?Ay, ay, Iv¨¢n, en la que te has metido!
Genial y extravagante, Tubau era tan controvertido como necesario
?Ay, ay Iv¨¢n, en la que te has metido! Han sido muchas las ocasiones desde que conoc¨ª a Iv¨¢n Tubau en 1977 que he pensado esa frase. Esta vez, adentrado ya Tubau en el l¨ªo definitivo, es, tristemente, la ¨²ltima. Personaje controvertido, y a mucha honra, cult¨ªsimo, polifac¨¦tico, extravagante y hasta provocadoramente estrafalario, contracultural (y contra todo), periodista, escritor, actor, poeta, caricaturista, inveterado polemista, ¨¢crata, erot¨®mano, pillastre, vividor, deslenguado, con un lado naif, de perpetuo asombro ante las consecuencias de los embrollos y jaleos que montaba, Ivan Tubau (Barcelona, 1937) ha sido un tipo tan genial y necesario como molesto; algunos ¨Csus variados enemigos- considerar¨¢n que afortunadamente irrepetible.
Muchos de sus alumnos en la facultad de Periodismo de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona (UAB), donde con enorme generosidad dio lo mejor de s¨ª mismo (y a veces lo m¨¢s pol¨ªticamente incorrecto), lo recordar¨¢n como un profesor apasionado y apasionante que incitaba continuamente a cruzar fronteras y romper esquemas, a cuestionarse la realidad y a uno mismo. A dinamitar las convenciones y a pensar de una manera no lineal y desacomplejada: libre. Varias generaciones de periodistas le deben haber podido reventar las cerraduras y encorsetamientos de sus maneras de escribir.
De toda la carrera de Periodismo en la UAB recuerdo pocas cosas tan incentivadoras y que me marcaran tanto como sus clases de redacci¨®n period¨ªstica, que luego pasaron a denominarse de periodismo cultural. Nos explic¨® con entusiasmo el advenimiento del Nuevo Periodismo ¨Cnos hizo leer a Tom Wolfe, a Hunter S. Thompson, a Terry Southern...- y fue culpable en mi caso de que entrara en el mundo del boxeo profesional a fin de impresionarle con un trabajo period¨ªstico gonzo a la altura de sus ense?anzas. Aquel reportaje me cost¨® encajar muchos golpes y sufrir una fisura de mand¨ªbula, pero recuerdo el d¨ªa en que le present¨¦ el texto como uno de los m¨¢s gratificantes de mi vida. Me lo hizo leer en voz alta delante de toda la clase y al acabar sentenci¨®: ¡°No s¨¦ si ser¨¢s alguna vez periodista pero tienes madera de escritor¡±. Que te digan eso a los veinte a?os anima mucho. Siempre se lo agradecer¨¦.
Ense?¨® en la Facultad de Periodismo a dinamitar las convenciones y a pensar de una manera no lineal y desacomplejada: libre
En los a?os posteriores, cada vez que me lo encontraba ¨Cya siendo yo periodista- le recordaba su juicio y ¨¦l se re¨ªa. Nos un¨ªa tambi¨¦n el haber estudiado teatro los dos. De hecho, juntos participamos en el espect¨¢culo Petis moments de vida que mont¨® Joan Oll¨¦ en 2013 para el centenario del Institut del Teatre y que inclu¨ªa a ex alumnos m¨¢s y menos notables. Yo siempre que lo ve¨ªa pensaba en lo importante que es tener buenos maestros en la vida y me costaba encajar a mi Iv¨¢n Tubau, ese John Keating de la Aut¨®noma, en el personaje que se iba revistiendo de pol¨¦mica. El pujolismo, amante de una Catalu?a monocolor y aburrida, sin margen para la disidencia, la iron¨ªa, el exabrupto y la provocaci¨®n, lo hizo una de sus bestias negras, como a Boadella. M¨¢s a¨²n porque ¨¦l, antinacionalista visceral, tambi¨¦n estuvo en la base del movimiento que condujo a la creaci¨®n de Ciutadans.
Un d¨ªa, en 1993, nos despertamos con la sorpresa de que lo hab¨ªan suspendido por faltar a una alumna en clase (haciendo consideraciones muy suyas sobre el franc¨¦s y la lengua). Le recuerdo en un debate sobre Olianna, la obra de Mamet que montaba entonces la Managuerra sobre, precisamente, un caso de acoso sexual universitario. Aquello, que tuvo mucho de caza de brujas y de lo que fue finalmente exculpado, le doli¨® mucho m¨¢s de lo que admiti¨® p¨²blicamente. Y es que en realidad era un hombre de una gran sensibilidad y de una fragilidad revestida de descaro.
Resulta a veces dif¨ªcil compaginar al enfant terrible, el soixante-huitard, el lig¨®n que se vanagloriaba de sus conquistas, el director de Playboy, con el amante de la poes¨ªa de Benedetti y las canciones de Brassens, el gran profesor y el hombre que escribi¨®: ¡°Es una bomba el coraz¨®n, y un d¨ªa/ estallar¨¢ en tus manos sin remedio¡±. Ay, Iv¨¢n...
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