?Hasta cu¨¢ndo, se?or Torrent?
La campa?a para convencer al mundo de que Espa?a es una dictadura es la quintaesencia de esa irresponsabilidad intelectual y moral
Visto el ¨¦xito de su rueda de prensa a las puertas de la ONU en Ginebra, que a juzgar por el n¨²mero y origen de los micr¨®fonos colocados al efecto bien podr¨ªa haber sido en Sarri¨¤ de Ter, quiz¨¢ lo mejor ser¨ªa dejarlo correr. Pero conviene notar que, desde su elecci¨®n como presidente del Parlament, Roger Torrent est¨¢ demostrando escaso sentido institucional y una visi¨®n pol¨ªtica muy alejada de los fundamentos de la democracia liberal que, entre otros, describe Tocqueville en La democracia en Am¨¦rica.
Torrent, cual Rey Sol, parece decidido a concentrar en s¨ª mismo todos los poderes del Estado, vali¨¦ndose de los resortes del Parlament para erigirse en abogado de Puigdemont y dici¨¦ndoles a los jueces lo que tienen que hacer. Si Tocqueville levantara la cabeza y leyera la carta de Torrent al juez Llarena inst¨¢ndole a dejar en libertad a Jordi S¨¤nchez para ser investido president, probablemente tendr¨ªa la impresi¨®n de estar de vuelta en el Antiguo R¨¦gimen.
Torrent justific¨® su viaje a Ginebra en que iba a ¡°denunciar la vulneraci¨®n de derechos fundamentales y las injerencias ileg¨ªtimas del Estado en el Parlament¡±. Sorprende que todo un presidente del Parlament olvide uno de los principios rectores del Estatut, seg¨²n el cual la Generalitat es Estado en Catalu?a. Soslaya Torrent que el Parlament es una instituci¨®n del Estado, sometida como el resto de los poderes p¨²blicos al principio de legalidad y al control jurisdiccional de sus actos, control que est¨¢ en la base de nuestra democracia constitucional, imprescindible para proteger a los ciudadanos de los abusos del poder pol¨ªtico.
Explica Tocqueville que el poder concedido a los tribunales norteamericanos para juzgar la adecuaci¨®n a la Constituci¨®n de los actos parlamentarios constituye ¡°una de las m¨¢s poderosas barreras que se hayan levantado nunca contra la tiran¨ªa de las asambleas pol¨ªticas¡±. Considera que, al poner en manos del poder judicial la salvaguarda de las instituciones democr¨¢ticas, la democracia estadounidense no solo resolv¨ªa el problema del equilibrio entre poderes y la primac¨ªa de la Constituci¨®n sobre las dem¨¢s leyes, sino que, precisamente, el poder judicial se convert¨ªa en el m¨¢ximo garante de los derechos y libertades individuales, pilares del Estado democr¨¢tico de Derecho.
Una de las divisas del discurso separatista es el desprecio a la justicia espa?ola. Alegremente, acusan a los jueces de prevaricar, tratando de imponer la idea de que la justicia espa?ola no es homologable con la de los pa¨ªses de nuestro entorno. As¨ª, cuando el Tribunal Europeo de Derechos Humanos condena a Espa?a por la sentencia contra los manifestantes que quemaron fotos del Rey, Puigdemont corre a tuitear rimbombante que Espa?a no es una democracia como demuestra la sentencia del TEDH. Poco importa la realidad abrumadora de que Espa?a es uno de los pa¨ªses menos condenados por el TEDH en toda su historia, mucho menos que Alemania o Francia.
El contraste entre la an¨¦cdota a la que se agarran los separatistas como a un clavo ardiendo para intentar erosionar nuestra democracia y la categor¨ªa que acredita que Espa?a es una democracia perfectamente homologable, evoca la ¡°edad de la irresponsabilidad¡± de la que habla Popper, edad ¡°controlada por la magia de las palabras altisonantes y el irresistible poder de la jerigonza¡±.
La campa?a internacional de Puigdemont y su valedor Torrent, tratando de convencer al mundo de que Espa?a es una dictadura y de que los catalanes somos una minor¨ªa nacional sometida a constantes violaciones de nuestros derechos y libertades fundamentales, es la quintaesencia de esa irresponsabilidad intelectual y moral. Es verdad que no les recibe ni un solo mandatario digno de tal nombre, pero es que sus viajes son m¨¢s bien de autoconsumo, aunque la factura la paguemos entre todos. La imagen de Torrent hablando casi en exclusiva para los medios catalanes a las puertas de la ONU resulta tan reveladora como desesperante. ?Hasta cu¨¢ndo, se?or Torrent, piensa seguir alargando el show de Puigdemont?
Ignacio Mart¨ªn Blanco es diputado de Ciudadanos en el Parlamento de Catalu?a.
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