Dejar atr¨¢s las vejaciones
Jhon Alexander, transexual colombiano, es una de las 30 personas que han solicitado asilo desde el servicio LGTBI de la Comunidad
Todo es calma en John Alexander, transexual colombiano de 40 a?os, a pesar de los duros momentos vividos que le han llevado a ser una de las 30 personas que solicitaron asilo por diversidad sexual y de g¨¦nero el a?o pasado desde el servicio LGTBI de la Comunidad de Madrid. En 2014 fueron 16. Aterriz¨® en Barajas hace siete meses, en noviembre del a?o pasado, huyendo de las agresiones, insultos y vejaciones sufridos por haber nacido mujer en un cuerpo que le dec¨ªa que no, que era un hombre desde que tuvo ¡°uso de raz¨®n¡±.
En Espa?a, John busca un lugar donde vivir ¡°con plenitud¡± sin ser se?alado por nadie, como asegura le ocurr¨ªa en Colombia. No es el ¨²nico. La demanda aumenta y este a?o el Servicio Madrile?o de Atenci¨®n e Informaci¨®n a este colectivo ha puesto en marcha dos espacios espec¨ªficos para personas procedentes del ?frica subsahariana y de territorios de habla ¨¢rabe, aunque siguen predominando los procedentes de Am¨¦rica Latina.
Desde 2002 hasta ahora han atendido a 14.272 personas, que llegan con problemas de identidad de g¨¦nero, autoaceptaci¨®n o necesidades de socializaci¨®n. Y lo m¨¢s grave, en 2017 el ¨¢rea jur¨ªdica ha tratado 47 demandas por agresiones f¨ªsicas por razones de orientaci¨®n sexual.
¡°Lo m¨¢s complicado es la lucha continua. Hasta hoy he peleado con mi familia, con muchos amigos, con la sociedad y por eso he tenido que dejar Colombia¡±, explica Jhon. Recuerda c¨®mo su padre le apunt¨® con una pistola a la cabeza porque prefer¨ªa ¡°que fuera puta a transexual¡±, le dijo.
Su madre lo acept¨® mejor, pero tambi¨¦n le result¨® muy dif¨ªcil, ¡°porque ¨¦ramos tres hermanos varones y yo¡±. Todav¨ªa, cuando habla con ella, le llama ¡°mi hijo o mi hija¡±. ¡°Pero yo no digo nada porque la mam¨¢ es la mam¨¢¡±, dice. Tras vivir esa dolorosa experiencia con su familia, recomienda a los padres que se encuentren en una situaci¨®n semejante escuchar a su hijo o hija y pedir ayuda en el caso de que no entiendan lo que est¨¢ ocurriendo.
El colegio tambi¨¦n fue duro. ¡°Yo no me pongo una falda porque es algo il¨®gico, no lo puedo explicar, es un sentimiento que nace de dentro, yo no me lo invent¨¦¡±, describe.
Pero lo peor fueron los ¨²ltimos 10 a?os en los que trabaj¨® como camionero recorriendo Colombia en jornadas de seis de la ma?ana a seis de la tarde. Lo recuerda con horror. ¡°Es un mundo muy machista y cuando ve¨ªan que ten¨ªa nombre de mujer empezaban las burlas¡±, comenta.
En una de las discusiones, le pegaron dos tiros, uno le atraves¨® el muslo y otro el pie. Recuerda que hab¨ªan acabado de trabajar y que sali¨® a tomar algo. Todo comenz¨® con insultos. ¡°Aguantas para no tener m¨¢s problemas¡±, explica. Pero la violencia fue creciendo hasta que agredieron a su pareja.
¡°Me dec¨ªan que me iban a ense?ar lo que era un hombre de verdad y fue entonces cuando me dispararon¡±, relata sin alterarse. ¡°Lo peor es que le hacen sentir a uno culpable, como si hubieras cometido t¨² el error¡±, se lamenta. Le llevaron al m¨¦dico, pero sostiene que ¡°todo se tap¨®¡±, porque el gremio de los transportistas es muy poderoso. ¡°Es como si un polic¨ªa cometiera un error, se procura ocultar¡±, compara.
Hace a?o y medio consigui¨® el cambio de nombre en su pa¨ªs. Por fin no ten¨ªa que dar explicaciones ni soportar miradas de extra?eza al ense?ar sus documentos. Pens¨® en mudarse de Bogot¨¢ a otra ciudad, pero con su trabajo le conoc¨ªan muchas personas, y cuando se daba la vuelta notaba que empezaban a hablar y a comentar que era una mujer. ¡°Si antes era malo, fue a peor¡±, sostiene. Lleg¨® a sufrir una violaci¨®n.
Con semejante historia a sus espaldas, sac¨® un billete, cogi¨® el avi¨®n y lleg¨® a Espa?a, sin trabajo, sin contactos, sin conocer a nadie en la ciudad. Busc¨® ayuda en el servicio de la Comunidad de Madrid de ayuda al colectivo LGTBI, de ah¨ª le derivaron a la Fundaci¨®n Ben¨¦fica San Mart¨ªn de Porres y pusieron en marcha su solicitud de asilo. Ahora est¨¢ a la espera y en poco tiempo podr¨¢ comenzar a buscar trabajo.
El equipo que le ha atendido le ha ayudado tambi¨¦n con su tratamiento hormonal, que en Colombia se aplicaba sin ning¨²n tipo de supervisi¨®n m¨¦dica. En Espa?a ha encontrado ¡°m¨¢s respeto, mucha diversidad y gente m¨¢s abierta¡±, y eso le hace pensar que quiz¨¢ ha hallado el lugar donde pasar esa vida plena por la que lucha desde hace a?os.
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