As¨ª suena Torres Blancas
El emblem¨¢tico edificio de la capital sirve de inspiraci¨®n para las nuevas canciones de Wild Honey
Imaginen a un m¨²sico encerrado en su piso en agosto devan¨¢ndose los sesos ¡°a 40 grados, porque si pones el ventilador se cuela por los micros¡±. Guillermo Farr¨¦ (Madrid, 1980), alias Wild Honey, entonaba entonces cosas as¨ª: ¡°Ven a buscarme / Oc¨¦anos por recorrer / ?Alcanzas a ver m¨¢s all¨¢ de Torres Blancas?¡± S¨ª, m¨¢s all¨¢ del edificio de Francisco Javier S¨¢enz de Oiza que resalta en la Avenida de Am¨¦rica y figura entre la mejor arquitectura organicista de los sesenta. Un nombre evocador para titular una canci¨®n y el nuevo ¨¢lbum de este amante del ¡°pop en su sentido m¨¢s amplio¡±, aunque el suyo le salga soleado: ¡°Durante una ¨¦poca de mi vida, pasaba casi todos los d¨ªas por delante sin reparar en Torres Blancas. Compuse el tema con necesidad escapista, en momentos en los que hasta me planteaba abandonar la ciudad¡±.
Hay cosas que marcan. Farr¨¦ bautiz¨® hace a?os su proyecto como un disco de los Beach Boys. Y aunque el hombre detr¨¢s de Wild Honey reniega de las bandas de tributo y no se considera un purista sesentero, reconoce su admiraci¨®n por esa m¨²sica de la segunda mitad de dicha d¨¦cada que aunaba ¡°energ¨ªa juvenil, cierta sofisticaci¨®n y psicodelia¡±. Todo eso se refleja en Torres Blancas (Lovemonk, 2017), como en sus dos largos previos. ?La novedad? Enorme: Farr¨¦ deja el pudoroso ingl¨¦s por el castellano y, de paso, empieza a traslucir vivencias personales. ¡°No en plan confesional, eso me dar¨ªa algo de grima, pero s¨ª a trav¨¦s de im¨¢genes que puedan ser sugerentes. Descubr¨ª al final que muchas de estas canciones hablaban de un momento concreto de mi vida¡±.
Y ah¨ª es cuando decidi¨® llamar al disco como esas Torres Blancas de S¨¢enz de Oiza que ¡°ni son torres [la reticencia del Ayuntamiento abort¨® la segunda] ni son blancas [el color es gris]¡±. ¡°Un edificio superchulo en un sitio bastante hostil, la salida de la A-2. S¨ªmbolo de un Madrid duro pero fascinante en s¨ª mismo y met¨¢fora de mi nueva realidad, la de la vida adulta. La del aprecio de lo cotidiano, con sus luces y sombras¡±. A Farr¨¦ le fascin¨® tambi¨¦n la mitolog¨ªa del edificio: ¡°El que el arquitecto residiera, por ejemplo, all¨ª hasta su muerte¡±.
S¨¢enz de Oiza recibi¨® un piso como pago del promotor por su visionaria ciudad jard¨ªn en vertical, llena de formas circulares, similar a un ¨¢rbol que se retuerce. ¡°Una belleza de hormig¨®n nada obvia¡±, piensa Farr¨¦. Dicen que desde el restaurante de la azotea se proyect¨® incluso servir directamente a cada apartamento por medio de un montaplatos. Hoy arriba solo perdura la piscina. En varias de estas canciones de Wild Honey aparecen piletas decadentes: ¡°Quiz¨¢s he abusado un poco, pero era una alegor¨ªa en consonancia con la tem¨¢tica de cambio que domina el ¨¢lbum¡±.
Si Oiza ejerci¨® de eterno maestro en la Escuela de Arquitectura, Farr¨¦ considera autoproducirse el ¨¢lbum en su estudio casero casi ¡°un ejercicio de fin de carrera¡±. ¡°Tras el aprendizaje de haber hecho el anterior con uno de mis h¨¦roes¡±, aclara. Se refiere al brit¨¢nico Tim Gane, col¨ªder de los influyentes Stereolab, que le produjo Big flash (2013). Adem¨¢s de al detallismo sonoro, Farr¨¦ tiende a esas ¡°mini aventuras de fan¡±, colaboraciones con algunos de sus ¨ªdolos: el cerebro de The High Llamas, Sean O¡¯Hagan (arreglos de cuerda), y Frank Maston (efectos) en la presente entrega. Y tambi¨¦n sus letras suelen responder a gustos y obsesiones: ¡°Un sonido [titula un corte Reverb infinita], una canci¨®n, un m¨²sico, un fot¨®grafo, una peli¡ En definitiva, cierto universo propio, parte de lo que flota a mi alrededor¡±.
El alter ego de Wild Honey se considera m¨¢s bien de costumbres dom¨¦sticas y elegir¨ªa como lugar favorito una sala de cine. De hecho, desde hace una d¨¦cada trabaja para un canal televisivo consagrado al s¨¦ptimo arte. ¡°En Torres Blancas todo el pante¨®n de temas que me interesan no aparece de forma tan obvia¡±. Una excepci¨®n la representa la arquitectura: en el cierre (Siguiendo a desconocidos) Farr¨¦ menciona ¡°el sonido de los edificios¡±. ¡°Cada uno suena de una manera distinta, en la reverberaci¨®n o en c¨®mo habla la gente. Hay personas muy metidas en eso que los visitan para hacer grabaciones. Y se desarrollan hasta algoritmos¡±.
Y el malogrado escritor Francisco Casavella supone otra de las excepciones: ¡°Me encant¨® su novela El secreto de las fiestas, por eso incluyo esa expresi¨®n en Mapas de zonas desiertas [una de las cumbres del disco]. Suelo apuntar t¨ªtulos de los que luego tirar del hilo para letras o canciones. Y que conste que, aunque ahora menos, siempre me he sentido perdido en las fiestas. A diferencia de los que parecen volar por ellas como en una coreograf¨ªa, me asemejaba a Peter Sellers en El Guateque: cortar una conversaci¨®n pasaba por ir al ba?o¡±.
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