Maldita bici, amada Volta
Me encantan tanto los corredores profesionales y los buenos amateurs como me disgustan los que pedalean sin saber ir en bicicleta, ya sea en Barcelona como en Perafita
Nunca me entusiasmaron las bicicletas, ni de peque?o ni de mayor, menos en Barcelona que en Perafita. Y hoy m¨¢s que nunca me siento un peat¨®n indefenso que huye del atropello de quienes pedalean, patinan o corren por la ciudad, como si no se pudiera ir a pie por la vida, igual de expuesto tambi¨¦n en el pueblo, ahora tomado por los excursionistas que van y vienen, la mayor¨ªa montados, dif¨ªcilmente reconocibles en su propia casa, incluso en comarcas tan familiares como el Llu?an¨¨s.
Ni siquiera la recuerdo amablemente como aquel juguete de la infancia que me ayud¨® a pasar a la adolescencia porque si aprend¨ª a ir en bicicleta fue porque quer¨ªa comprarme una moto que ya ten¨ªa localizada en la tienda Port¨²s de Vic. Me ca¨ªa y levantaba, sub¨ªa y bajaba por la calle, sangraban por igual los codos que las rodillas para, al final, apretar los dientes a fin de no llegar el ¨²ltimo en cada una de las carreras que ech¨¢bamos con los amigos en la recta de la carretera BP-4653 que llevaba a Prats. Aunque pas¨¦ buenos ratos, me divert¨ª poco, quiz¨¢ porque siempre quise domar antes a un caballo sin amo que a la bicicleta comprada con el dinero ganado con la venta de caracoles recogidos por la noche en los m¨¢rgenes de los campos de Cal Cutret. La cuesti¨®n es que yo no quer¨ªa mejorar mi destreza sino que, una vez hab¨ªa aprendido a subirme a una bicicleta, ya estaba preparado para ir en busca de mi Mick Andrews, mejor que una Sherpa o una Cota, y no digamos que una Lobito o una Cobra.
Quer¨ªa una moto de trial para competir con aquel pijo que los fines de semana sacaba a pasear a las chicas del pueblo que escapaban del sudor como de la peste para entregarse a la fragancia a colonia que llegaba de Barcelona. Nunca dej¨¦ de oler a cuadra, a bar, a campo de f¨²tbol mientras viaj¨¦ en bicicleta, precisamente porque era m¨ªa y no prestada como en tiempos del maestro Ramis y del Joaquim de Cal Xeres.
La bici me pill¨® a mitad de camino de ninguna parte porque en casa no hubo m¨¢s moto que la de mi padre y solo la sacaba para viajar al mercado de Vic. Yo quer¨ªa una Mick Andrews para presumir, para conquistar, para triunfar, para ser merecedor de aquella chica que se rindi¨® con el tiempo, desenga?ada tambi¨¦n con las motos, igualmente peleada con la bicicleta y conductora de un coche antes que yo, entregado como me qued¨¦ al final a las carreras, ninguna como el Tour.
Me enganch¨¦ a las transmisiones televisivas de la ronda francesa y a la ¨¦pica de Luis Oca?a para acabar siendo un lector empedernido de las cr¨®nicas literarias de Luis G¨®mez y Carlos Arribas, de los textos enciclop¨¦dicos de Xavier Garc¨ªa Luque , de los despliegues informativos de Sergi L¨®pez Egea, de los comentarios de Carlos de Andr¨¦s y Arcadi Alib¨¦s, de los apuntes y consejos de Robert ?lvarez, de libros como Planes d¡¯esport, de Josep Maria Planes, especialmente de los cap¨ªtulos de la Volta a Catalunya de 1935 y 1936.
Nadie como Planes para retratar al pa¨ªs a partir del recorrido que sigue el pelot¨®n encabezado por Mariano Ca?ardo, figura de la ¨¦poca con Josep Samitier y Josep Giron¨¨s, el crack de Gr¨¤cia, a?os de polideportivo, de la Olimpiada Popular, de Esport i Ciutadania, lema de Josep Sunyol. ¡°Vic ens ha rebut amb un aire de gran senyora que no est¨¤ per roman?os i hem hagut d¡¯anar a tancar els ¨¤necs a Manlleu¡± escribe Planes.
Hace poco que se acabaron los actos de celebraci¨®n del Any Planes con motivo del 80 aniversario de la muerte del periodista de Manresa y el repaso de su obra incentiv¨® mi inter¨¦s por la Volta. Mi suerte fue que en plena lectura me llam¨® Ruben Peris, el director general de la prueba, para anunciarme que apostar¨ªa por Perafita como meta volante de la etapa reina de la 98? edici¨®n: Llanars-La Molina. Tal era su inter¨¦s, entusiasmado como est¨¢ con mi pueblo, que convenci¨® al ayuntamiento y al alcalde Ramon Casals.
Aunque no sali¨® gratis, pues el esprint especial se paga a 2.000 euros, me pareci¨® un regalo si se atiende al impacto publicitario de la carrera m¨¢s hist¨®rica del calendario (1911) despu¨¦s del Tour y del Giro. La transmisi¨®n por Eurosport garantiz¨® una difusi¨®n r¨¦cord a 190 pa¨ªses y por un momento me imagin¨¦ que sabr¨ªan de Perafita en Ocean¨ªa, Am¨¦rica y ?frica. Mi entusiasmo no fue contagioso, y la concurrencia fue relativa no solo porque los descre¨ªdos, los esc¨¦pticos y los cr¨ªticos son multitud en los pueblos sino porque a la misma hora que pasaba el pelot¨®n se oficiaba el funeral por Aur¨¨lia, la madre de mi amigo Josep Currub¨ª, mientras unos turistas daban buena cuenta de les Coques Franquesa.
A ambos lados de la carretera acudieron decenas de aficionados, la mayor¨ªa con estelades, pancartas y lazos amarillos que reclamaban libertad para los pol¨ªticos presos; muchos asomaron por curiosidad y algunos hubo tambi¨¦n que ten¨ªan inter¨¦s por ver a los ciclistas y especialmente para aplaudir, si era posible, a Marc Soler. No ser¨ªa f¨¢cil distinguir al ¨²ltimo ganador de la Par¨ªs-Niza porque el pelot¨®n ven¨ªa lanzado a m¨¢s de 49,4 kil¨®metros y la pendiente de la calzada de mi querida BP-4653 invitaba a correr todav¨ªa m¨¢s para desespero del alcalde, que tem¨ªa por un accidente, por un incidente, por la maldita fatalidad que se presenta cuando se toman decisiones valientes y no siempre bien entendidas en localidades como Perafita.
La emoci¨®n le pudo al riesgo en una ma?ana de primavera temprana que no quer¨ªa dejar de ser invierno, de mucho trasiego de jueces y organizadores, de coches y motos que iban y ven¨ªan, de largos silencios interrumpidos por meg¨¢fonos y sirenas que ululaban con el viento helador, una tensa y larga espera rota de golpe, en un visto y no visto, por el paso de las bicicletas brillantes y el ruido del aire atravesando los radios tersos de las ruedas, silbando, todas de golpe, como si solo fueran una, la de Alejandro Valverde. El mejor ciclista del mundo hab¨ªa ganado el esprint de Perafita y bonificado tres segundos para gloria del alcalde y de Rub¨¦n.
A mi me gui?¨® el ojo, como solo sabe hacer mi amigo Quim Albareda cuando se entrena por las carreteras de la comarca para preparar su ruta estival por los Alpes. Me encantan tanto los corredores profesionales y los buenos amateurs como me disgustan los que pedalean sin saber ir en bicicleta, tanto da si es por la calle, el carril bici o la monta?a, en Barcelona o en Perafita. Hoy, a diferencia de cuando era peque?o, convertido ya en un voyeur incluso del ciclismo, hay una alternativa en mi propio pueblo para quienes no pueden tener una moto y no se conforman con la bicicleta: se llama burricleta, una bicicleta el¨¦ctrica que, de la mano de Joan Sales y Regina Casas, funciona estupendamente para el turismo rural del Llu?an¨¨s. Yo voy a pie.
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