Las cartas de la dura vida de la ¡®hormiguita¡¯ Rodoreda
La estudiosa Carme Arnau re¨²ne en un libro la correspondencia que la escritora mantuvo durante su exilio de plomo hasta 1960
¡°He hecho blusas de confecci¨®n a nueve francos y he pasado mucha hambre. He conecido gente muy interesante y el abrigo que llevo es herencia de una rusa jud¨ªa que se suicid¨® con veronal¡±, describe con crudo realismo Merc¨¨ Rodoreda en diciembre de 1945, desde su exilio entonces en Burdeos, en una carta a una de sus grandes confidentes, la tambi¨¦n escritora Anna Muri¨¤. Son tiempos de miseria negra de verdad, que la autora de Aloma lleva arrastrando desde la Guerra Civil, agravada ocho meses despu¨¦s por el estallido de la Segunda Guerra Mundial. ?Qu¨¦ pod¨ªa salir de bueno de tanta penuria? Exactamente de esa situaci¨®n parte Mort de Lisa Sperling, donde una jud¨ªa rusa se quita as¨ª la vida en un relato que formar¨ªa parte del libro Semblava de seda i altres contes. ¡°La visi¨®n de Rodoreda se hace m¨¢s profunda, universal, ella, una novelista de la condici¨®n humana. Pero claro, tambi¨¦n de rebote, m¨¢s tr¨¢gica, m¨¢s negra¡±, apunta la estudiosa de su obra Carme Arnau, que ha compilado las 226 misivas que conforman Cartes de guerra i d¡¯exili (1934-1960), publicadas ahora por la Fundaci¨®n Merc¨¨ Roderada del Institut d¡¯Estudis Catalans.
A pesar de ser una corresponsal compulsiva, Rodoreda no consider¨® nunca sus cartas piezas literarias, por ello muestran un frescor y una sinceridad (y tambi¨¦n un fino sentido del humor) inusuales, son cristalinas sobre su estado de ¨¢nimo. Tanto que, como hasta al menos 1946 todas las escrib¨ªa a mano por falta de m¨¢quina de escribir, eso se traduce hasta en la letra: cuando arrecie su famosa dolencia en el brazo derecho, con una letra grande e insegura; cuando tenga una de sus crisis sentimentales con su gran amor Joan Prat (Armand Obiols de nombre de pluma, a quien dedicar¨¢ La pla?a del Diamant), una letra fea y dif¨ªcil de leer. Las cartas al ¡°perla¡±, ¡°pericu¡±, ¡°mutxatxu¡±, como le llama cari?osamente, son 33 y ser¨¢ Muri¨¤ la confidente sentimental preferida.
Arnau ofrece un primer bloque de correspondencia que comprende las enviadas entre 1934 y 1946, desde Barcelona a Burdeos, pasando por Par¨ªs, Roissy-en-Brie y Limoges. Un panorama m¨¢s bien gris merengo. ¡°Una pedra que rodola¡± define su vida. Desde Burdeos, por ejemplo, le recuerda a Rafael Tasis, el 10 de agosto de 1945: ¡°En un momento de debilidad y de gran crisis econ¨®mica ¨Cen Limoges, cuando no enviaban el subsidio, fuimos a ¡®buscar la sopa¡¯ durante una quincena de d¨ªas¡ªaprend¨ª a coser. Y a¨²n coso¡±. Guerra y posguerra es tema monogr¨¢fico. Es una ¨¦poca en que las cartas reflejan ¡°una gran necesidad de amigos. Todo esto es demasiado amargo y quiz¨¢ un d¨ªa quedaremos asfixiados dentro de esta campana de cristal¡±, le reconoce a Carles Riba. S¨®lo quedar¨¢ el particular para¨ªso sentimental de Roissy-en-Brie porque all¨ª iniciar¨¢ su relaci¨®n amorosa con Obiols. Ah¨ª se dio ¡°esa pureza de criaturas que hay, mezclada con mucho amor, entre hombre y mujer¡±, como recordar¨¢ ya mucho m¨¢s tarde, en 1955 a Joan Puig i Ferrater.
Del horror, s¨®lo la calmar¨¢ escribir (¡°Escribiendo, escribiendo, la se?ora se ha normalizado ¨Cvalga tranquilizado¡ªun poco¡±, le dir¨¢, claro, a Muri¨¤). El cat¨¢logo del horror tiene algunas fotos fijas que, s¨®lo con el tiempo, tendr¨¢n su corolario literario, como la accidentada huida de Par¨ªs ante la inminente llegada de las tropas de Hitler (fuente del cuento Orleans, 3 quil¨°metres, de Semblava de seda¡), la incorporaci¨®n de Obiols a una compa?¨ªa de trabajadores (con retazos en Cop de lluna, dentro de Vint-i-dos contes) y la dram¨¢tica situaci¨®n que empieza a descubrir sobre el destino de los jud¨ªos franceses, reflejados en Nit i boira (del Vint-i-dos¡) o el propio Mort de Lisa Sperling. Su pintura de figuras esquel¨¦ticas y ojos desorbitados, de gente encerrada entre alambres, como recoge Arnau, tambi¨¦n ser¨ªa reflejo de ello.
Como se pasa el d¨ªa cosiendo, hay poco tiempo para escribir, por eso se inclina por los cuentos, g¨¦nero al que no es ajeno que sea durante su estancia en Burdeos cuando entre en contacto con la literatura de los Steinbeck, Faulkner, Dos Passos y con la autora de relatos neozelandesa, Katherine Mansfield, ¡°decisiva en su narrativa¡±, recuerda la compiladora. No todo fue negro.
El segundo bloque comprende las misivas gestadas entre 1946 y 1960, entre Par¨ªs y Ginebra, con un paso decisivo en 1949 por su Barcelona, el primero desde la huida en enero de 1939. ¡°La primera impresi¨®n que se tiene cuando se llega a Barcelona es que la FAI gan¨® la guerra. Y ahora casi se puede decir que si se clasifica a la gente seg¨²n su peso ¨Cgente decente, hasta los 58 quilogramos; bandarres, de 58 para arriba¡ªno os equivocar¨¦is de mucho. Afortunadamente a¨²n hay encinas, pinos y retama, y es muy posible que, a partir de estos elementos, se pueda reconstruir todo¡±, le confiesa a Josep Carner, el 17 de agosto de ese 1949.
Carner ser¨¢ un corresponsal asiduo porque en esta segunda fase Rodoreda ir¨¢ recuperando el pulso literario, ayudada por una mayor estabilidad econ¨®mica de Obiols. Hasta de literatura le habla al inopinado y eventual corresponsal Josep Tarradellas. La calma en Ginebra permitir¨¢, por un lado, estar m¨¢s atenta y afectiva, aunque siempre distante, con su hijo (por si quiere de verdad trabajar de representante; de si no se casa demasiado ponto¡). Y por otro, escribir, lo que culminar¨¢ con el famoso Vint-i-dos contes, premio V¨ªctor Catal¨¤ 1957, lo que explica su correspondencia con los editores Josep Maria Cruzet o Josep Miracle. ¡°No me quejo, al lado de otras ¨¦pocas, que no sab¨ªa si comer¨ªa al d¨ªa siguiente, ahora estoy bien¡±, le confiesa a su hijo en diciembre de 1956. Xavier Benguerel ser¨¢ otro asiduo.
Los retoques a ¡°Colometa¡±, la futura La pla?a del Diamant, constituyen buena parte del grueso de ese bloque que culmina con el env¨ªo de la novela al premio Sant Jordi, que no ganar¨¢. Pero el ¨¢nimo de Rodoreda es otro: ¡°De todas maneras, un d¨ªa u otro se arreglar¨¢ todo: somos como aquellas hormigas a las que les tapan el nido con tierra y que, a la que te distraes, han retirado la tierra y vuelven a hacer de las suyas¡±, le escribe en junio de 1959 a Tasis. S¨ª: las cartas de los a?os 1961-1983, en las que ya trabaja Arnau, demostrar¨¢n que Rodoreda fue una gran hormiguita.
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