Werther ha vuelto

Veinticinco a?os despu¨¦s del ¨²ltimo montaje de Werther en el Liceo, con Alfredo Kraus como inolvidable protagonista, la ¨®pera de Jules Massenet basada en la novela epistolar de Goethe ha vuelto con ¨¦xito al coliseo de la Rambla. En una tarde de gloria, el tenor polaco Piotr Beczala brind¨® una actuaci¨®n fascinante; la elegancia en el fraseo, el gusto exquisito en los matices y el brillo de sus agudos desataron el entusiasmo del p¨²blico en una funci¨®n que deja para la historia del teatro, como momento de magia, un arriesgado bis de Pourquoi me r¨¦veiller, el aria m¨¢s famosa de la ¨®pera.

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25 a?os sin ¡®Werther¡¯

?pera a medias

Ha vuelto Werther al Liceo en un notable montaje de la ?pera de Fr¨¢ncfort firmado esc¨¦nicamente por Willy Decker y dirigido musicalmente por Alain Altinoglu con inspiraci¨®n y dominio del estilo. Salvo algunos titubeos y pasajes borrosos, la orquesta logr¨® el adecuado clima po¨¦tico y dram¨¢tico bajo su solvente batuta, flexible, mesurada en los contrastes din¨¢micos y atenta a la respiraci¨®n natural de la voces.

Inteligente y bien resuelta propuesta teatral de Decker, abstracta, limpia y claustrof¨®bica en el dibujo del mundo realista de Charlotte, con la casa y el retrato de su madre como s¨ªmbolos de la moral burguesa que, como una pesada losa, sepulta su atracci¨®n por esa "alma gemela" que encarna Werther. La est¨¦tica visual del atemporal escenario, desde la escenograf¨ªa y el vestuario de Wolfgang Gussmann a los colores vivos que retratan el mundo del protagonista -muy eficaz iluminaci¨®n de Hans Toelstede-, subraya la pasi¨®n y los trastornos del joven poeta que se suicida por amor.

Si morir de amor de forma convincente en escena ya es dif¨ªcil, morir de amor cantando durante casi veinte minutos tras pegarse un tiro en la cabeza es una haza?a teatral imposible. Vale, la m¨²sica de Massenet, que retrata los recuerdos tiernos y apasionados del moribundo, ayuda mucho, pero prolonga el final con mimbres demasiado lacrim¨®genos. Por lo dem¨¢s, todo funciona bien gracias a la precisa direcci¨®n de actores, que sit¨²a en primer plano las relaciones entre los personajes, desde una distancia que remite en su fr¨ªa atm¨®sfera a los dramas de Ch¨¦jov, Ibsen o Bergman.

Beczala es, probablemente, el Werther estil¨ªsticamente m¨¢s perfecto del momento. El exigente y agotador personaje, calificado como el Trist¨¢n del repertorio franc¨¦s, se interpreta a menudo con exceso de turbulencias veristas. Pero estamos en el universo de la ¨®pera francesa y la voz debe expresar con delicados matices la melancol¨ªa y la dulzura del personaje, sin sobrecargar la dimensi¨®n dram¨¢tica; Beczala lo borda, con medias voces ce?idas al dibujo mel¨®dico, siempre elegante y l¨ªrico en Massenet. Ante la intensidad de los aplausos y bravos, el tenor se arriesg¨® bisando su aria m¨¢s c¨¦lebre y comprometida. Y desat¨® el entusiasmo.

No acaba de convencer la mezzosoprano italiana Anna Caterina Antonacci en la piel de Charlotte, con d¨¦biles graves y agudos cortos de intensidad. El personaje fue ganando aplomo, pero no emocion¨®. En el resto del reparto, integrado por voces espa?olas, hay excelentes interpretaciones, desde la encantadora y muy bien cantada Sophie de la soprano Elena Sancho Pereg al sobrio Albert -m¨¢s juvenil y l¨ªrico que de costumbre- del bar¨ªtono Joan Mart¨ªn-Royo.

S¨®lido Alcalde del bajo Stefano Palatchi y buen trabajo del tenor Antoni Comas (Schmidt) y el bar¨ªtono Marc Canturri (Johann), cuyos personajes tienen gran relieve teatral, convertidos por Decker en p¨¢jaros de mal ag¨¹ero. Impecables, por afinaci¨®n y presencia esc¨¦nica, los miembros del Coro Infantil Amics de la Uni¨® de Granollers.