La rataf¨ªa al poder
Sergi Pons Codina prosigue el ¨¢cido retrato de la modernidad actual que inici¨® en ¡®Mars del Carib¡¯ con ¡®Dies de ratafia¡¯
Fue a pasar un fin de semana al pueblo de unos amigos y coincidi¨® con una fiesta de la rataf¨ªa, bebida alcoh¨®lica tradicional catalana, que se hace mayormente en la llamada Catalunya Vella a base de la maceraci¨®n de unas hierbas b¨¢sicas y un sinf¨ªn m¨¢s (pueden llegar a medio centenar), cada localidad con las suyas. ¡°Ah¨ª me vino el chispazo: contra la modernidad, la rataf¨ªa¡±, recuerda Sergi Pons Codina (mientras se escancia un segundo generoso vaso del hist¨®rico licor), como el chispazo de Dies de ratafia, su segunda novela tras la elogiada Mars del Carib (2014; ambas en Edicions de 1984).
Si la premisa es que ¡°la rataf¨ªa es lo m¨¢s pr¨®ximo a destilar la tierra¡±, Pons Codina (Barcelona, 1979) extiende la met¨¢fora a la sociedad actual: ¡°La rataf¨ªa funciona como resistencia a la modernidad que nos est¨¢ idiotizando, haciendo perder nuestra identidad, gentrificando¡; es el aguardiente por antonomasia de Catalu?a y cada uno se la puede hacer en su casa y eso, como contraste, me gusta en estos tiempos de gente sin trabajo, futuro o esperanzas¡±, dice el autor. ¡°El libro es un retrato demoledor del momento y de toda una generaci¨®n, pero a partir de una comicidad que hace de telonero de la tragedia que se acerca, preludia el caos que nos espera, aunque asoma un rayo de luz de esperanza basado en el impulso creador de una generaci¨®n que, a pesar de todo, no ha perdido eso¡±, apuntilla el editor Josep Cots.
Morell, protagonista junto con su particular disc¨ªpulo Quintana, se dedica a hacer rataf¨ªa clandestinamente en Barcelona, robando plantas en parques p¨²blicos, balcones o la monta?a de Montju?c. La actividad se complementa, am¨¦n de con la ingesta del licor, con una labor obsesiva por enviar, como cartas al director, reflexiones con un punto surrealista, que le llevar¨¢n a colaborar de manera estable con un peri¨®dico. La desafecci¨®n por la situaci¨®n pol¨ªtica y social y cierta conducta nihilista que destilaban los protagonistas de Mars del Carib sigue latente aqu¨ª. ¡°Reflejo una generaci¨®n que tiene entre 30 y 45 a?os, especialmente castigada por una crisis no solo econ¨®mica: antes sab¨ªas incluso contra qui¨¦n deb¨ªas luchar, qui¨¦n era tu enemigo: ahora, ni eso; es una generaci¨®n m¨¢s informada, pero no sabe; la que deb¨ªa gozar de m¨¢s oportunidades y, en realidad, ni las ve y la que lo ten¨ªa todo y, en el fondo, no tiene nada; pero los que vienen por detr¨¢s lo tendr¨¢n peor¡±, sentencia el escritor. ¡°No hay af¨¢n moralizante en la obra, soy m¨¢s descriptivo que anal¨ªtico, hago recortes de vida¡±, asegura.
Reconocer¨¢ el lector de Pons Codina, primero, un escenario, el de un Sant Andreu del que el autor, afincado en Parets del Vall¨¨s donde regenta un negocio de tatuajes (pr¨¢ctica que promociona al menos con uno en su brazo derecho), no se quiere mover ¡°por razones emocionales y porque se resiste a ser la Barcelona sepultada por el turismo masivo, las sucursales y las marcas; la ciudad est¨¢ sufriendo una p¨¦rdida de identidad absoluta¡±. Tambi¨¦n, aunque menos, el bar como ¨¢gora, que ve como ¡°un espacio de redenci¨®n, un lugar de felicidad¡±, y un lenguaje directo: ¡°Yo no escribo normativamente bien, mis textos tienen castellanismos y construcciones gramaticales que chirr¨ªan, pero s¨ª creo que reflejo el lenguaje de la calle¡±.
Asumidas esas similitudes, Pons Codina parece querer desmarcarse de Mars del Carib, una primera novela que ha alcanzado los 2.000 ejemplares, en buena parte por ¡°haber reflejado a gente sin carrera universitaria, de origen modesto que no han sido retratados en ning¨²n otro sitio¡±. As¨ª, prosigue, "ten¨ªa casi un centenar de folios peo me v¨ª escribiendo una segunda parte de Mars¡, de nuevo algo muy autobiogr¨¢fico salido muy torrencialmente; y lo descart¨¦: escribo por convicci¨®n y si nos hacemos trampas ya con esto, con la miseria de dinero que movemos¡ Aqu¨ª he hecho una ficci¨®n total, aunque se mantiene una verdad emocional: el protagonista es un alter ego que dice todo lo que yo pienso¡±. Entre eso que piensa, hay una cr¨ªtica a los medios de comunicaci¨®n, que crean m¨¢s opini¨®n ya que informaci¨®n ¡°quiz¨¢ porque no tienen otra salida con las redes sociales; mi protagonista se inventa las noticias, pero a sus jefes no les importa porque buscan sus particulares opiniones, influidas por las absurdas pero b¨¢sicas preguntas de su amigo Quintana¡±.
Dies de ratafia es, tambi¨¦n en lo formal, por un lado ¡°menos intuitiva, m¨¢s narrativa: he estudiado estructuras de guion y de narraci¨®n¡±, y tambi¨¦n ¡°menos dura o brusca, aunque sigue siendo fuerte emocionalmente¡±, mantiene Pons Codina. La iron¨ªa de su modelo Pere Calders sigue ah¨ª, claro, pero mucho menos est¨¢n los anta?o venerados Charles Bukowski o la Beat Generation: ¡°Los he rele¨ªdo ahora y me siento un poco m¨¢s alejado de ellos que hace un tiempo¡±. Se mantiene, eso s¨ª, un John Fante (¡°Ese siempre estar¨¢ ah¨ª¡±), que le ha llevado, dice, a Louis-Ferdinand C¨¦line o a un Knut Hamsun. ¡°Me pasa como a Jordi Cuss¨¤, para m¨ª un superescritor infravalorado: yo era un gamberro, un hooligan, que hizo una vez de escritor; ahora soy un escritor que fue gamberro o hooligan¡ Me he suavizado, pero quiero seguir golpeando¡±. Y al poco, trago de rataf¨ªa.
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