Harry Styles: el feliz batiburrillo generacional
El ex de One Direction abandona la m¨²sica adolescente y se destapa como un autor magn¨ªfico en un concierto excitante y accidentado
Ni S¨¢bado Santo, ni vacaciones en el 'insti', ni gaitas. Todos, y no digamos ya todas, quer¨ªan ver anoche a Harry Styles. Y eso que, por espacio de 20 minutos accidentad¨ªsimos, como se ver¨¢ m¨¢s adelante, pareci¨® que los elementos se conjuraban en nuestra contra y nos quedar¨ªamos compuestos y sin ¨ªdolo. M¨¢s de un t¨¦cnico debi¨® de tragar saliva y maldecir en fecha impropia por culpa de una pantalla rebelde que no quer¨ªa subir y dejar al descubierto el escenario. La pesadilla se prolong¨® hasta las 21.36, pero los seguidores fueron lo bastante fieles, pacientes, prudentes, modosos y entregados como para tom¨¢rselo con deportividad: ni silbidos ni nervios, solo griter¨ªo en diferido.
Al final todo qued¨® en percance pasajero y la semana de pasi¨®n acab¨® adquiriendo connotaciones mucho m¨¢s laicas y epid¨¦rmicas que trascendentales con el desembarco en el WiZink Center del casta?o mozuelo brit¨¢nico. Aunque alguno habr¨ªa que lo sintiera y viviese, siguiendo la terminolog¨ªa del joven Iglesias metaf¨ªsico, como una experiencia ciertamente religiosa. 13.000 almas casi siempre p¨²beres (con alg¨²n padre o madre ocasional como sufrido acompa?ante por exigencias del guion) reventaron el Palacio de la calle Goya para asistir a la graduaci¨®n del muchacho que fue la quinta parte de One Direction y hoy se perfila como el te¨®rico gran jefe del cotarro adolescente. Y a las pruebas, visto lo visto, nos remitimos: el griter¨ªo a¨²n le retumbar¨¢ en las entra?as, bien entrada la ma?ana, a m¨¢s de un asistente.
El advenimiento no solo fue anhelado, sino con suspense. Por hacerse el interesante o por estas cosas del directo, Styles se hab¨ªa hecho el remol¨®n durante 18 minutos mientras la chavaler¨ªa 'guasapeaba' con denuedo y fund¨ªa a actualizaciones el Instagram Stories. Pero en eso sucedi¨® lo inimaginable. El cubo de Rubik que abre el espect¨¢culo se puso a girar en la pantalla gigante, la m¨²sica emprendi¨® un crescendo teatral y de pronto... todo se detuvo abruptamente sin que la pantalla ascendiera y dejase a la vista a Harry y sus cuatro m¨²sicos.
El p¨²blico detuvo la grabaci¨®n en sus m¨®viles y grit¨® "?Harry, Harry!" para no afear el gatillazo t¨¦cnico. A los cinco minutos, gir¨® de nuevo el cubo multicolor... y volvi¨® a encallar la tecnolog¨ªa. A las 21.30 regres¨® la m¨²sica ambiente con Paradise, de Joni Mitchell, una cantante canadiense a la que quiz¨¢ no conozcan 9 de cada 10 seguidores del brit¨¢nico. Pero el ambiente era ya para entonces muy poco paradisiaco y bastante m¨¢s de sudor fr¨ªo. Seis minutos m¨¢s tarde finalizaron las incertidumbres y dieron comienzo, por fin, las palpitaciones.
La cuesti¨®n fundamental pasaba por dirimir si Harry Styles habr¨ªa alcanzado algo parecido a la madurez art¨ªstica ahora que no tiene que manejar cuotas de protagonismo, ni de belleza, ni de coreograf¨ªas. El ¨²nico guapo de la noche era esta vez ¨¦l, seductor y sonriente a sus 24 a?itos, estrafalario con su indumentaria de traje negro acampanado y enorme solapa blanca: una intersecci¨®n entre Lindsey Buckingham (Fleetwood Mac) y un Elvis Presley para millenials. Y ah¨ª mismo comenzaba, para bien, la sorpresa. Quien intuya en Styles a un mu?eco prefabricado para el consumo r¨¢pido juvenil se equivoca, al menos a d¨ªa de hoy. M¨¢s all¨¢ de la fotogenia y de su pasado como entretenedor para la preadolescencia, en el chico de Redditch mora a buen seguro un artistazo.
Algo se barrunta cuando en la m¨²sica de sala se escoge Astral weeks, la obra maestra de Van Morrison, para amenizar la espera. Y cuando los referentes estil¨ªsticos se apartan de cualquier lista juvenil de Spotify. Puede que la inaugural Only Angel, desenfada e intrascendente, remita a Robbie Williams y abone los paralelismos: Harry es a Robbie lo que One Direction a Take That. Pero sucede que el chaval de anoche est¨¢ en condiciones de darle mil vueltas a Williams. Y a muchos otros.
Por favor, retiren las armas blancas y aparquen los prejuicios. Ever since New York result¨® ser una canci¨®n extraordinaria que bebe en el 'soft pop' de los primeros a?os setenta, de Bread a Badfinger, y se enriquece con una bater¨ªa suave y unas polifon¨ªas vocales incluso sin instrumentaci¨®n alguna. Pero es que luego lleg¨® 'Two ghosts' y se nos puede venir la banda America a la cabeza: un tiempo medio delicioso, una interpretaci¨®n c¨¢lida y convincente, un chaval inspirado con la guitarra en ristre, pellizcos el¨¦ctricos como si nos acab¨¢semos de dar un garbeo por la Costa Oeste. Carolina aporta un aire m¨¢s tontorr¨®n, si se quiere, pero es diversi¨®n soleada con un puntito lis¨¦rgico: una buena canci¨®n de Weezer, incluso contagios¨ªsima por momentos. Y el rock cat¨¢rtico de Medicine podr¨ªa haberse colado en un ¨¢lbum de Mott the Hoople.
Podemos pensar que cruzar la pista para interpretar dos canciones en un peque?o escenario secundario es el t¨ªpico recurso populista para garantizarse un ba?o de masas, pero resulta que Sweet creature es una golosina folkie sencillamente irreprochable. 'Sign of the times' es una balada ¨¦pica y perfecta para cerrar el repertorio mientras ondean miles y miles de linternas m¨®viles. Y las sospechas de connivencia con Fleetwood Mac se confirman cuando una (fant¨¢stica) versi¨®n de The chain suena en los bises.
Solo queda una duda: ?a qu¨¦ p¨²blico se dirige hoy Harry Styles? La colisi¨®n entre sus aspiraciones, sus referentes y la parroquia que le sigue suger¨ªa anoche una cohabitaci¨®n confusa, un cierto batiburrillo generacional. Pero bienvenidas sean las confluencias, las puestas al d¨ªa. Los gui?os arco¨ªris, con y sin bandera: en el escenario, los grader¨ªos y los hombros de algunos espectadores. El castellano esforzado para repetir "Los amo con todo mi coraz¨®n". Las llamadas al alborozo. Y los conciertos impecables (y no hablamos de sobresaltos t¨¦cnicos) ante aforos j¨®venes, entusiastas y multitudinarios.
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