Cansancio de vivir
La propuesta de Holanda de ampliar la posibilidad de eutanasia a quienes han perdido el inter¨¦s por la vida supone un salto cualitativo
Uno debe ser capaz de elegir por s¨ª mismo cu¨¢ndo quiere acabar con su vida¡±. La frase ha causado conmoci¨®n en Holanda porque quien la sostiene es un ex diputado democristiano, cat¨®lico devoto, que ha decidido suicidarse junto a su esposa, enferma terminal. Frans Jozef van der Heijden y esposa Gonni llevaban 53 a?os casados y partieron de la mano, en su casa, arropados por sus hijos. ?l ten¨ªa 78 a?os, hab¨ªa sido diputado entre 1982 y 1998 y hab¨ªa ejercido diversos cargos p¨²blicos en el Ayuntamiento de Rotterdam. Su esposa ten¨ªa 76 y sufr¨ªa una enfermedad incurable. Cuando ella decidi¨® acogerse a la eutanasia, ¨¦l decidi¨® acompa?arla.
En la carta p¨²blica que dejaron argumentan las razones de su decisi¨®n. Es una carta sincera y sentida que llega justo cuando el pa¨ªs debate la propuesta del Gobierno de ampliar la ley de la eutanasia para permitir el derecho a solicitarla simplemente por cansancio de vivir. De momento es solo un proyecto que deber¨¢ debatirse en el Parlamento, pero Van der Heijden se ha adelantado con un suicidio que, dadas sus profundas convicciones religiosas, supone un aval p¨®stumo muy significativo, especialmente porque la frase citada al principio ven¨ªa precedida de otra tambi¨¦n clara y directa: ¡°El debate sobre la posibilidad de elegir el final de la vida ha estado muy dominado por las minor¨ªas religiosas, que se benefician de la debilidad pol¨ªtica del pa¨ªs¡±, sosten¨ªa.
Holanda fue el primer pa¨ªs en el mundo en legalizar la eutanasia. Lo hizo en 2002 y tiene ya por tanto una considerable experiencia en su aplicaci¨®n. En estos 16 a?os, la sociedad holandesa ha tenido la oportunidad de verificar que los abusos que se hab¨ªan augurado no se han producido. Aunque los contrarios a la eutanasia atribuyen a la existencia misma de la ley el hecho de que cada a?o aumente el n¨²mero de personas que piden ayuda para morir, lo cierto es que las cifras siguen estando dentro de los par¨¢metros esperables. En 2015 solicitaron la eutanasia 5.516 personas, lo que representa apenas el 3,9% de los fallecimientos de ese a?o. Si tenemos en cuenta que para poder acogerse a ella se ha de estar en fase terminal de una enfermedad incurable y acreditar un sufrimiento f¨ªsico o ps¨ªquico imposible de mitigar, lo que ocurre en la pr¨¢ctica es que la ley sirve sobre todo para adelantar una muerte m¨¢s o menos inminente y evitar as¨ª la fase m¨¢s dolorosa y en algunos casos degradante de la enfermedad. De hecho, el 70% de quienes se acogen a la eutanasia son pacientes terminales de c¨¢ncer. Pero en 2015 tambi¨¦n se aplic¨® a 56 pacientes con demencia o enfermedad psiqui¨¢trica.
Ahora Holanda quiere dar un paso m¨¢s y regular la posibilidad de poner fin a la vida simplemente por cansancio de vivir. La propuesta rompe una barrera psicol¨®gica importante. Todo el mundo puede entender que alguien que sufre mucho, no tiene cura posible y est¨¢ a las puertas de la muerte quiera poner fin a su vida cuando ¨¦l elige. La eutanasia solo se ha permitido hasta ahora en casos que se considera ¡°justificados¡± por algo externo al propio paciente, que le hace sufrir y que no puede controlar. Pero elegir morir por cansancio de vivir supone un salto cualitativo.
Vivir sin ganas de vivir es un escenario vital plausible conforme aumente la esperanza de vida y la medicina ampl¨ªe su capacidad de ¡°reparar¡± tejidos y ¨®rganos que podr¨¢n seguir funcionando, pero en un organismo muy debilitado, agotado por la edad. Puede llegar el d¨ªa en que uno se levante por la ma?ana pensando que le espera otro interminable d¨ªa de malestar. O que sienta que ya ha vivido suficiente, y no le quedan ni ganas ni fuerzas para continuar. O que ha perdido el inter¨¦s por las cosas y le cuesta ya casi tanto recordar como respirar.
Aceptar el derecho a morir por cansancio supone un reconocimiento m¨¢s pleno del principio de autonom¨ªa del individuo. Supone aceptar que sea ¨¦l quien decida si merece la pena seguir viviendo o no. Una sociedad madura ha de poder garantizar este tipo de libertad, pero tambi¨¦n ha de velar porque sea realmente un acto de libertad y no de necesidad.
Los controles han de ser muy estrictos, porque la pendiente resbaladiza es aqu¨ª m¨¢s probable y peligrosa. Se ha de controlar que nadie recurra a la eutanasia por una depresi¨®n tratable o por causas sociales. Descartar que alguien haya perdido las ganas de vivir porque las condiciones materiales y las carencias que soporta hagan que su vida no le merezca la pena. O porque su entorno sea tan poco afectuoso y protector que se percibe a s¨ª mismo como una carga insoportable para los dem¨¢s. En una sociedad ultra individualista y competitiva, este es un peligro muy real.
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