Dulzura y solemnidad
Los hermanos australianos asombran en La Riviera con un espectro cada vez m¨¢s amplio y hasta una versi¨®n inimaginable de Alaska
Eran los hermanitos Angus y Julia unos muchachos tiernos y l¨¢nguidos, una pareja abonada a las guitarras ac¨²sticas y las evocaciones buc¨®licas. La dulzura persiste, una d¨¦cada despu¨¦s, pero ahora la fraternal pareja no renuncia a revestirla de solemnidad. Tiene su riesgo comenzar un concierto en La Riviera, con el aforo casi agotado, con una pieza titulada Baudelaire, el escenario en penumbra y una estampa acu¨¢tica meci¨¦ndonos las retinas desde la pantalla gigante del fondo. As¨ª son las cosas con los Stone: podemos tomarlos por unos afables folkies de las ant¨ªpodas, pero nunca han dejado de cambiar el paso.
El m¨¢s reciente de sus discos, Snow, seguro que no fue recibido con el mayor alborozo entre sus directivos discogr¨¢ficos. Julia y Angus prefieren entornar las luces, relajar el metr¨®nomo, volverse opacos y misteriosos, multiplicar los ecos y los retardos. Si alguna vez los tomamos por unos jipis felices, parece evidente que ahora transitan por territorios de mayor densidad y turbulencia. Han ganado en matices todo lo que se les evapora en inmediatez. Y as¨ª, la tercera canci¨®n de la noche fue Cellar door, compleja e inquietante. Nadie se la adjudicar¨ªa a los mismos autores que la sucesora, Heart beats, en la que las dos voces se alternan y empastan en la m¨¢s pura y deliciosa tradici¨®n pastoril.
Del repertorio de estreno, puede que solo Chateau?sea, adem¨¢s de extraordinaria, endiabladamente pegadiza: estribillo de apertura, obstinato r¨ªtmico, par¨®n in extremis?para acabar en lo m¨¢s alto. Est¨¢ claro: los hermanos de Sydney saben lat¨ªn. Y se complementan de manera deliciosa. Ella, de voz pr¨ªstina, como una Cindy Lauper indie; ¨¦l, rugoso y arrastrado, casi dylanita?en el trance de la excelente Wherever you are. Los dos, coaligados en la hipn¨®tica Snow, esa peque?a gran joya que da t¨ªtulo al cuarto disco.
Los Stone pueden permitirse un solo de banjo en Private lawns?(subrayado por la trompeta et¨¦rea de Julia) y luego noquear al p¨²blico con una versi¨®n alucinante, en todas las acepciones, de 'Ni t¨² ni nadie' (Alaska y Dinarama). Cuentan que estuvieron practic¨¢ndola hora y media durante la prueba de sonido, con resultados pasmosos. Eso es amor al oficio, al p¨²blico; es dignificaci¨®n de las giras como mucho m¨¢s que la repetici¨®n del mismo concierto en cualquier escala. Es ocurrencia, travesura, talento. Resultan peculiares estos hermanos, pero, sobre todo, manejan un espectro tan amplio que solo podemos seguir esperando sorpresas de ellos. Y clasicos que, como Big jet?o For you, tienen pinta de resistir unas cuantas d¨¦cadas.
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