Ripoll est¨¢ roto un mes despu¨¦s
El Ayuntamiento prepara un diagn¨®stico exhaustivo para saber qu¨¦ acciones son necesarias 30 d¨ªas despu¨¦s de los cr¨ªmenes
¡°El 17 de agosto algo se rompi¨® en Ripoll, lo repararemos, pero no volver¨¢ a ser el que era¡±, asegura N¨²ria Perpiny¨¤, t¨¦cnica municipal de Participaci¨®n y Civismo. En la calle, unos vecinos consideran que se ha vuelto a la normalidad y otros, los de la comunidad musulmana, con temores de todo tipo, piensan que costar¨¢ mucho y temen que no llegue a recuperarse. Ejemplo de ello es la familia de Salh el Kabir, detenido y puesto en libertad. ¡°Han cogido nuestra vida y le han dado un vuelco¡±, lamenta su mujer, Halima.
Todo ha cambiado en la vida de Salh el Kabir desde que fuera detenido y posteriormente liberado por el atentado de Barcelona del 17 de agosto, que, con el de Cambrils de esa misma noche, se saldaron con 16 muertos. El Kabir y su mujer reciben ayuda psicol¨®gica y sobreviven con la ayuda de amigos. Les quitaron los discos duros del locutorio que regentan, los tel¨¦fonos m¨®viles y tienen bloqueada la cuenta corriente. No tienen dinero para trabajar, pagar el alquiler ni la escuela de su hijo de tres a?os. El ni?o grita ?polic¨ªa! cada vez que ve a alguien con el rostro medio tapado.
El Kabir y su familia son v¨ªctimas colaterales del clima de temor, incredulidad y desconfianza que se instal¨® hoy hace un mes en Ripoll, la localidad gerundense de la que eran naturales nueve de los terroristas que atentaron en las Ramblas de Barcelona, de los que siete murieron y hay dos en prisi¨®n. Hoy el pueblo intenta volver a la normalidad, lo que, para muchos, no es f¨¢cil. ¡°Mi marido era alegre, lo han cambiado, est¨¢ nervioso, no tiene paciencia¡¡± se lamenta Halima, esposa de El Kabir. Tienen miedo a todo y temen no volver a sentirse confiados en Ripoll.
Para Perpiny¨¤, la cara y la voz del Consistorio desde los atentados, cuando hay una ruptura nada vuelve a ser igual, por eso ¡°ser¨¢ un Ripoll diferente¡±. Se ha creado un grupo de trabajo con agentes educativos y sociales para preparar un diagn¨®stico exhaustivo y establecer un plan de actuaci¨®n.
¡°Quien ya ten¨ªa una actitud racista siente que el atentado le ha legitimado y ahora su discurso es ¡®ves ya lo dec¨ªa yo¡±, mantiene Perpiny¨¤. ¡°Pero la gente que no ten¨ªa esta visi¨®n, la mayor¨ªa, vive con normalidad. Intentan digerir este duelo de pena, rabia, dolor de querer saber el porqu¨¦¡±, dice la t¨¦cnica.
Una mujer recuerda haber re?ido y dado de merendar a Moussa, y otra que el im¨¢n, con la t¨²nica blanca con la que paseaba, ¡°ten¨ªa cara de cabr¨®n¡±.
La realidad de la comunidad musulmana es diferente. A ellos les cuesta m¨¢s digerir y llorar tambi¨¦n a sus v¨ªctimas. Sienten el apoyo de gran parte de sus vecinos, pero no falta un insulto, una pintada con un ¡°moros de mierda¡± o incluso una trabajadora de Cruz Roja que les dice que ¡°todos los moros sois iguales¡±. Se sienten entre la tristeza, la verg¨¹enza y la rabia por lo sucedido ¡°porque el islam no habla de matar a nadie¡±, aseguran, e intentan asimilar que los siete chicos muertos de Ripoll, eran terroristas.
En la puerta de la escuela, las madres de los hermanos Oukabir y Aalla, todos de la c¨¦lula yihadista, recogen a sus hijos peque?os. La de Younes Abouyaqoub, el asesino de la Rambla, no sale a la calle. A su hija de tres a?os la recoge su padre enfundado en una triste sonrisa. A pesar de que el presidente de la mezquita de la comunidad Annour, Ali Yassine, asegura que se sienten ¡°apoyados por todas las entidades¡±, en la calle sienten las miradas, la mayor¨ªa de apoyo, pero tambi¨¦n de rechazo. El tiempo dir¨¢.
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