El momento menchevique
La lentitud del Gobierno al poner en marcha la v¨ªa del 155 trasmite dudas: puede ser peor el remedio que le enfermedad
Cuando la verdad deja de ser independiente y va asociada a la identidad del que habla, es decir, se convierte en consigna, es dif¨ªcil la objetivaci¨®n de las situaciones. Pero en este juego del escondite en que cada cual sabe perfectamente d¨®nde est¨¢ el otro, pero ambos juegan a no encontrarse, y seguimos marcando en el calendario fechas decisivas que nunca lo son, hay que situar las cosas en su punto. ?Qu¨¦ significa este juego de dilaciones? Ninguna de las partes se sienten seguro para dar el paso decisivo: Unos temen hacer el rid¨ªculo con la declaraci¨®n unilateral de independencia y otros que la suspensi¨®n de la autonom¨ªa sea peor remedio que la enfermedad. Por su parte, los respectivos entornos, en vez de calmar los ¨¢nimos, siguen pidiendo guerra. En las debilidades de ambas partes deber¨ªa encontrarse el camino del acuerdo. Pero el gobierno espa?ol no est¨¢ dispuesto a facilitar el frenazo a Puigdemont, como se vio el jueves. Y en ambos lados falta autoridad para imponer decisiones que necesariamente han de provocar el disgusto de las respectivas parroquias.
En Catalu?a, ha pasado el momento menchevique sin que la revoluci¨®n haya triunfado. Ha sido un movimiento pac¨ªfico y democr¨¢tico de largo recorrido (que encall¨® el 6 de septiembre y fue reanimado el 1-O) que ha dado al independentismo una fuerza y un reconocimiento que parec¨ªa imposible cuando empez¨®. Es ya un sujeto pol¨ªtico que existe tanto en la escena espa?ola como en la Europa, que est¨¢ en las oraciones de los gobernantes aunque practiquen la solidaridad corporativa entre Estados. Pero no ha conseguido el objetivo. Y ahora cualquier estratega aconsejar¨ªa el repliegue t¨¢ctico, para crear nuevas condiciones y acumular fuerzas para el futuro. Porque qui¨¦n piense que esta historia se resuelve con el final de soberanismo se equivoca. Pase lo que pase en el pr¨®ximo ciclo volver¨¢ a estar ah¨ª.
Entre los errores estrat¨¦gicos del soberanismo est¨¢ sin duda la relaci¨®n con el poder econ¨®mico, viciada por una tendencia a hablarse con medias palabras, a contemporizar, basada en la idea no explicitada de que las cosas no llegar¨ªan tan lejos. De pronto, el encanto sea roto. El dinero ha ido a lo suyo, y la perplejidad se ha apoderado de los dirigentes pol¨ªticos y de la calle. No todas las medidas que han tomado las empresas eran justificadas y ha habido presi¨®n pol¨ªtica, porque el gobierno espa?ol ha jugado fuerte, pensando que el desconcierto econ¨®mico le ayudaba. Pero as¨ª es la lucha por el poder. El hecho es que cualquier agravamiento de la situaci¨®n econ¨®mica genera miedo y el miedo desmoviliza al independentismo.
Algunos soberanistas especulan con pasar a la fase vanguardista, elevando el nivel de agresividad de sus acciones para forzar la desestabilizaci¨®n econ¨®mica con la fantas¨ªa de que, ante la amenaza de recesi¨®n, Europa echar¨¢ una mano. Espa?a no es la Rusia zarista, y los catalanes no est¨¢n para tirar por la borda los niveles de bienestar adquiridos, por el improbable premio de un Estado propio. No parece un escenario de mucho recorrido.
El escenario m¨¢s probable es el que est¨¢ formalmente en curso: la intervenci¨®n de la autonom¨ªa que es algo que tendr¨¢ una fecha de inicio pero que no sabemos ni c¨®mo se ejecuta ni cuando termina. Por m¨¢s que un PSOE angelical diga que ser¨¢ "muy limitada y muy breve", quedan muchas inc¨®gnitas por despejar. La lentitud del gobierno al ponerla en marcha trasmite dudas: puede ser peor el remedio que le enfermedad. En este juego del gato y el rat¨®n, parece que el gobierno espera la declaraci¨®n unilateral independencia como argumento definitivo para dar el paso. El art¨ªculo 155 augura tiempos s¨®rdidos de fractura y m¨¢s desafecci¨®n.
El tercer escenario, evidentemente, son las elecciones. Y Puigdemont es que tienen las competencias para convocarlas, aunque el gobierno y el PSOE se le quieran anticipar. Bloquear¨ªa as¨ª, la suspensi¨®n de la autonom¨ªa. "Unas elecciones no son la mejor manera de avanzar", dice Junqueras. Pero resulta dif¨ªcil imaginar otra salida del impasse, salvo para los que piensen que cabe la opci¨®n leninista, completamente ajena a la cultura de un movimiento tan transversal como el soberanismo a cuya inmensa mayor¨ªa nunca le ha pasado por la cabeza jug¨¢rsela con los dineros, por m¨¢s que cuente con el aditamento de la CUP. Elecciones: revaluar las relaciones fuerzas para un nuevo ciclo. Puede que todo siga igual. Pero habr¨ªa habido una relegitimaci¨®n necesaria.
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