La exhibici¨®n gastron¨®mica en las redes
Debate sobre la publicaci¨®n masiva de im¨¢genes culinarias y sobre los detalles de la reposter¨ªa
Parece esencial si se pellizcan o pespuntean los bordes de la masa cruda de la reposteria ritual, se duda entre hacer muescas o encordado de bordado, trenzado o sutura quir¨²rgica.
No debe ser balad¨ª atar, cerrar, el cofre de los secretos antes de la cocci¨®n de las empanadas o de los cocarrois. Es acabado artesano (arquitect¨®nico), est¨¦tica, ortodoxia, coherencia y una v¨ªa al liberalismo artesano.
He aqu¨ª un debate pol¨¦mico secundario: c¨®mo debe (¡°toca¡±) bordarse en crudo la tapa y la caja de masa de harina, el sobre o cofre, de las joyas isle?as de la comida transportable.
Una panada es un tuper sin patente ni ganchos comerciales. Merece un foro p¨²blico en IB3 presidido por en Pomaret de Campos y Moranta de Sa Pobla que han de escuchar a Calent, Macarena, Santi Taura, Maria Toneta, Genestra, Marga Coll, Tomeu Caldentey y Pep des Bri, todos ellos obradores.
Un debate epidermial aflora, adem¨¢s, en los muros de las redes m¨¢s bien contra la publicaci¨®n masiva de las im¨¢genes de las panadas, gesto de orgullo, pedagog¨ªa o gozo personal. La panada global se expande desde sus diferencias.
Existen frentes can¨®nicos y trincheras abiertas, de los que creen her¨¦tico abrochar las empanadas y no pellizcarlas y los que callan o difunden c¨®mo hacen o les quedan las empanadas dom¨¦sticas. Es proselitismo y militancia de la cultura identitaria. Los hechos mandan, la ola de empanadas en Internet es un gesto geol¨®gico, inamovible, frente al posible elitismo de la discreci¨®n y privacidad.
En los detalles, el implacable acabado de los conceptos ¡ªen las im¨¢genes se ve todo¡ª est¨¢ el gesto y la t¨¦cnica, la calidad aparente. En crudo y, sobre todo, cocidos, son distintos los pellizcos del cord¨®n, el pespunte o corona de pasta del encordado en trenzas. Una tendencia contra otra. Mostrar que se come en las redes sociales es imp¨²dico o indiscreto, seg¨²n el credo social de cada uno.
Ahora tambi¨¦n se come por los ojos, movidos por la curiosidad de las im¨¢genes culinarias y la buena pinta superficial. Mirar ¡ªy oler si es posible, en vivo y no en im¨¢genes¡ª debe ser la manera m¨¢s austera y sana de alimentarse.
Un sinf¨ªn de fotos de platos cocinados, en ciernes o en el mercado brotan sin parar en la fugacidad de las redes, un cementerio inabarcable. Domina la pulsi¨®n biogr¨¢fica p¨²blica de mucha gente. Twitter, Instagram, Facebook, por ejemplo, cada minuto documentan millones y millones de estampas gastron¨®micas privadas. En un segundo suben a Internet m¨¢s fotos y videos (defensa de millones) de las que una persona podr¨ªa mirar y ubicar a lo largo de toda su vida.
Son las tendencias de una moda que imanta y cautiva como un pulpo por la gran capacidad de adaptaci¨®n, movimiento, simulaci¨®n, camuflaje y exhibici¨®n. Los individuos ¡ªla sociedad¡ª se nutren y avanzan, por libre y en conexi¨®n, con un sinf¨ªn de im¨¢genes fijas, fugaces. La memoria se ordena en v¨ªdeos, fotos, una realidad fragmentada por el gesto del mudar, girar y hacer pasar la pantalla. Es el clic permanente, ver poco, revivir cosas, quedarse con las copias y olvidar lo original.
Picar flores, catar mil cosas, ayuda a la libreta virtual, sin papel ni tinta, una biblioteca desordenada de peripecias e inquietudes existenciales o mero pasatiempo ocioso.
Es el tiempo de acumular y no documentar, mostrar pero no observar, retratar y no captar para recordar. Echar un vistazo impide contemplar, archivar. Exhibir, acumular y votar detalles, escenas y tipos es un vicio. No hablemos de la autorreferencia del selfie, del juego del yo estuve all¨ª, de la postal global del viajero narcisista o no.
Por temporadas priman en el mostrador global los platos tradicionales, los inventos privados o las imitaciones oportunamente disimuladas. Las panades son ¡°el otro yo¡± del retratista y del obrador.
La reposter¨ªa tradicional en proceso o cocida, rinde oportunas im¨¢genes digitales para colgar, exhibir, es la cr¨®nica permanente de existencia. Este eje p¨²blico es la derivada proselitista en la era digital. La inercia y el contagio, el efecto dual, hacen el resto.
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