Cela y Jaume Pla, una relaci¨®n que qued¨® grabada
La Biblioteca de Catalu?a luce la labor conjunta de autor y artista
¡°?Qu¨¦ co?o me querr¨¢ vender este t¨ªo?¡±, se le escapa a Camilo Jos¨¦ Cela al ver en la recepci¨®n del Hotel Col¨®n de Barcelona al hombre con cartera con el que, a rega?adientes, se ha citado ese d¨ªa de enero de 1958. El personaje, con bigote, fumador en pipa, es alguien muy serio: le plantea al ya consagrado autor de La familia de Pascual Duarte y La colmena una edici¨®n de bibli¨®filo de su Viaje a la Alcarria. Cela, apenas superado el primer impacto, recibe un segundo: el agudo vendedor le comenta que deber¨¢ retocar los textos porque ha observado que, de los 11 cap¨ªtulos del volumen, seis empiezan por e y tres, por a, lo que ser¨ªa un sinsentido est¨¦tico en una obra as¨ª. ¡°Vamos a hacer un magn¨ªfico libro; mejor dicho, una magn¨ªfica serie¡±, le escribir¨¢ ya el 28 de enero el barbudo y un punto petulante escritor al final de la cuartilla con marchamo de la RAE, donde hab¨ªa tomado posesi¨®n del sill¨®n Q ocho meses antes.
Fue aquello el inicio de una fruct¨ªfera simbiosis de bibli¨®filo de m¨¢s de 16 a?os entre un escritor ambicioso que a sus 42 sigue planificando milim¨¦tricamente su carrera y Jaume Pla, ya entonces, con 44, uno de los mejores editores y grabadores peninsulares. La cartesiana y nutrida exposici¨®n Jaume Pla i Camilo Jos¨¦ Cela: units per la bibliofilia as¨ª lo ratifica, hasta el 29 de julio, en la Biblioteca de Catalunya, propietaria de buena parte del fondo de Pla.
Cela, lo fue descubriendo, hab¨ªa conocido en Pla (Rub¨ª, 1914; Barcelona, 1995) a un hombre de car¨¢cter, singular, castigado dos veces por la Guerra Civil: distorsion¨® su carrera art¨ªstica (representaba la misma est¨¦tica que la Generalitat apadrin¨® en el selecto libro 33 pintors catalans que edit¨® el Comissariat de Propaganda en 1937) y le hizo pasar por campos de refugiados franceses, volviendo a Barcelona bajo nombre falso. Quien ser¨ªa de los pocos que en Espa?a sabr¨ªa utilizar bien un buril, entr¨® en el mundo del grabado al trabajar en la editorial Muntaner y Sim¨®n, utilizando armillas de paraguas pasadas por el afilador, rudimentario b¨¢rtulo para quien ser¨ªa tan escrupuloso toda su vida.
S¨®lo pod¨ªa salir de ah¨ª un virtuoso. El genio hizo el resto: las m¨²ltiples dificultades de trabajar con otro exquisito, Carles Riba, en las planchas de cobre para 20 Tannkas (1945) le condujo a la que ser¨ªa su premisa m¨¢xima: primero, los grabados; luego, se busca autor para embellecer las im¨¢genes. La filosof¨ªa y el amor por el grabado le llev¨® a dar clases gratuitas para transmitir el oficio y, ya metido en la bibliofilia con gusto exquisito y rigor temible, a pagar m¨¢s a los grabadores que a los escritores. El c¨¦nit de esa pol¨ªtica llegar¨ªa en 1960: dibujando con el buril mientras viajaba por los paisajes de Castilla, pens¨® en Miguel Delibes para acompa?arlos. No le conoc¨ªa de nada, pero se lo pidi¨®. Textos in¨¦ditos, claro. No rotundo del autor de La sombra del cipr¨¦s es alargada: que escoja de toda su obra los fragmentos que quiera. Asado vallisoletano: amigos a los postres y Delibes escribir¨¢ ex profeso, en una bella obra de Jaume Pla s¨®lo comparable a su L¡¯Albufera de Val¨¨ncia, donde la pluma era la de Joan Fuster.
Cuando el cruce Cela-Pla, si aqu¨¦l hab¨ªa creado Papeles de Son Armadans, ¨¦ste ya llevaba una d¨¦cada con sus libros de las Edicions de la Rosa Vera, que levant¨® a pulso ante galeristas y editores que, como respuesta a sus proyectos, recordaba que siempre le inquir¨ªan: ¡°?Y con todo esto, cu¨¢nto se podr¨¢ ganar?¡±. Poseedor de una ¡°virtud de orgullo considerable¡±, como lo califica el estudioso del arte Francesc Fontbona, acab¨® hallando el mecenazgo (se repart¨ªan beneficios de grabados sobrantes) de Victor Maria de Imbert, el ¨²nico que le formul¨® la pregunta al rev¨¦s: ¡°?Y cu¨¢nto perderemos con esto?¡±. Casi nunca nada porque, siempre con criterio, nunca de forma gratuita, form¨® parejas de sinton¨ªa imbatible: Enric Crist¨°fol Ricart con Eugeni d¡¯Ors; Josep Granyer con Ramon Llull; ¨¦l mismo con Agust¨ª Esclassans; Albert R¨¤fols Casamada con Jordi Sarsanedas¡
Las pipas de Picasso
Cela, astuto, cuando se encuentra con Jaume Pla, sabe ya desde hace unos a?os que ha de reorientar su trayectoria, erosionada por su exceso de egocentrismo histri¨®nico y alguna defensa pol¨ªtica ya cuestionable a mediados de los 50, opinan estudiosos como Jordi Amat. Por ello, en 1956 crea la revista intelectual de corte liberal Papeles de Son Armadans y se relaciona con el exilio. Y especialmente con artistas pl¨¢sticos. Ah¨ª le ir¨¢ muy bien Jaume Pla. Y viceversa. Es una buena simbiosis. Colaboraron 16 a?os, lo que se tradujo en m¨¢s de 500 cartas cruzadas. El c¨¦nit, en lo bibliogr¨¢fico, fue Gavilla de f¨¢bulas sin amor (1960): texto de Cela e ilustraciones de Pablo Picasso. Pla y Cela fueron a ver al pintor y a su mujer, Jacqueline, a Cannes. En la exposici¨®n, am¨¦n de todas las maquetas, planchas y facturas imaginables, desde los a?os 40, de ambos, hay cuatro fotograf¨ªas que inmortalizan el encuentro con el genio malague?o. ¡°Si lo llego a saber, me habr¨ªa esforzado m¨¢s¡±, dijo Picasso al ver el resultado. Hay dos pipas del artista: es lo que se atrevi¨® a demandarle Pla cuando aqu¨¦l le propuso que le pidiera lo que quisiera. No solicit¨® ning¨²n dibujo, por timidez o por orgullo.
Cuando los problemas de vista acuciaron, Pla dej¨® de grabar y salt¨® a la escritura, que le sali¨® casi tan bien como lo otro. Los 38 retratos de Famosos i oblidats (1989) y el diario De l¡¯art i de l¡¯artista, premio Sant Joan 1995, demuestran ¡°una vivacidad, iron¨ªa y riqueza l¨¦xica extraordinaria; tiene incluso un punto del otro Pla, de Josep¡±, opina Fontbona. En 1988, el alcalde Pasqual Maragall le encarg¨® el libro Una biograf¨ªa de Barcelona con el que obsequiar a los visitantes ilustres. Ni que decir que Jaume Pla lo ide¨® todo. Y ni qu¨¦ decir, tambi¨¦n, que ese libro se cotiza a 3.000 euros en la Red. Lo genial siempre tiene un precio.
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