Gris
El autor habla sobre su pasi¨®n por el color de Madrid en invierno, con el fr¨ªo y el inesperado viento que despeina a los paseantes
Me gusta ese gris Madrid que viene con fr¨ªo y que de pronto se despeina con una r¨¢faga inesperada de viento, en estos escenarios de climas tan cantados donde parece que a veces no sopla ni el aire. Me gusta el gris Madrid de las ma?anas abandonadas al azar, sin prisa, de rumbo incierto donde de pronto alguien pregunta lo que sea como pretexto para simular una conversaci¨®n. Una charla improvisada con alguien absolutamente desconocido que de pronto se vuelve entra?able quiz¨¢ por el misterio de no saber qu¨¦ lleva en la bolsa, esas bolsas que todo el mundo carga como salvoconducto en estos d¨ªas grises de un Madrid que ya no existe, de paseantes en fantasmas de caballos en sepia y largas calles sin colores tan llenas de vida.
Gris Madrid en el parque de su coraz¨®n donde los ¨¢rboles a¨²n no reto?an para que sus ramas sigan siendo sombras alargadas de delgad¨ªsimos dedos recortados sobre el tel¨®n inconcebible de un atardecer en lila, all¨¢ al fondo, atr¨¢s de los palacios y las plazas¡ y se vuelven grises las blancas p¨¢ginas de un libro que no termina de leerse y las hojas sueltas de una libreta que espera con ansias el regreso de su oto?o, al filo de una primavera inalcanzable.
Se escucha el callado rumor de un piano que acompa?a los pasos del pensamiento y parece redactarse un ensayo sobre la amistad, sobre la inquebrantable fraternidad que nos une con los autores entra?ables que escriben en murmullos, lejos del estruendo de la megafon¨ªa en colores y el policromado tel¨®n de las mentiras. En gris se camina Madrid en silencio incluso cuando se sabe uno acompa?ado por la propia soledad y las aceras se van lavando los cuadritos con la llovizna que alguien desde lejos bautiz¨® como pelusa de gato, como vers¨ªculo suelto de un poeta an¨®nimo y avanzan los p¨¢rrafos de una caminata al azar sobre el paisaje memorizado de un Madrid en gris con todas las biograf¨ªas pasadas tatuadas en los muros como grafiti invisible de un recuerdo que ya es imborrable. Todo gris, ni blanco como la nieve in¨¦dita ni negro como el incierto destino que quiz¨¢ nos llegue ma?ana mismo; gris en la serena conversaci¨®n con uno mismo, sabiendo que en el alg¨²n momento impredecible han de explotar los colores de una carcajada lejana o la el¨¦ctrica tonalidad de una sonrisa que pasa corriendo, en sentido contrario, qui¨¦n sabe a d¨®nde pero con bufanda roja.
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