Espejismo del Retiro
El autor recrea la tranquilidad y los sentimientos que afloran a un paseante por el parque del Retiro en pleno invierno
Hay una bruma lila que llega con el fr¨ªo y convierte al Parque de El Retiro en el anfiteatro de una memoria inasible que proyecta como fantasmas a las figuras de los paseantes distra¨ªdos. Hay un leve escalofr¨ªo de dudas cuando el ni?o que se esconde tras un roble parece un duende de bufandas moradas y sus risas como murmullos se vuelven el tel¨®n de fondo para el silencio con el que conversan sus abuelos como estatuas, all¨ª en el claro donde los ¨¢rboles parecen mover sus ramas como dedos flacos para brindarles una bienvenida m¨¢s para otro amanecer en lila, lejos del arco iris y en ese palmo de espacio universal donde las peque?as biograf¨ªas se vuelven intocables, in¨¦ditas y comunes a todo aquel que se acerca con el pasajero af¨¢n de improvisar una pregunta cualquiera.
Llega entonces el hombre de la boina sin ladear que no llega a txapela ni a casco y pregunta sin preguntar el ef¨ªmero comentario que se convierte en tertulia y los tres se enredan en expresiones de zarzuela, con el vaho entremezclado de sus voces en el fr¨ªo de un Madrid sin tiempo donde parece que fue ayer mismo hace treinta a?os el instante exacto en que estos tres personajes del azar se vieron aqu¨ª mismo para re¨ªrse a carcajadas con la sola idea de que el tiempo habr¨ªa de envejecerlos id¨¦nticos.
Las aves quietas como azules porcelanas, los arbustos secos en espera de una primavera, los senderos h¨²medos de una arena que parece albero en abril y esa r¨¢faga inesperada de viento g¨¦lido que le brinda un raro dramatismo a la escena para muchos mon¨®tona del mismo parque de siglos que respira inc¨®lume en medio del mundo, en el centro mismo de un Madrid tan lejos de todo y tan cerca del coraz¨®n.
No ser¨¢ ¨²nico el paseante que va redactando en silencio la confirmaci¨®n de que el ensayo m¨¢s que un g¨¦nero literario es no m¨¢s que pensamiento andante, polifon¨ªa de voces que se entretejen en s¨ªlabas calladas para intentar enderezar por lo menos una idea clara, una reflexi¨®n personal que podr¨ªa entenderse como simple gratitud de lev¨ªsima sonrisa por gozar del privilegio absolutamente gratuito de caminar un parque en medio de la ciudad, un paisaje entre tanto edificio que nos intenta cuadricular, un remanso para remarcar estas l¨ªneas que caminan libre sobre el papel como pasitos de insectos invisibles sobre el tapete helado de un prado in¨¦dito en el p¨¢rrafo preferido del parque que uno intenta redactar todos los d¨ªas.?
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