Ada o el ardor
La esperanza de los comunes es que el ¡®proc¨¦s¡¯ termine, lo que no garantiza que las cosas ir¨¢n mejor porque ser¨ªa razonable que se reconstruyera el PSC

S¨ª, ya s¨¦, aludir al t¨ªtulo de la novela de Nabokov para hablar de Ada Colau es casi una obviedad. Pero no veo otra manera de describir con m¨¢s precisi¨®n la narrativa que ha propuesto el bloque de los comunspara las elecciones del pr¨®ximo 21 de diciembre. Ante el ardor coercitivo de la aplicaci¨®n del art¨ªculo 155 y el ardor mesi¨¢nico del independentismo unilateralista, Ada Colau ¡ªque no se presenta como cabeza de lista pero cuya figura concurre simb¨®licamente a varios niveles en estas elecciones¡ª emerge como una especie de ¨¢ngel salvador alejado de los dos calores insoportables.
Se trata de una narrativa favorable para la figura de Colau: la presenta como alguien que cultiva la virtud de la razonabilidad, de la templanza, frente a la desproporci¨®n de los dem¨¢s.
Pero la realidad es m¨¢s cruel. Ada o el ardor no parece ser tanto una elecci¨®n meditada de los comuns como el ¨²nico espacio electoral que nadie est¨¢ explotando. Incapaz de construir un perfil propio en el proc¨¦s por la incomodidad que genera entre su gente los t¨¦rminos binarios sobre los que aqu¨¦l est¨¢ construido, a Colau no le queda m¨¢s remedio que dejar que sean los supuestos dos bloques ¡ªlos dos ardores¡ª los que construyan su perfil. ¡°Ada o el ardor¡± es el remanente que deja la DUI del 27 de septiembre y la adhesi¨®n del PSOE a la aplicaci¨®n del art¨ªculo 155 de la Constituci¨®n. Lo que en un principio pudiera parecer una virtud ¡ªpresentarse como un punto intermedio temperado entre dos extremos¡ª termina por ser una necesidad. Y, en pol¨ªtica, tiene recompensa hacer de la necesidad, virtud; al rev¨¦s, como sugieren las encuestas, m¨¢s bien p¨¢lidas para los intereses de los comuns, no acostumbra a funcionar.
Por ello, ¡°Ada o el ardor¡± no es una estrategia ganadora en ning¨²n sentido. Es una estrategia, en el mejor de los casos, para la supervivencia hasta que pase la tormenta. Sin la iniciativa ¡ªy en el eje catal¨¢n Colau no la tiene¡ª los compromisos pol¨ªticos que uno adquiere est¨¢n b¨¢sicamente orientados a minimizar los da?os para que ¨¦stos no se conviertan en letales.
Lo tienen dif¨ªcil los comunes para salir de esta situaci¨®n. El proc¨¦s es una m¨¢quina de destruir partidos pol¨ªticos que fueron creados ¡ªentre otras cosas¡ª para no tener que decidir en los t¨¦rminos que han configurado la sem¨¢ntica de la pol¨ªtica catalana estos ¨²ltimos cinco a?os. La esperanza de los comunes es que el proc¨¦s termine. Pero tampoco esto garantiza que las cosas ir¨¢n mejor, pues sin el proc¨¦s eso que los independentistas llaman bloque del 155 (y cuya heterogeneidad invita en realidad a abandonar la etiqueta) se diluye y resulta razonable prever la reconstrucci¨®n del PSC, con el que aparentemente los comuns comparten potenciales votantes. Dado que el PSC a¨²n conserva mucho poder en el ¨¢rea metropolitana, no es improbable que en un futuro no tan lejano est¨¦ en condiciones de disputar e incluso arrebatar el espacio de los comunes en Barcelona.
En este sentido, la ventaja del PSC ser¨¢ que habr¨¢ entendido mejor la lecci¨®n del leninismo: el poder tambi¨¦n consiste en ocupar espacios institucionales, en ir ganando terreno e influencia en aquellos lugares que son centros de toma de decisiones pol¨ªticas. Los comunes, quiz¨¢ porque se han centrado mucho en una concepci¨®n del poder pol¨ªtico que va desde abajo hacia arriba, a ratos parecen olvidar la vieja lecci¨®n de Lenin. No se puede entender de ning¨²n otro modo un movimiento tan torpe, desde el punto de vista estrat¨¦gico, como el de romper el pacto de gobierno en Barcelona, pacto que constitu¨ªa, a medio plazo, la manera m¨¢s natural de adquirir influencia en el ¨¢rea metropolitana, que es, creo, donde m¨¢s pueden crecer.
Se entrev¨¦ en ese movimiento un acercamiento a ERC que quiz¨¢ se traduzca en acuerdos en la Generalitat y en el Ayuntamiento. Quiz¨¢ se est¨¢ ensayando un reparto: Catalu?a para ERC, Barcelona para Ada Colau. Pero ERC es un partido vol¨¢til, con una concepci¨®n sentimentaloide de la pol¨ªtica que contamina todo lo que toca con el virus de la inestabilidad. Si ese es el principal compa?ero de fatigas de Ada Colau, es probable que le ocurra lo mismo que le ocurri¨® a Maragall, a Montilla, a Converg¨¨ncia y, ahora, al PDeCat, que se apoyaron sobre ERC y terminaron devorados por la histeria en la que parece instalarse la pol¨ªtica catalana cada vez que ERC se acerca al poder.
Pau Luque es profesor de Filosof¨ªa del Derecho en la UNAM.
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