Nazis en Barcelona hasta en la sopa
Un libro documenta la omnipresencia de la Alemania hitleriana y la Italia fascista en la ciudad tras la Guerra Civil
"?Odio a los nazis!", dec¨ªa con mucho ¨¦nfasis Indiana Jones. El aventurero arque¨®logo se hubiera sentido extremadamente inc¨®modo en la Barcelona de 1939 a 1945, ante la proliferaci¨®n de capitostes del r¨¦gimen nacionalsocialista y signos de la Alemania de Hitler, incluido un despliegue de esv¨¢sticas digno de Berl¨ªn, M¨²nich o Nurenberg en sus grandes momentos de brazo en alto y Sieg Heil!
La ciudad, abismada en la miseria econ¨®mica y moral de la posguerra y del primer franquismo, era un lugar de gran predisposici¨®n oficial a nazis y fascistas y sus fastos, como si no hubiera bastante con lo de casa.
Lo demuestra hasta la n¨¢usea el libro Nazis a Barcelona, l'esplendor feixista de postguerra (1939-1945), de Mireia Capdevila y Francesc Vilanova (L'Aven?, 2017), que recoge una abundant¨ªsima documentaci¨®n gr¨¢fica y ofrece gran cantidad de interesante informaci¨®n sobre actos e idas y venidas de la parda gente por la castigada capital catalana.
Es sabido que entre los turistas nazis Premium se cont¨® el mism¨ªsimo Reichsf¨¹hrer de las SS, Heinrich Himmler, uno de los hombres m¨¢s poderosos del r¨¦gimen de Hitler y, en dura competencia, el m¨¢s siniestro. El libro de Capdevila y Vilanova recuerda que Himmler lleg¨® a Barcelona el 23 de octubre de 1940, una semana despu¨¦s del fusilamiento del president Company en Montju?c (sin duda no a presentar sus condolencias) y procedente de Madrid donde ya hab¨ªa resuelto en realidad los asuntos que le hab¨ªan llevado a Espa?a.
Los amigos de Franco
Lo de Barcelona entonces, consideran, fue m¨¢s que nada una visita simb¨®lica, de marcar paquete y brazo en alto, para que tambi¨¦n en la ciudad se apreciara (y se tomara buena nota) de qu¨¦ amigos gastaba Franco. Al menos aqu¨ª no fue a los toros (lo que hubiera sido una buena raz¨®n m¨¢s para prohibirlos). Adonde s¨ª fue es al Pueblo Espa?ol (cuesta en este contexto llamarlo Poble Espanyol), donde se le hab¨ªa organizado una entusiasta recepci¨®n de las juventudes falangistas. En una foto se le ve avanzar muy ufano junto a su anfitri¨®n, el capit¨¢n general de la IV Regi¨®n Militar, Luis Orgaz, mucho menos elegante, flanqueados por un coronel de las SS que mira a la multitud como si hiciera la selecci¨®n en la plataforma de Birkenau, y un capit¨¢n que toma fotos de la ocasi¨®n.
Himmler no quiso perderse a visita a la checa musealizada de la calle Vallmajor, donde debi¨® encontrarse (salvando el color) a sus anchas. En cuanto a la sonada visita del l¨ªder de las SS a Montserrat, que tantos r¨ªos de tinta ha hecho correr, los autores disienten de que fuera por la tronada afici¨®n de Himmler a buscar el Grial y la atribuyen al inter¨¦s por el esqueleto de un ibero que guardaba el museo de la abad¨ªa. Seg¨²n las teor¨ªas de la Ahnenerbe, el instituto nazi de investigaciones antropol¨®gicas y arqueol¨®gicas, los iberos eran en realidad n¨®rdicos. Una foto tremenda muestra al jefe de las SS mirando aviesamente a la Moreneta. Deseas que la virgen le de con la bola en la cabeza.
La Vanguardia jale¨® la visita dando la bienvenida "a uno de los m¨¢s egregios forjadores de la nueva Alemania" que hab¨ªa hecho salir al pa¨ªs ¡°de la ruina y la humillaci¨®n a las que lo hab¨ªa condenado el sanedr¨ªn de Versalles". As¨ª estaban los tiempos.
Un tarjet¨®n de la jefatura provincial de Falange, que se reproduce en el libro, invitaba al recital de cantos y bailes regionales que se deb¨ªa celebrar "en honor de S. E. el Reichsf¨¹hrer SS¡± y advert¨ªa de que ¡°los afiliados a F. E. T y de las JONS han de vestir uniforme de invierno¡±.
Pisarello: ¡°El Vichy catal¨¢n existi¨®¡±
"Un libro inquietante, pero necesario" . As¨ª defini¨® Nazis en Barcelona el primer teniente de alcalde de la ciudad, Gerardo Pisarello, en la presentaci¨®n de la obra, copublicada por el Ayuntamiento y la Fundaci¨®n Pi Sunyer. Pisarello celebr¨® que emerja la memoria de otras "Barcelonas inc¨®modas" que, desde luego, permiten valorar m¨¢s la que tenemos, con todos sus defectos. Record¨® que los catalanes de Franco recibieron con todos los honores al Eje, y recalc¨® que "el Vichy catal¨¢n existi¨®" (y no se refer¨ªa al agua). Josep Maria Mu?oz, director de L'Aven?, abund¨® en que el libro recupera un pasado que "se ha querido hacer ver que no hab¨ªa pasado". Capdevila se refiri¨® al profundo "pozo" al que les llev¨® la b¨²squeda de documentaci¨®n y destac¨® las "perlas" que son las fotos de esa Barcelona "muy desconocida pero que existi¨® y no se puede negar". Vilanova reflexion¨® que la historia de esa Barcelona podr¨ªa haber salido a la luz antes. Y consider¨® que la experiencia de la ciudad es comparable a la del Par¨ªs ocupado.
Exhibiciones de las Juventudes Hitlerianas en 1941 (ellos, los cachorros nazis, si fueron a una corrida en La Monumental, donde desfilaron y Bienvenida les dedic¨® un toro), partidos amistosos de diferentes deportes, conciertos en el Palau de la M¨²sica, visitas de autoridades del Reich, celebraciones multitudinarias de festividades del calendario nazi como el aniversario de la toma del poder o el cumplea?os de Hitler, grandes exposiciones alemanas... Nazis hasta en la sopa, y no es una figura, pues el libro incluye la foto de la cena de gala ofrecida a Himmler en el Sal¨® de Cr¨°niques del Ayuntamiento (el Reichsf¨¹hrer pone los codos en la mesa: nazi y maleducado).
El libro documenta profusamente todas esas actividades y ofrece fotos impagables como la de las fachadas de la Universidad de Barcelona y el actual Parlament cubiertas de esv¨¢sticas con motivo de la muestra del libro alem¨¢n, la primera, y la exitosa exposici¨®n de arquitectura moderna alemana (con cat¨¢logo de Speer) el segundo; o la de la platea del T¨ªvoli llena de un p¨²blico selecto tipo el del final de Cabaret, mientras en el escenario se despliegan cruces gamadas, banderas y un busto de Adolf Hitler, que a ver d¨®nde habr¨¢ ido a parar.
Los amigos fascistas italianos del r¨¦gimen tambi¨¦n encontraron la ciudad abierta a sus visitas y efusiones festivas. Un foto muestra a un grupo de soldados brazo en alto cantando Giovinezza en la plaza de Sant Jaume (siempre era mejor eso que el que nos bombardearan). La mayor ocasi¨®n fue la visita del conde Ciano, yerno de Mussolini y ministro de asuntos exteriores italianos, en julio de 1939. Una instant¨¢nea muestra el arco del triunfo provisional que se le mont¨® al yern¨ªsimo junto al monumento a Col¨®n. Si la CUP quer¨ªa cargarse ¨¦ste ni te digo lo que pensar¨ªa del arco mussoliniano, que repet¨ªa en su frontispicio obsesivamente "?Duce Duce Duce!, ?Franco Franco Franco!".
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