De la ¡®clavelera¡¯ al ladr¨®n del Rolex
La Rambla y el metro siguen siendo los lugares preferidos de los ¡®pillos¡¯ que despluman a los turistas
¡°One peseta¡±, ped¨ªan las claveleras a los turistas en 1992, que luego llegaban a la Guardia Urbana flor en mano y sin un billete en la cartera. Gerard Capdevila, que coordinaba la oficina donde les atend¨ªa la polic¨ªa municipal, les aclaraba lo sucedido: mientras la mujer les ayudaba a buscar una perra con una mano en el monedero, con la otra, que escond¨ªa detr¨¢s de un peri¨®dico agujereado, les hab¨ªa birlado los billetes. En la foto que ilustra este reportaje, Capdevila atend¨ªa a un grupo de italianos a los que les robaron 100.000 pesetas en la Barcelona ol¨ªmpica.
Ha llovido mucho desde entonces. Capdevila tiene 72 a?os y en La Rambla ya no se ven claveleras. Tampoco es lo que era la oficina de atenci¨®n al turista, que el Ayuntamiento prepar¨® y dot¨® con todos los recursos para los Juegos Ol¨ªmpicos, pero que poco a poco se fue desinflando. En aquella ¨¦poca anulaban las tarjetas bancarias robadas o les ofrec¨ªan un alojamiento si se hab¨ªan quedado sin nada.
En el 92, los turistas ve¨ªan el tel¨¦fono de la Urbana como un Or¨¢culo de Delfos
Era una ayuda imprescindible para el desamparado turista, que ve¨ªa en el tel¨¦fono fijo de la oficina de la Guardia Urbana una especie de Or¨¢culo de Delfos. ¡°Con el m¨®vil, ha cambiado todo mucho¡±, admite Capdevila. Aquella era una Barcelona marcada por la droga en la calle, donde la Plaza Real era el centro neur¨¢lgico. ¡°Ha pasado aqu¨ª, delante de ustedes¡¯, se quejaba la gente. Y era verdad¡±, recuerda, sobre los robos. Muchos eran al descuido, de personas que estaban pagando el taxi y, cuando se giraban, les hab¨ªa desaparecido la maleta que hab¨ªan dejado un segundo. Algo que sigue pasando hoy en las recepciones y puertas de los hoteles.
La Rambla pervive como la arteria de uni¨®n de turistas, restauradores y pillos, y la l¨ªnea verde del metro, como uno de sus principales atractivos. Antes los hurtadores ¡°sol¨ªan llevar un peri¨®dico¡± para esconder la experta mano con la que hac¨ªan la pinza para robar al guiri. Ahora, como lo del peri¨®dico resultar¨ªa incre¨ªble, los ladrones utilizan una chaqueta que acomodan en el antebrazo. Cuando el turista, absorto en el recorrido y en sus planes del d¨ªa, se baja del metro, los gr¨¢ciles dedos del pillo ya se han hecho con la billetera. Los Mossos tienen localizados a 35 carteristas asiduos del metro.
Hoy se cometen 300 hurtos al d¨ªa, el 65% de las denuncias contra el patrimonio
¡°Siguen siendo los mismos¡±, explica Capdevila, sobre el perfil de los ladrones. Son personas que en algunos casos acumulan m¨¢s de 150 detenciones. Los Mossos realizan listas de multirreincidentes para tener m¨¢s argumentos ante el juez y lograr o que los encarcele un tiempo o que dicte ¨®rdenes de alejamiento de los sitios donde roban. Pero no es f¨¢cil. Al fin y al cabo, un hurto es un hurto.
Hoy se cometen 300 hurtos diarios en Barcelona, que suponen el 65 % de los hechos contra el patrimonio denunciados. Eso perjudica la imagen de la ciudad, que ha visto c¨®mo se crean webs sobre el tema (Robbed in Barcelona) o c¨®mo ciudadanas como Eliana Guerrero recorren tres horas al d¨ªa el metro, silbato en mano, alertando de los carteristas.
A todo ello se suma la ¨²ltima moda de la delincuencia que sufre sobre todo el turista: el robo de Rolex. Son grupos de ladrones m¨¢s sofisticados, que pasean por las zonas c¨¦ntricas de la ciudad. En un santiam¨¦n, usando la m¨ªnima violencia, se llevan relojes de hasta 120.000 euros de la mu?eca de sus v¨ªctimas. De esos no hab¨ªa en la ¨¦poca de Capdevila, en la que abundaban los trileros, que con la excusa del juego de la pelotita estafaban y robaban a los desprevenidos visitantes.
¡°Hace falta que los jueces se impliquen. No que sean m¨¢s duros, sino m¨¢s h¨¢biles¡±, sugiere Capdevila, en alusi¨®n a las ¨®rdenes de alejamiento o a la figura del grupo criminal. Capdevila lleva jubilado desde 2010, pero sigue pisando calle, porque es muy urbanita. Estuvo 42 a?os en la Urbana, pero alguien olvid¨® avisarle del d¨ªa en que daban los diplomas a los jubilados de su promoci¨®n. Es una espinita que no ha olvidado. Pero yendo al tema, ¨¦l lo ve claro: mientras haya turistas, habr¨¢ pillos que quieran quitarles la cartera.
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