Rock ma?anero y alto en nicotina
Los Zigarros alborotan a guitarrazo limpio el Teatro Barcel¨®
?Qui¨¦n dijo que el rocanrol andaba de horas bajas? Alg¨²n cenizo, sin duda, escasamente documentado. Vendr¨¢n reclamando su cuota de mercado los sarandungueros del reguet¨®n, las lenguas afiladas del trap o los posmodernos de la electr¨®nica, y har¨¢n bien todos ellos. Pero cuando un par de guitarras entablan alianza con un ampli poderoso y comienzan a crujir, gemir y soltar alaridos en una sala, algo inexplicable e incontenible se extiende por los est¨®magos de los asistentes. Un chispazo. Una bocanada de pura vida. La espita de la excitaci¨®n. As¨ª sucedi¨® este domingo con Los Zigarros en una nueva entrega de Los Matinales de EL PA?S. Y as¨ª seguir¨¢ aconteciendo, sospechamos, mientras queden gargantas que prender, corazones que seducir, mediocres a los que soliviantar. En otras palabras: por el resto de los tiempos.
?Se puede adoptar pose chuleta a la una del mediod¨ªa? Pregunten a los valencianos hermanos Tormo: cr¨¦annos que s¨ª. Ovidi, el cantante, escogi¨® ayer chupa oscura de cuero para la cita en el Teatro Barcel¨®; el brother guitarrero, ?lvaro, gafas de sol y chaleco igualmente negr¨ªsimos. Y los dos, camisas estampadas y coloristas de cuello generoso. Rockeros malotes pero elegantones desde primera hora del d¨ªa. Y con sus huestes, m¨¢s intergeneracionales que nunca: alg¨²n chaval¨ªn de no m¨¢s de tres a?os disfrut¨® del bolo a caballito de pap¨¢, y otro con auriculares protectores y chupete (palabra) no perd¨ªa detalle desde el extremo izquierdo de la sala.
En total, m¨¢s de 600 almas con el cuerpo ansioso de decibelios. Mucha camisa de floripondios, abundante muslamen al aire, sobrinos encantados de sus t¨ªos enrollaos, novias y novios sin sombra te¨®rica de crisis. Buena vibra, que dir¨ªa el cl¨¢sico. Y una avalancha de gui?os traviesos desde la primera andanada, No obstante lo cual, una invitaci¨®n a desligarse de la ¡°vida normal¡± y abrazar la causa cr¨¢pula.
¡°Oye, qu¨¦ raro hacerlo de d¨ªa. ?Pero mola!¡±, se carcajeaba Ovidi. Y para celebrarlo prend¨ªa la llama de un blues, Odiar me gusta, un cat¨¢logo de (buenos) argumentos para la inquina. Hacia el jefe, el vecino, el cretino televisivo de turno. Y que levante la mano quien no haya ejercido en alg¨²n momento el derecho a repudiar. Luego llegar¨ªan otras piezas m¨¢s l¨²bricas (¡°Yo quiero abrir tus piernas, voy a esconderme all¨ª...¡±), pero tambi¨¦n las dedicatorias a Chuck Berry, Chris Cornell o Greg Allman, los ¨²ltimos en la dolorosa e inevitable lista de ¨ªdolos ca¨ªdos. Y una versi¨®n de Tom Petty, con lugar de privilegio en el santuario de prohombres laicos de los Tormo.
Las cr¨®nicas noct¨¢mbulas tambi¨¦n sirven para la hora del verm¨². Nuestros satanases de mentirijilla se mostraron dispuestos (pura pose) a ¡°bailar encima de ti¡±, desplegaron su perversa rabia rockera de chicos pillos, actualizaron la herencia de Tequila, Los Rodr¨ªguez, Burning y hasta Pereza. E invitaron a los colegas, porque la hermandad del rock no lo es solo de sangre: Nacho, de Gallos, con Baila conmigo; Isma Romero en Qu¨¦ demonios hago yo aqu¨ª, ?ngel Vega para hincarle el diente a Cayendo por el agujero. Hora y media de rock nicot¨ªnico y, por esta vez, ma?anero. Porque a estos stonianos castellanoparlantes les sirve cualquier hora para alborotar a su muy festiva parroquia.
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