Triunfalismo sospechoso
La extrema derecha ha conseguido que las campa?as electorales giren en torno a su agenda, ajenas al debate sobre los errores de la gesti¨®n de la crisis y sobre las reformas necesarias para recuperar la cohesi¨®n social
Alivio o insensatez? Buena parte de la prensa europea ha convertido la frustraci¨®n de las expectativas electorales de la extrema derecha holandesa en una manifestaci¨®n de triunfalismo. ¡°Holanda derrota al populismo y la xenofobia¡±, ¡°Holanda se moviliza contra el ascenso del populista Wilders¡±, ¡°Holanda ha votado y Europa puede respirar tranquila¡±, ¡°Holanda frena el auge del populismo xen¨®fobo¡±, ¡°Holanda de la espalda al populismo y a la xenofobia y Europa respira¡±. Ciertamente, la mejor noticia de la jornada electoral holandesa ha sido la movilizaci¨®n de la ciudadan¨ªa. Un 86% de participaci¨®n es un dato que demuestra el compromiso de los holandeses con las instituciones. Por lo dem¨¢s, pongamos las cosas en sus justas dimensiones, porque el sensacionalismo de los titulares puede confundir sobre lo que estaba en juego.
En ning¨²n caso, ni siquiera en las encuestas m¨¢s favorables a Geert Wilders, se contemplaba la posibilidad de que pudiera hacerse con el Gobierno. Wilders ha quedado lejos de sus expectativas e incluso de su mejor resultado en el pasado, pero ha ganado 5 esca?os, hasta llegar a 20, mientras que Rutte, el l¨ªder de la derecha que ha llegado en primer lugar, ha perdido 8, hasta quedarse en 33. Y los socialistas ¡ªtropezando por en¨¦sima vez con la misma piedra: entregarse al pacto con la derecha¡ª se han hundido literalmente al pasar de 38 esca?os a 9. La contumacia en el error de la socialdemocracia europea (Espa?a incluida) empieza ya a ser sospechosa.?Cuesti¨®n de car¨¢cter?
El triunfalismo tiene trampa, porque sirve para eludir las responsabilidades de los dirigentes y de los partidos que nos han conducido hasta el escenario actual y han encontrado en los llamados populistas el chivo expiatorio de sus pol¨ªticas maniatadas. Ellos fueron, ll¨¢mense Rutte, Merkel, Hollande, Sarkozy, Renzi o Rajoy, los que hicieron de la gesti¨®n de la crisis una m¨¢quina de fracturar Europa, los que han humillado a pa¨ªses como Grecia y a amplios sectores sociales, los que han sido incapaces de conectar con la ciudadan¨ªa y generar nuevas expectativas, y los que han cometido la grave irresponsabilidad de hacer suya la agenda de la extrema derecha.
La irrupci¨®n de la extrema derecha es un efecto de la doctrina de ¡°la inevitabilidad¡± ¡ªno hay alternativa¡ª impuesta en Europa estos a?os, que como dice Timothy Snyder en Sobre la tiran¨ªa, ¡°es un coma intelectual inducido¡±. O, si se prefiere, la declaraci¨®n de impotencia de la pol¨ªtica.
Holanda ha abierto la temporada de elecciones europeas que dar¨¢n la medida del estado de la Uni¨®n. Que Wilders quede por debajo de lo esperado es una buena noticia. Pero buena parte del da?o est¨¢ hecho y no se ven s¨ªntomas de reacci¨®n. La extrema derecha hace tiempo que viene cosechando un ¨¦xito: ha actuado como un im¨¢n que ha arrastrado a Europa hacia la derecha. Y cada d¨ªa un poquito m¨¢s. El propio Rutte ha acabado asumiendo la ret¨®rica de Wilders, al decir en campa?a que ¡°Holanda tiene que seguir siendo Holanda¡± (?qu¨¦ si no?) y que ¡°Nuestros valores deben ser protegidos¡± (?de qui¨¦n?), m¨²sica para regalar los o¨ªdos de los sectores atra¨ªdos por la xenofobia, d¨¢ndole as¨ª una cierta carta de naturaleza.
La extrema derecha ha conseguido que las campa?as electorales giren en torno a su agenda, ajenas al debate sobre los errores cometidos en la gesti¨®n de la crisis y sobre las reformas necesarias para recuperar la cohesi¨®n social y las expectativas de futuro, que deber¨ªa ser lo propio en un momento democr¨¢tico tan importante. Lo estamos viendo en Francia, donde las cuestiones identitarias (y la corrupci¨®n) dominan el panorama pol¨ªtico. Y en este contexto la socialdemocracia pierde terreno en todas partes, incapaz de articular un discurso alternativo y de desmarcarse de los discursos de exclusi¨®n con los que se pretende encauzar el malestar por la incertidumbre sumando a la brecha social la brecha cultural.
Frenar a la extrema derecha para sustituirla por una derecha radicalizada (m¨¢s liberal en lo econ¨®mico, m¨¢s conservadora en lo ideol¨®gico) no justifica el triunfalismo, porque s¨®lo puede prolongar el estado de par¨¢lisis y confusi¨®n que vive una Europa cada vez m¨¢s en precario. Muy mal ha de estar Europa cuando el ¨¦xito no se mide por ganar el futuro, sino por frenar a la extrema derecha desde la derecha.
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