Ni?os junto a la papelera
Una escuela inclusiva es aquella que integra toda a diversidad social que llega al aula y es capaz de proporcionar a todos los alumnos la oportunidad de aprender
Cuando Begonya Gasch, la directora de la Fundaci¨® El Llindar de Cornell¨¤, le pregunt¨® a aquel chico por qu¨¦ no le gustaba la escuela, desvi¨® los ojos y titube¨®. Finalmente, dijo: ¡°Es que siempre estaba al lado de la papelera¡±. Su capacidad expresiva no iba m¨¢s all¨¢, pero estaba claro que quer¨ªa a?adir: ¡°Y me sent¨ªa como si en cualquier momento me fueran a arrojar a ella¡±. El Llindar naci¨® en 2004 para acoger y educar a los expulsados del sistema educativo, a los se?alados con la etiqueta del fracaso escolar. Por esta instituci¨®n han pasado ya m¨¢s de 3.000 alumnos, chicos que, como el que no soportaba estar siempre al lado de la papelera, corr¨ªan el riesgo de quedar en los m¨¢rgenes, candidatos seguros a la exclusi¨®n social.
M¨¢s all¨¢ de que todos tienen la misma edad, cualquiera que est¨¦ m¨¢s de diez minutos en un aula podr¨¢ comprobar que no hay dos alumnos iguales. Cada ni?o tiene diferentes aptitudes y algunos arrastran limitaciones derivadas de una enfermedad o discapacidad. Otros llegan con pesadas mochilas invisibles en las que cargan, como si fueran piedras, las carencias sociales de partida, las que traen puestas de casa. Pero todos los alumnos est¨¢n ah¨ª para lo mismo: prepararse para la vida. Y todos tienen derecho a esperar que el sistema educativo les proporcione las m¨¢ximas oportunidades de aprender. De ello depender¨¢ su suerte en la vida.
?C¨®mo conseguir una escuela inclusiva y un entorno educativo m¨¢s all¨¢ del aula que trabaje por una sociedad inclusiva? M¨¢s que de igualdad de oportunidades hemos de hablar de equidad. No se puede tratar igual a los que parten de posiciones diferentes. La teor¨ªa est¨¢ muy clara. Como dijo en una interesante jornada sobre educaci¨®n inclusiva y diversidad organizada por la Diputaci¨®n de Barcelona el profesor Gerardo Echeita, una escuela inclusiva es aquella que integra toda a diversidad social que llega al aula y es capaz de proporcionar a todos y cada uno de los alumnos la oportunidad de aprender y formarse hasta donde sus capacidades le permitan. Una escuela en la que todos, se sientan part¨ªcipes, valorados y estimados. Y cuando dice todos, no quiere decir la mayor¨ªa sino todos, desde el ni?o que tiene graves discapacidades, a los que se resienten de graves carencias sociales.
?Es as¨ª nuestra escuela? Unas m¨¢s y otras menos. El problema es que el modelo de escuela inclusiva no es hegem¨®nico en la sociedad, y por tanto, tiene muchas dificultades para prosperar. En primer lugar, por las inercias de una cultura clasista que vuelve una y otra vez, la ¨²ltima en forma de LOMCE, con sus rev¨¢lidas y sus barreras, que tiende a segmentar a los alumnos en funci¨®n de unos resultados acad¨¦micos estandarizados.
Pero tambi¨¦n por el auge de un nuevo discurso en el que, con la excusa de la b¨²squeda de la excelencia, se proponen diversas formas de segregaci¨®n. Se trata de sacar del aula a aquellos alumnos que entorpecen la marcha de los dem¨¢s. Seg¨²n esta concepci¨®n, el mundo es una selva, y los alumnos se han de preparar, desde el parvulario, para competir ferozmente. Para este discurso, el fracaso y el abandono escolar no son tanto el resultado de unas condiciones sociales y estructurales modificables, sino un fallo personal del propio alumno por falta de capacidad o falta de esfuerzo. Es un discurso tramposo que permite culpar a las v¨ªctimas de la segregaci¨®n social de su propio fracaso.
Lograr una educaci¨®n inclusiva exige cambios importantes, no solo dentro de la escuela, sino fuera, y ah¨ª los municipios tienen mucho que aportar. En esta situaci¨®n, en la que no se avanza, pero adem¨¢s cabe el riesgo de retroceso, a muchas familias que tienen ni?os con necesidades educativas especiales, o las organizaciones que trabajan con escolares que alcanzan el rendimiento deseable, se les plantea un dif¨ªcil dilema: luchar por mantenerlos en la escuela ordinaria o derivarlos a un circuito especial que pueda trabajar con ellos de forma personalizada. La tentaci¨®n del circuito segregado es fuerte. No tendr¨¢n el beneficio de integrarse en la realidad normalizada, pero puede ser m¨¢s eficaz desde el punto de vista educativo y el ni?o puede sentirse m¨¢s c¨®modo, m¨¢s feliz.
Pero si el objetivo a largo plazo es lograr una sociedad inclusiva, luchar ya por ella exigiendo esa inclusi¨®n en el aula ordinaria es una forma de avanzar hacia ella. Pensar en la felicidad del presente o transformar el ma?ana. Cuando el dilema incluye factores emocionales, la respuesta no puede ser un¨ªvoca. Si inclusi¨®n es, como dijo Begonya Gasch, conseguir tener un lugar en la vida, cada uno tiene derecho a tratar de llegar a ese lugar de la mejor forma que tenga a su alcance.
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