Los bloques malditos
Hablar del bando independentista y constitucionalista demuestra, una vez m¨¢s, la derrota del pujolismo
Una prueba m¨¢s del hundimiento del sistema pol¨ªtico pujolista es que hablemos electoralmente de dos bloques, el independentista y el constitucionalista. El objetivo ¨²ltimo del pujolismo consist¨ªa en que solo existiera un bloque y que los dem¨¢s elementos del sistema pol¨ªtico de Catalu?a fuesen sus sat¨¦lites o injertos ilustrativos de lo que se llamaba transversalidad y que no era sino el reconocimiento expl¨ªcito de un bloque central y hegem¨®nico.
Ahora lo que tenemos son dos bloques y su interactuaci¨®n es muy poco flexible, por lo que llegamos a un extra?o paisaje carente de elementos de comunidad, con una suerte de figuras tot¨¦micas desproporcionadas que, ausentes de la heterogeneidad de ejes y ra¨ªces, vienen a ser complementos unidimensionales, impropios de una sociedad civil articulada.
Solo un brujo pudiera haber imaginado que el desplazamiento del autonomismo al secesionismo culminar¨ªa en un presidente de la Generalitat, "ipso facto" expresidente por la aplicaci¨®n del 155 y autoproclamado presidente en el exilio que calcula cuando le es m¨¢s conveniente regresar a Espa?a, ir a la c¨¢rcel y dar un vuelco que altere el empate actual de dos bloques, con permiso de la alcaldesa Ada Colau.
El 21D sabremos si la tentaci¨®n emocionalista se impone al voto m¨¢s propenso a considerar un futuro de convivencia estable y razonada
A mayor cercan¨ªa a la campa?a electoral, m¨¢s demagogia argumental se da, m¨¢s fractura y enfrentamiento. Los analistas est¨¢n diciendo que los votos fluct¨²an internamente, en cada uno de los bloques, pero no entre los bloques. Es decir: un votante de PDeCAT puede estar decidiendo votar a Junqueras y un votante de Cs tal vez est¨¦ considerando votar la candidatura de Miquel Iceta, o al rev¨¦s en ambos casos. Lo que de entrada parece improbable es que contingentes significativos de votos abandonen el bloque independentista y voten a partidos constitucionalistas.
Si esa contraposici¨®n en bloques no representa la Catalu?a real, ?c¨®mo pueden generarse desbloqueos? Primero hay que tener en cuenta el cl¨¢sico voto oculto y en este caso hasta qu¨¦ punto puede reducirse la abstenci¨®n en el cintur¨®n de Barcelona. Luego habr¨¢ que ver si un regreso de Puigdemont y su ingreso en la c¨¢rcel incrementar¨ªa o no la movilizaci¨®n victimista. ?Es todo posible o existen demarcaciones por completo predeterminadas? En realidad, el independentismo se lo juega todo a la carta victimista. Hubo un victimismo de baja intensidad y ahora un victimismo "freak".
Al hablar de la psicolog¨ªa del victimismo, un caso de manual es el individuo que roba un coche en un aparcamiento en los Estados Unidos, se echa a la carretera, tiene un accidente y muere. Entonces su familia entra en litigio con el propietario del aparcamiento por no haber instalado las medidas necesarias para evitar el robo de coches. ?No es eso el eur¨®fobo Puigdemont?
Para la votaci¨®n del 21-D, tengamos en cuenta la tesis del votante racional como mito: es decir, arraigos emocionales o comunitarios pueden ser m¨¢s decisivos que el sistema de prueba y error. Lealtades preexistentes y excitadas por la emocionalidad del victimismo le sacan ventaja a la idea de que la democracia consiste no en elegir al mejor de los gobernantes sino en retirar de escena a lo que hayan gobernado mal.
Si uno se siente perdedor en una determinada situaci¨®n pol¨ªtico-econ¨®mica o bien acaba crey¨¦ndoselo dada la persuasi¨®n populista, posiblemente votar¨¢ como perdedor desvincul¨¢ndose de formas m¨¢s racionales, como es afrontar los problemas seg¨²n el m¨¦todo de prueba y error.
Ah¨ª est¨¢, casi en t¨¦rminos absolutos, un tramo fronterizo entre esos dos bloques que en el arranque de la carrera electoral hacia el 21-D se consideran muy prefijados, tal vez no tan prefijados como parece, tal vez m¨¢s mutables pero inmersos en una mec¨¢nica seg¨²n la cual uno puede tener una preferencia y al mismo tiempo votar en sentido contrario.
Por ah¨ª andan los neur¨®logos de la pol¨ªtica con sus resonancias magn¨¦ticas. Como dice Drew Westen en ¡°El cerebro pol¨ªtico¡±, el cerebro negocia en tiempo real los conflictos entre la realidad y el deseo. Por eso Puigdemont sopesa en qu¨¦ medida el independentismo puede reactivar los v¨ªnculos emocionales que genera un victimismo con componentes de ficci¨®n tan sistematizada que se remite a 1714.
No es poco: deslegitimar la ley en nombre de un ensue?o que dejar¨ªa Catalu?a a las puertas del declive econ¨®mico, fuera de la Uni¨®n Europea y con una sociedad dividida de forma inaudita. El 21-D sabremos si la tentaci¨®n emocionalista se impone o no al voto m¨¢s propenso a considerar un futuro de convivencia estable y razonada.
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