Sidecars, el peligro de lo homog¨¦neo
La banda de Juancho llena tres noches La Riviera con una propuesta tan intachable como previsible
Habr¨¢ que actualizar el discurso cuanto antes. Todos hemos ubicado a Sidecars alguna vez como "la banda del hermano de Leiva", pero no se puede circunscribir a una mera cuesti¨®n fraternal el fen¨®meno por el que el tr¨ªo de Alameda de Osuna (sexteto, encima de las tablas) revienta durante tres jornadas sucesivas el aforo de La Riviera. Anoche, en la ¨²ltima de las comparecencias, Juancho Conejo y sus compinches aprovecharon que ya no deb¨ªan preocuparse por la reserva de energ¨ªas (la muy notable Conmigo o sin m¨ª, con gui?o Beatle, no hab¨ªa sonado en las v¨ªsperas) y optaron por incendiar las naves con un concierto vitam¨ªnico, entusiasta, entregado. Tanto como ese p¨²blico, mayormente joven pero en las puertas de lo intergeneracional, que abarrot¨® la sala y dej¨® constancia de llegar con los estribillos bien aprendidos.
Es f¨¢cil engancharse al carro de Sidecars, m¨¢s cuando en directo suenan contundentes y cercanos, incluso aunque falten bajos en el men¨². Parecen ir de puntillas, pero suman ya cinco discos y el ¨²ltimo, Cuesti¨®n de gravedad, incrementa el arsenal de versos directos, saltarines, sencillos de tararear y bastante obvios. Juancho abon¨® en fondo y forma el territorio cheli ("A nosotros no nos sacan de Madrid ni con una esp¨¢tula") durante una noche en la que era imposible no acordarse de los cl¨¢sicos de nuestro rock urbano, de Tequila a Burning o, claro, Pereza. Y el problema no es de consanguinidad, sino de o¨ªdo, porque los timbres y las inflexiones en las voces de los hermanos son parecid¨ªsimos. La escritura y hasta el repertorio gestual, tambi¨¦n. La ¨²nica disyuntiva posible aqu¨ª parece ser entre visera o sombrero.
Los madrile?os se reivindicaron como un grupo can¨®nico. Correcto, incluso intachable si se les desmenuza canci¨®n a canci¨®n. Pero esas estructuras aseadas e invariables, los estribillos gritones, la previsibilidad juegan en su contra. Encarnan el peligro de lo homog¨¦neo: la sensaci¨®n de agrado brotaba anoche en paralelo a la de olvido. No hay manera de arquear la ceja, de sorprenderse. Solo de constatar que Canciones prohibidas, de lo mejor del repertorio, recuerda a Como lo tienes t¨². Y as¨ª con todo.
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