El descr¨¦dito de los independentistas
Como los islamistas cuando optaron por participar en sistemas democr¨¢ticos, el independentismo debe discriminar entre sus objetivos a largo plazo y la gesti¨®n pol¨ªtica del presente
La independencia gana pero los independentistas pierden. Este es mi pron¨®stico, a la vista de los cinco a?os transcurridos desde el 11 de septiembre de 2012, cuando Artur Mas dio el disparo de salida del llamado Proc¨¦s. Que la independencia gane no quiere decir que haya independencia. Pero la independencia, que era una idea escasamente prestigiada hasta la sentencia del Tribunal Constitucional de 2010, no ha hecho m¨¢s que mejorar desde entonces. Si antes se la consideraba una quimera, ahora ha entrado a formar parte de los mundos posibles. Si antes era propiedad de una franja pintoresca de la clase pol¨ªtica, ahora bulle en la cabeza de la mitad de la poblaci¨®n catalana. Si antes suscitaba una sonrisa de desprecio e incredulidad, ahora suscita respeto e incluso temor. Y no se podr¨¢ hacer pol¨ªtica en Catalu?a, ni en Espa?a tampoco, sin contar en el futuro con la s¨®lida existencia de esta idea.
No est¨¢ claro que los progresos de la idea de independencia hayan mejorado al independentismo. Lo han ampliado, sin duda. Le han dado una mayor¨ªa de gobierno. Pero puede ser que los progresos de las ideas hayan empeorado a quienes la enarbolan. A veces sucede. El independentismo tiene muchos m¨¦ritos y entre otros, y el que m¨¢s, el de prestigiar la idea de independencia, hasta el punto de que ha invadido e incluso canibalizado a casi todo el catalanismo, eso s¨ª, a costa de dividir a la sociedad catalana. El problema, su problema, es que no ha conseguido el aprobado en lo m¨¢s importante, en la asignatura que pod¨ªa darle, y que puede darle todav¨ªa ¡ªno insultemos al futuro¡ª la aut¨¦ntica credibilidad que merece un proyecto pol¨ªtico de gobierno.
Si el independentismo quiere ponerse a la altura de los progresos que ha hecho su idea, los independentistas deben demostrar ante todo que son capaces de gobernar en las condiciones constitucionales actuales, cosa que no hacen ahora, absorbidos como est¨¢n por los reflejos revolucionarios de su proyecto rupturista. Y de hacerlo sin perder su orientaci¨®n estrat¨¦gica, pero tambi¨¦n sin dejarse llevar por la impaciencia y la precipitaci¨®n. As¨ª es como hay que hacer las cosas en democracia, en condiciones de divisi¨®n de poderes y en un Estado de derecho internacionalmente reconocido como es el caso de Espa?a. Esta es la prueba liberal que no han sabido pasar y que probablemente les va a costar much¨ªsimo superar, sobre todo si su mayor¨ªa parlamentaria sigue dependiendo de fuerzas poco fiables, escasamente democr¨¢ticas o abiertamente iliberales, obligadas a inventarse una dictadura anticatalana para justificar sus desmanes rupturistas e ilegales.
No es obligatorio, tal como intentan vender los independentistas, que un gobierno compuesto todo ¨¦l entero por partidarios de la independencia se dedique exclusivamente a pensar y trabajar para la independencia en la primera legislatura en que se cuentan como una mayor¨ªa parlamentaria, sin considerar ni su limitado apoyo en votos ni mucho menos el respeto al marco legal y constitucional. Hay quien se ha preguntado con motivo de los relevos al frente de los Mossos si puede un jefe de la polic¨ªa ser independentista. Puede; y probablemente es mejor que lo sea si el gobierno y la mayor¨ªa parlamentaria lo son, pero esto no significa que deba ser un independentista fan¨¢tico y dispuesto a saltarse la legalidad para conseguir la independencia violentando a sus conciudadanos y violentando el funcionamiento regular de la democracia a la primera ocasi¨®n que se presente.
Si el independentismo cree que su obligaci¨®n es aprovechar una precaria e insuficiente mayor¨ªa parlamentaria, conseguida en circunstancias excepcionales y en un clima de agitaci¨®n que tiene ya cinco a?os de vida, es que su idea de independencia es muy elemental y su estrategia para alcanzarla lo es todav¨ªa m¨¢s. Haciendo as¨ª las cosas solo conseguir¨¢n desprestigiarse ellos mismos y a continuaci¨®n desprestigiar de nuevo la idea misma de independencia. Muchos catalanes temer¨¢n ser gobernados por unos individuos iliberales y populistas en el mejor de los casos, y zoquetes y elementales en el peor, incapaces de respetar y hacer respetar la legalidad y de prepararse con toda la legitimidad para obtener las mayor¨ªas indestructibles que necesitan para alcanzar su objetivo. No ser¨ªa la primera vez en la historia de Catalu?a.
Poco se puede esperar de este proyecto si el precio a pagar es terminar con la democracia espa?ola, tal como algunos predican a voz en grito, enarbolando como si fuera una sentencia judicial el reportaje sobre las cloacas del Estado. Para que la independencia siga ganando, el independentismo debe abandonar sus planes alocados, imposibles e irresponsables, por iliberales, por ilegales y al final por antidemocr¨¢ticos. Como los comunistas cuando se decidieron por el eurocomunismo o los islamistas por la participaci¨®n en los sistemas democr¨¢ticos, el independentismo debe discriminar entre sus objetivos a largo plazo y la gesti¨®n pol¨ªtica del presente. Nadie puede exigirles que no sigan trabajando en pos de su sue?o, pero s¨ª que regresen a la cultura de gobierno que ahora est¨¢n abandonando.
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