La habitaci¨®n de los huesos sagrados
El monasterio de la Encarnaci¨®n pone en valor su relicario cuya historia narra Patrimonio Nacional en un libro
Madrid es un cofre lleno de sorpresas. Una de las mejores guardadas se esconde, en el monasterio de la Encarnaci¨®n. Trece religiosas agustinas recoletas custodian all¨ª ¡ªy son herederas¡ª un curioso legado art¨ªstico. El conjunto conventual, joya del barroco, fue obra del arquitecto Juan G¨®mez de Mora en 1611; quien recibi¨® el encargo de edificarlo del p¨ªo rey Felipe III y de su esposa, Margarita de Austria-Estiria. Desde entonces, el monasterio, que posee 7.140 obras de arte, exhibe lienzos surgidos de los pinceles de Vicente Carducho, Jos¨¦ de Ribera, Carre?o de Miranda o Bernardino Luini. Adem¨¢s, en sus bajos, en una cripta, atesora una de las mejores colecciones de reliquias de santos de Europa.
A inventariar, estudiar y exhibir esta colecci¨®n de restos sacros (dedos, craneos, sangre...) se ha dedicado Leticia S¨¢nchez Hern¨¢ndez, conservadora de Patrimonio Nacional. La instituci¨®n estatal ha convocado con ella a sus mejores especialistas: Pilar Benito; Carmen Garc¨ªa-Fr¨ªas; Mar¨ªa Jes¨²s Herrero; Fernando A. Mart¨ªn y, tambi¨¦n, al veterano Gabriel Moya Valga?¨®n. Este equipo, uno de los m¨¢s completos que quepa reunir en el panorama de la conservaci¨®n y la restauraci¨®n espa?olas en maderas, textiles y metales, es el autor del libro El relicario del Real Monasterio de La Encarnaci¨®n de Madrid, editado por Fernando Villaverde y presentado la semana pasada en el convento madrile?o, cuando se cumplen 400 a?os de la creaci¨®n del Patronato Real que, desde entonces, lo rige.
Hasta 740 restos ¨®seos u otros vestigios de santos y santas desde el siglo XVI al XIX ocupan la lipsanoteca o relicario, una espaciosa sala en la zona posterior del altar mayor del templo agustino, en sus correspondientes estuches. Estos fueron labrados en maderas nobles, metales preciosos, marfiles, cristales, n¨¢cares o corales.
As¨ª, junto a la ampolla que contiene la sangre del nicomedio San Pantale¨®n, que se muestra all¨ª licuada una vez al a?o, se puede contemplar un recipiente plateado en forma de coraz¨®n que contiene un omoplato y un pa?o de Santo Tom¨¢s de Villanueva. No lejos de un arc¨®n bellamente esmaltado, donde Leticia S¨¢nchez, coordinadora del libro gestado a partir de 2011, hall¨®, ¡°con honda emoci¨®n¡±, un texto manuscrito in¨¦dito de Teresa de Jes¨²s, cinco siglos despu¨¦s de su nacimiento en ?vila.
Ante la mirada del visitante, y cerca de excelsas tallas de imagineros como Gregorio Fern¨¢ndez o Pedro de Mena, otras vitrinas muestran todo tipo de formatos ornamentados, en ocasiones de pedrer¨ªa, para albergar desde brazos semi-huecos, que contienen c¨²bitos o radios, hasta cascos bru?idos dise?ados para alojar cr¨¢neos o urnas y arquetas de noble hechura capaces de recibir osamentas completas.
Desde el siglo V se veneran los vestigios de personas de santidad y beatitud, si bien la Iglesia cat¨®lica ha sido cauta a la hora de autentificarlas y otorgarles carisma, como se?ala el vicario Joaqu¨ªn Mart¨ªn Abad. Prueba de ello es que de las m¨¢s de setecientas inventariadas en el monasterio de la Encarnaci¨®n, tan, solo 32 reliquias gozan de valor can¨®nico para la Iglesia.
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