Maria Aur¨¨lia Capmany, en la ¡®finestra¡¯
El periodista Agust¨ª Pons recupera la biograf¨ªa de la escritora y pol¨ªtica en el centenario de su nacimiento
A veces, la historia le da a uno la raz¨®n en todo por lo que ha luchado, aunque a menudo es mucho m¨¢s tarde. Algo as¨ª es lo que le pas¨® a la polifac¨¦tica, puro car¨¢cter, ¡°dona finestrera¡± como ella misma se defin¨ªa por su inter¨¦s omn¨ªvoro ante todo lo que pasaba en el mundo, Maria Aur¨¨lia Capmany. ¡°Al final, ha tenido raz¨®n al entender el catalanismo como sentimiento popular y no como patrimonio y expresi¨®n de la burgues¨ªa; en el triunfo de la izquierda no marxista: ella nunca se dej¨® deslumbrar con el ideal comunista, y tambi¨¦n en su temprana reivindicaci¨®n de la mujer: su La dona a Catalunya [de 1966] es uno de los ensayos m¨¢s serios sobre el tema y lo hace reivindicando que esos derechos se ganar¨¢n desde organizaciones generalistas, no feministas; y eso no era f¨¢cil de decir entonces¡±, resume el periodista Agust¨ª Pons, autor de la biograf¨ªa Maria Aur¨¨lia Capmany. L¡¯¨¨poca d¡¯una dona (Meteora), edici¨®n corregida de la que public¨® hace 18 a?os, y que reaparece ahora en el marco del centenario del nacimiento de la intelectual.
Con profusi¨®n de datos, el colch¨®n de un centenar de libros consultados y el bagaje del estudio de un periodo que en su caso le ha servido para enmarcar biograf¨ªas de otros protagonistas culturales de la ¨¦poca como Pere Calders, N¨¦stor Luj¨¢n, Joan Triad¨² y Salvador Espriu, Pons traza cronol¨®gicamente la trayectoria de una ni?a con una infancia inc¨®moda, en la que su padre, modesto cestero, pero estudioso del folklore barcelon¨¦s, se cas¨® quiz¨¢ m¨¢s enamorado de la biblioteca de su futuro suegro (Sebasti¨¤ Farn¨¦s) que de la hija de ¨¦ste, una militante de izquierdas de aquellas que sab¨ªan mejor nadar que coser; pero todo ello sirvi¨® para que la ni?a Maria Aur¨¨lia aprendiera a leer desaforadamente por la v¨ªa imitativa.
Tan t¨ªmida patol¨®gica (y ploramiques de cr¨ªa para llamar la atenci¨®n familiar, sobre todo de su abuelo, colaborador de Valent¨ª Almirall) como decidida a ser escritora, quien ten¨ªa que ir a los Banys Riera, en la calle Sant Pau de Barcelona, para poder ducharse con agua caliente, y dedicarse a grabar vidrio para poder mantener sus estudios y ayudar a la familia tras la Guerra Civil llegar¨ªa a los oscuros a?os franquistas como una mujer intelectualmente hecha, que hasta impart¨ªa clases en escuelas. En 1949 ya ha le¨ªdo del derecho y del rev¨¦s a Sartre y con su licenciatura en Filosof¨ªa, sabe lo que tiene entre manos. Tambi¨¦n sabe lo que ha escrito Andr¨¦ Gide tras su decepcionante viaje a la URSS de 1936. Todo ello estar¨ªa en la base de sus encontronazos con intelectuales y editores como Xavier Folch (vinculado al PSUC) y, especialmente, Josep Maria Castellet, entonces al frente de Edicions 62, quien adem¨¢s rechazar¨¢ la publicaci¨®n de su novela Un lloc entre els morts por alejarse del modelo de realismo social imperante. ¡°Ella se mofa de que todos en aquella ¨¦poca ley¨¦ramos a Marcuse¡ Le molesta que algunos de aquellos que hab¨ªan pasado incluso del falangismo al marxismo le dieran lecciones de seg¨²n qu¨¦¡±, resume el bi¨®grafo.
No ser¨ªa la ¨²nica gran pol¨¦mica que mantendr¨ªa Capmany, que nunca se arrugaba: se las tuvo con Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n por un art¨ªculo que ¨¦ste escribi¨® sobre la crisis de la revista Oriflama y tambi¨¦n indirectamente con Josep Pla, de quien lleg¨® a escribir: ¡°Tota persona a qui es doni a llegir un text de Josep Pla i no es torni vermell, ni la pell se li posi de gallina, ni se li crispin els m¨²sculs facials ¨¦s que t¨¦ un s¨°lid esperit reaccionari¡±. Por descontado, se opuso a que el autor de El quadern gris recibiera el Premi d¡¯Honor de les Lletres Catalanes, del que ella fue miembro del jurado entre 1975 a 1981.
Si bien se consideraba novelista, Pons cree que fue mejor ensayista. En cualquier caso, su militancia en el PSC a partir de 1976 y su participaci¨®n en la pol¨ªtica municipal al lado de gran amigo Pasqual Maragall (fue concejala de Cultura y posterior responsable de publicaciones del Consistorio, la virreina de La Virreina), eclips¨® su carrera literaria. ¡°Pero ella lo quiso as¨ª, en eso fue muy sartriana: los intelectuales deb¨ªan ensuciarse las manos¡±, opina Pons. ¡°Su barcelonismo era superior a casi todo; no hubiera sido senadora, por ejemplo¡±, sostiene el editor de Meteora Jordi Fernando, que trabaj¨® con la escritora en el Consistorio en los a?os finales.
La detecci¨®n de un c¨¢ncer de pecho que acabar¨ªa con ella en octubre de 1991 (un mes despu¨¦s tambi¨¦n fallecer¨ªa, por la misma enfermedad, su amiga Montserrat Roig), dej¨® a Capmany ¡°hundida y la llev¨® a buscar refugio en la familia¡±, recuerda su sobrina Anna Capmany, que la acompa?aba en su ingresos en el Hospital del Mar. Tambi¨¦n estaba muy tocada moralmente por los problemas econ¨®micos derivados, entre otros asuntos, por el extra?o testamento que dej¨® quien desde 1968 fuera su compa?ero sentimental, el escritor Jaume Vidal Alcover, una relaci¨®n desigual en la entrega del uno al otro, seg¨²n deja entrever la biograf¨ªa. Vidal no le leg¨® absolutamente nada.
Tampoco mucha cosa de Capmany se puede encontrar hoy en las librer¨ªas, ausencia que Pons vincula a los c¨¢nones impuestos desde la academia y en particular por Joaquim Molas, una escasez de t¨ªtulos que apenas mitigar¨¢ el centenario. Tambi¨¦n le sorprende la ausencia de la Capmany dramaturga, ella que fund¨® la Escola d¡¯Art Dram¨¤tic Adri¨¤ Gual junto a su admirado Ricard Salvat. ¡°No entiendo como en el Teatre Nacional de Catalunya ha estrenado todo el mundo menos ella; y lo entiendo menos ahora porque el leitmotiv de su obra es esa denuncia de c¨®mo las clases dirigentes catalanas han preferido el dinero al pa¨ªs¡±, sostiene Pons. La nieta recurre a un azar poco favorable a lo largo de su vida: ¡°La persigui¨® una infancia dif¨ªcil, la guerra, la posguerra¡ Y en el a?o de su centenario, en Catalu?a pasa lo que pasa¡±. Ella, a buen seguro, lo estar¨ªa analizando desde la finestra.
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