La incomodidad
Arrimadas pidi¨® que no se permitiera el voto delegado de los diputados presos mientras Artadi entr¨® con un gigante lazo amarillo
El Parlament no es funcional. Me refiero a la arquitectura. Al dise?o del hemiciclo, la disposici¨®n de los esca?os, las filas, los escalones para subir y bajar a la tribuna o las columnas que sostienen el techo. Alt¨ªsimo techo, que hasta Garc¨ªa Albiol puesto ah¨ª en medio parece un tipo de estatura media. Se nota que ese hemiciclo se pens¨® en otra ¨¦poca. Y para otra ¨¦poca. Por ejemplo, para un tiempo con menor n¨²mero de parlamentarios (Y mucho menor a¨²n de parlamentarias). En el Parlament de la Rep¨²blica, en 1932, hab¨ªa 85 diputados. Todos hombres, por cierto. Hoy, la c¨¢mara catalana incluye 50 personas m¨¢s. Y el espacio f¨ªsico es el mismo, a pesar de las reformas ¡ªarquitect¨®nicas, de nuevo¡ª que se han hecho. A la fuerza, la proximidad entre unos y otros es mayor. Fuente de molestias asegurada.
En una sesi¨®n ordinaria ¡ªen el buen sentido de la palabra¡ª, la estrechez se puede sobrellevar casi sin notarla. La mayor¨ªa de se?or¨ªas permanecen sentados en su esca?o sin levantarse demasiado, y los portavoces, m¨¢s obligados a moverse, ya tienen su asiento en la zona pasillo, lo que simplifica las cosas.
El asunto es peor cuando ocurre como en esta inauguraci¨®n de legislatura, en que la mayor parte de la sesi¨®n se dedica a votaciones nominales y secretas; cada diputado/a debe levantarse cuando se pronuncia su nombre, bajar por el pasillo central y llegar hasta la mesa para depositar su papel con el voto. Ese pasillo parece entonces el de un avi¨®n, con sus engorrosos atascos a la salida y a la llegada de un trayecto. O peor, un inc¨®modo habit¨¢culo de ascensor, porque, al menos, en un avi¨®n no tienes por qu¨¦ saludar ni decir nada al viajero que bloquea el paso para colgar una pamela en el compartimento superior. En cambio, en el Parlament queda extra?o que no saludes al colega con quien te cruzas. Y podr¨ªa ser que no tuvieras nada bonito que decirle. Los cruces de diputados arriba y abajo de las escaleras son un momento para la cortes¨ªa ¡ªun saludo o una sonrisa¡ª, para el cari?o ¡ªun golpecito en la espalda, tampoco vamos hay que llegar a lo de Pablo Iglesias y Xavier Dom¨¨nech¡ª o para la incomodidad. Pero, en cualquiera de los casos, resulta imposible fingir que el otro no existe. Es m¨¢s, tratar de forzar esa ignorancia m¨²tua puede ser m¨¢s evidente. El orden alfab¨¦tico ha hecho que In¨¦s Arrimadas tenga que votar justo delante de Elsa Artadi, esa diputada nueva de Junts per Catalunya de quien se dice que es la voz de Puigdemont a este lado de la frontera realmente existente. Sent¨ªa curiosidad por ver si hab¨ªa contacto visual, saludo o menosprecio expl¨ªcito. Me qued¨¦ con las ganas, porque Arrimadas evit¨® a Artadi cruzando por en medio de la tribuna de oradores, o sea, subiendo al estrado y bajando de ¨¦l: un poco inc¨®modo y forzado.
No s¨¦ si es una premonici¨®n del tono que nos espera. La verdad es que Arrimadas ya hab¨ªa inaugurado la legislatura desde su esca?o con una queja, pidiendo que no se permitiera el voto delegado de los diputados presos, mientras Artadi hab¨ªa llegado al Parlament cargando un lazo gigante amarillo que iba a colocar en uno de los esca?os vac¨ªos, y con el que se sac¨® unas fotos antes de entrar (esta jornada inaugural ha sido prol¨ªfica en fotos: muchos de los que se estrenan no pueden resistir la tentaci¨®n del retrato).
El reci¨¦n elegido president del Parlament, Roger Torrent, ha hecho un discurso en el que se puede entrever un talante de di¨¢logo ¡ªm¨¢s que en el de Ernest Maragall como presidente de edad, bastante combativo¡ª. Torrent anunci¨® que quer¨ªa ayudar a coser la sociedad catalana, tan descosida. A la vista de algunos gestos, no lo tendr¨¢ f¨¢cil. Y eso que ¨¦sta era la sesi¨®n prehist¨®rica, as¨ª, con el gui¨®n, en el sentido literal, anterior a la hist¨®rica ¡ªde nuevo la historia convocando hasta el agotamiento¡ª, que ser¨¢ la de la investidura del president de la Generalitat. Esta vez, al menos, se consigui¨® acabar la sesi¨®n con todos los grupos presentes mientras sonaba El Segadors. Ya luego, que en alguna zona se notara la emoci¨®n a flor de piel, y en otra la impaciencia por terminar un tr¨¢mite cansino, es lo de menos. Los reproches gordos, las vestiduras rasgadas y ese manoseo del reglamento como argumento pol¨ªtico quedan para el pr¨®ximo d¨ªa.
Asistiendo a las incomodidades de este Parlamento por coser, me acord¨¦ del tiempo en que, en una sesi¨®n como ¨¦sta, la tensi¨®n era tan m¨ªnima que, entre los votos a los candidatos a presidir la mesa, siempre acababa col¨¢ndose alguno a Marta Ferrusola o al Pato Donald.
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