Alberto Zedda, ¡®in memoriam¡¯

Adem¨¢s de la m¨²sica, el homenaje de Amigos de la ?pera a Alberto Zedda consisti¨® en la proyecci¨®n antes de cada parte del concierto del v¨ªdeo de una actuaci¨®n del maestro dirigiendo en el el Festival de ?pera o la Temporada L¨ªrica de A Coru?a. Las proyecciones ¨Cdos del Guillaume Tell de 2010 con la Orquesta de Castilla y Le¨®n y una de la Ermione de 2015 con la Sinf¨®nica de Galicia- evocaron para los espectadores la imagen siempre viva del m¨²sico en la que fue su ciudad adoptiva.

Al inicio de la segunda parte se proyect¨® una serie de testimonios de homenaje grabados en v¨ªdeo por diferentes cantantes internacionales, aunque la situaci¨®n de la pantalla al fondo de escenario hizo imposible la lectura de los subt¨ªtulos. La emoci¨®n en la voz de Gregory Kunde en uno grabado recientemente en el propio Teatro Col¨®n se transmiti¨® a m¨¢s de una garganta, haciendo de la imposible lectura del texto algo pr¨¢cticamente prescindible.

Los 11 solistas y el Coro Gaos pusieron voz al recuerdo; la Orquesta Sinf¨®nica de Galicia, la m¨²sica en vivo; Jos¨¦ Miguel P¨¦rez Siera, la concertaci¨®n de sonidos y entusiasmos. Fueron, por orden de voces e intervenci¨®n, cuatro sopranos (Marina Monz¨®, Carmen Romeu, Mariola Cantarero y Helena Abad); dos mezzosopranos (Jose Maria Lo Monaco y Elena Belfiore); dos tenores (David Alegret y Celso Albelo); dos bar¨ªtonos (Pablo Ruiz y Borja Quiza), y el bajo Luiz-Ottavio Faria.

La positiva disposici¨®n para el homenaje al maestro por parte de cuantos estuvieron en el escenario del Col¨®n permite obviar la cr¨ªtica de sus actuaciones, todas en un nivel medio m¨¢s que considerable. El entusiasmo del p¨²blico por alguno de ellos es comprensible por su cercan¨ªa geogr¨¢fica o emocional. Es el caso de Celso Albelo, adoptado hace tiempo como un hijo por los oper¨®filos de A Coru?a, y de Borja Quiza, cuya entrada en escena provoc¨® un aplauso que, sin lograr interrumpir la m¨²sica, son¨® por encima de ella. Para placer o disgusto de cada cual, seg¨²n sus preferencias.

Al final, la ovaci¨®n general acab¨® en unas palmas a comp¨¢s que bien pod¨ªan haberse aprovechado para corear el nombre del querido maestro. El homenaje, que habr¨ªa sido favorecido por la proyecci¨®n de su foto o su nombre en la pantalla, qued¨® un poco falto del calor del p¨²blico hacia quien fue su conciudadano. Un peque?o detalle que, como todos ellos, habr¨ªa marcado la diferencia entre la satisfacci¨®n casi deportiva de un marat¨®n l¨ªrico y la intimidad de un sentimiento. Detalles.