) provocan un gasto de entre 500 y 1.000 millones al a?o en Europa.
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